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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'prójimo'

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¡Queridos hijos! Los invito a amar a su prójimo y sobre todo a amar a quien les hace mal. Así, con el amor, ustedes podrán discernir las intenciones del corazón. Oren y amen, queridos hijos. Con el amor podrán hacer también aquello que les parece imposible. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy deseo invitarlos al amor al prójimo. Si ustedes aman a su prójimo, experimentarán mejor a Jesús, especialmente el día de Navidad. Dios les concederá grandes gracias si se abandonan a El. El día de Navidad, Yo deseo dar de manera especial mi bendición maternal a las madres. Jesús regalará a los demás con Su bendición. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy los invito a todos a vivir en sus vidas el amor a Dios y al prójimo. Sin amor, queridos hijos, ustedes no pueden hacer nada. Es por eso que Yo los invito, queridos hijos, a vivir el amor mutuo. Sólo así podrán ustedes amarme y aceptarme a Mí y a todos aquellos que vienen a su parroquia: todos sentirán mi amor a través de ustedes. Por tanto, les ruego, queridos hijos, que comiencen desde hoy a amar con un amor ardiente, con el amor con el que Yo los amo. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy los llamo a aceptar y vivir mis mensajes con seriedad. Estos días son los días en los que ustedes necesitan decirse por Dios, por la Paz por el Bien. Que todo odio y celos desaparezcan de sus vidas y de sus pensamientos y que sólo more el amor a Dios y a su prójimo. Así, sólo así ustedes serán capaces de discernir los signos de este tiempo. Yo estoy con ustedes y los guío hacia un tiempo nuevo, un tiempo que Dios les da como gracia a fin de que ustedes lleguen a conocerlo más a El. Gracias por haber respondido a mi llamado!

Ese año, la aparición duró tres minutos, luego Mirjana, toda en lágrimas, se retiró a su habitación. He aquí lo que Mirjana dijo sobre su encuentro con la Virgen:
"Recé con la Virgen tres Padrenuestros y tres Glorias: el primero fue por los no creyentes, es decir, por aquellos que aún no han conocido el amor de Dios; el otro por las almas del Purgatorio, y el tercero por las intenciones de los presentes en la aparición. La Virgen bendijo a todos los presentes y también los artículos religiosos. Durante la aparición, la Virgen no estaba alegre como lo había estado durante las apariciones anteriores en el día de mi cumpleaños. Me habló acerca de los secretos, pero no puedo decir nada acerca de eso."
La vidente Mirjana, a la pregunta de por qué había llorado y si la Virgen había dado un mensaje, respondió:
"Es tan difícil cuando la Virgen se va. El encuentro con Ella es el cumplimiento de todo, me hace sentir plena. Pero, cuando se va, me doy cuenta que estoy aquí, en la tierra, que continúo sin Ella como si hubiera sido abandonada, aunque sé que no es así. Es realmente difícil, difícil,…
En el mensaje la Virgen habló del amor que nosotros necesitamos. Su deseo es que la gente se ame recíprocamente, porque Dios es amor, y si amamos a Dios, nos amaremos los unos a los otros. Comprendí que este mensaje es un mensaje de consuelo y de que no debemos sentir miedo si tenemos amor."
El mensaje de la Virgen dice:
¡Queridos hijos! Como Madre, desde hace muchos años les enseño sobre la fe y el amor de Dios. No han demostrado gratitud ni han dado gloria al Padre querido. Se han vuelto vacíos y vuestro corazón se ha vuelto duro y sin amor hacia los padecimientos de vuestro prójimo. Yo les enseño el amor y les muestro que el Padre querido los ha amado, pero no ustedes a El. Ha sacrificado al propio Hijo por vuestra salvación, hijos míos. Mientras no amen, no conocerán el amor de vuestro Padre. No Lo conocerán, porque Dios es amor. Amen y no tengan miedo, porque hijos míos, en el amor no hay miedo. Si vuestros corazones están abiertos al Padre y si están llenos de amor hacia El, ¿por qué tener miedo de lo que viene? Tienen miedo aquellos que no aman, porque esperan castigos y saben cuan duros y vacíos son. Hijos, yo los conduzco al amor, hacia el Padre querido. Los conduzco hacía la vida eterna. La vida eterna es mi Hijo. Recíbanlo y habrán recibido el amor.

¡Queridos hijos! Hoy los invito al amor. Hijitos, sin amor no pueden vivir ni con Dios ni con el hermano. Por eso, los invito a abrir sus corazones al amor de Dios que es tan grande y abierto a cada uno de ustedes. Dios, por amor al hombre, me ha enviado a ustedes para mostrarles el camino de la salvación, el camino del amor. Si ustedes no aman primero a Dios, tampoco serán capaces de amar al prójimo ni a quien odian. Por eso, hijitos, oren y a través de la oración descubrirán el amor. Gracias por haber respondido a mi llamado!

La aparición aconteció a la 13,50 y tuvo una duración de seis minutos. La Virgen no habló acerca de los secretos, y dio el mensaje siguiente:
¡Queridos hijos! Como madre les ruego, no vayan por el camino que han emprendido. Ese es un camino sin amor hacia el prójimo y hacia mi Hijo. En ese camino hallarán sólo la dureza y el vacío del corazón, y no la paz que todos ustedes ansían. La paz verdadera la tendrá sólo aquel que en el prójimo ve y ama a mi Hijo. Aquel que deja reinar a mi Hijo en su corazón, sabe lo que es la paz y la placidez. Gracias por haber respondido a mi llamado.

¡Queridos hijos! En este tiempo, mientras todavía tienen la mirada puesta en el año pasado, les llamo hijitos, a mirar profundamente vuestrto corazón y decidirse a estar más cerca de Dios y de la oracion. Hijitos, vosotros estáis todavía atados a las cosas terrenales y poco a la vida espiritual. Que mi llamado de hoy, sea también para vosotros, un estímulo para decidirse por Dios y por la conversión de cada día. Hijitos, ustedes no poden convertirse si no abandonan los pecados y si no se deciden por el amor hacia Dios y hacia el prójimo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Comentario del mensaje


La aparición comenzó a las 14:09 y duró hasta las 14:14. La Virgen dio el mensaje siguiente:
¡Queridos hijos! Vengo a ustedes como Madre que, por sobre todas las cosas, ama a sus hijos. Hijos míos, también a ustedes deseo ensenarles a amar. Oro por esto. Oro para que en cada prójimo vuestro reconozcan a mi Hijo. El camino a mi Hijo, que es verdadera paz y amor, pasa a través del amor a todos los que los rodean. Hijos míos, oren y ayunen para que vuestro corazón esté abierto a esta intención mía.

Queridos hijos, nuevamente os llamo a la fe. Mi corazón maternal desea que vuestros corazones esten abiertos para poder deciros: creed. Hijos mios, sólo la fe os dará fuerzas en las pruebas de la vida. Renovará vuestras almas y os abrirá a los caminos de la esperanza. Yo estoy con vosotros. Yo os reúno alrededor mio porque deseo ayudaros, para que vosotros podáis ayudar a vuestro prójimo a descubrir la fe que es la única alegría y felicidad de vida. Gracias.

Queridos hijos, con amor maternal deseo abrir el corazón de cada uno de vosotros y enseñaros la unión personal con el Padre. Para aceptar eso, debéis comprender que sois importantes para Dios y que Él os llama individualmente. Debéis comprender que vuestra oración es diálogo de un hijo con el Padre, que el amor es el camino que debéis emprender, el amor hacia Dios y hacia vuestro prójimo. Este es, hijos míos, un amor que no tiene límites, es un amor que nace en la verdad y llega hasta el final. Seguidme, hijos míos, para que también los demás, al reconocer la verdad y el amor en vosotros, os puedan seguir. ¡Gracias!
La Virgen una vez más invitó a orar por nuestros pastores. Dijo: “Ellos ocupan un lugar especial en mi Corazón, ellos representan a mi Hijo.”

Queridos hijos, os invito a ser en el espíritu una sola cosa con mi Hijo. Os invito, a que, a través de la oración y de la Santa Misa, cuando mi Hijo se une de manera especial a vosotros, procuréis ser como Él: para que estéis siempre dispuestos como Él a cumplir la voluntad de Dios, y a no pedir que se realice la vuestra. Porque, hijos míos, por la voluntad de Dios sois y existís, pero sin la voluntad de Dios, no sois nada. Yo, como Madre, os pido que con vuestra vida habléis de la gloria de Dios, porque de esa forma también os glorificaréis a vosotros mismos, según su voluntad. Mostrad humildad con todos, y amor hacia el prójimo. Por medio de esa humildad y de ese amor, mi Hijo os ha salvado y os ha abierto el camino hacia el Padre Celestial. Os ruego que abráis el camino al Padre Celestial a todos aquellos que no le han conocido y no han abierto el corazón a su amor. Con vuestra vida abrid el camino a todos aquellos que todavía divagan en busca de la verdad. Hijos míos, sed mis apóstoles que no viven en vano. No olvidéis que vosotros iréis ante el Padre Celestial y le hablaréis de vosotros. ¡Estad preparados! Nuevamente os advierto: orad por aquellos a quienes mi Hijo ha llamado, ha bendecido sus manos y os los ha dado a vosotros. Orad, orad, orad por vuestros pastores. Os lo agradezco.

Queridos hijos, de nuevo os invito maternalmente a amar. Orad, sin cesar, por el don del amor; a amar vuestro Padre Celestial sobre todas las cosas. Cuando le amáis a Él, os amáis vosotros mismos y a vuestro prójimo. Eso no se puede separar. El Padre Celestial está en cada persona, ama a cada uno y llama a cada uno por su propio nombre. Hijos míos, por eso, a través de la oración, escuchad la voluntad del Padre Celestial, hablad con Él, estableced una relación personal con el Padre, que hará aún más profunda la relación con vosotros mismos, la comunidad de mis hijos, mis apóstoles. Como Madre deseo, que por medio de la oración hacia el Padre Celestial, os pongáis por encima de las vanidades terrenales que son estériles, y que ayudéis a los demás, para que poco a poco conozcáis y os acerquéis al Padre Celestial. Hijos míos, orad, orad, orad por el don del amor, porque el amor es Mi Hijo. Orad por vuestros pastores, para que tengan siempre amor por vosotros, como Mi Hijo lo ha tenido y lo ha demostrado dando Su Vida por vuestra salvación. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, con amor materno os ruego: amaos los unos a los otros. Que en vuestros corazones esté siempre, como mi Hijo ha querido desde el principio: en el primer lugar, el amor hacia el Padre Celestial y hacia vuestro prójimo, por encima de todo lo terrenal. Queridos hijos míos, ¿es que no reconocéis los signos de los tiempos? ¿es que no os dais cuenta de que todo eso que está en torno a vosotros —lo que está sucediendo—, es porque no hay amor? Comprended que la salvación está en los verdaderos valores. Aceptad el poder del Padre Celestial, amadlo y respetadlo. Encaminaos y seguid los pasos de mi Hijo. Vosotros, hijos míos, apóstoles míos queridos, siempre os reunís de nuevo en torno a mí, porque estáis sedientos. Estáis sedientos de paz, de amor y de felicidad. Bebed de mis manos. Mis manos os ofrecen a mi Hijo, que es manantial de agua pura. Él reavivará vuestra fe y purificará vuestros corazones, porque mi Hijo ama los corazones puros y los corazones puros aman a mi Hijo. Solo los corazones puros son humildes y tienen una fe pura. Os pido esos corazones. Hijos míos, mi Hijo me dijo que yo era la Madre de toda la Humanidad. A vosotros, que me aceptáis como tal, os pido que me ayudéis con vuestra vida, oración y sacrificio, para que todos mis hijos me acepten como Madre, para que yo los pueda conducir al manantial de agua pura. Os doy las gracias. Queridos hijos míos, mientras vuestros pastores, con sus manos benditas, os ofrecen el Cuerpo de mi Hijo, dad gracias siempre en vuestro corazón a mi Hijo por su Sacrificio y por los pastores que os lo dan a vosotros siempre de nuevo.

¡Queridos hijos! Os he elegido a vosotros, apóstoles míos, porque todos lleváis en vosotros algo hermoso. Vosotros me podéis ayudar a fin de que el amor por el cual mi Hijo murió, y luego resucitó, venza nuevamente. Por eso os invito, apóstoles míos, a que en toda criatura de Dios, en todos mis hijos, procuréis ver algo bueno y procuréis comprenderlos. Hijos míos, todos vosotros sois hermanos por el mismo Espíritu Santo. Vosotros que estáis llenos de amor hacia mi Hijo, podéis narrar a todos aquellos que no han conocido ese amor, lo que vosotros sabéis. Vosotros habéis conocido el amor de mi Hijo, habéis comprendido Su Resurrección, vosotros ponéis vuestros ojos con alegría en Él. Mi deseo maternal es que todos mis hijos estén unidos en el amor a Jesús. Por eso os invito, apóstoles míos, a vivir la Eucaristía con alegría, porque en la Eucaristía mi Hijo se os da siempre de nuevo, y con Su ejemplo os muestra el amor y el sacrificio por el prójimo. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos! También hoy oro al Espíritu Santo para que llene sus corazones con una fe firme. La oración y la fe llenarán su corazón de amor y de alegría, y ustedes serán una señal para aquellos que están lejos de Dios. Hijitos, exhórtense unos a otros a la oración con el corazón, para que la oración llene su vida, y ustedes, hijitos, cada día serán, sobre todo, testigos del servicio a Dios en la adoración y al prójimo en la necesidad. Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado.

Queridos hijos, como Madre de la Iglesia, como vuestra Madre, sonrío mientras os veo venir a mí, cómo os reunís en torno a mí y cómo me buscáis. Mis venidas entre vosotros son prueba de cuánto el Cielo os ama. Ellas os muestran el camino hacia la vida eterna, hacia la salvación. Apóstoles míos, vosotros que os esforzáis en tener un corazón puro y a mi Hijo en él, estáis en el buen camino. Vosotros que buscáis a mi Hijo, buscáis el buen camino. Él dejó muchos signos de Su amor. Él dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si estáis dispuestos al sacrificio y la penitencia, si tenéis paciencia, misericordia y amor por vuestro prójimo. Muchos de mis hijos no ven y no escuchan porque no quieren. No aceptan mis palabras ni mis obras, pero mi Hijo, a través de mí, os invita a todos. Su Espíritu ilumina a todos mis hijos en la luz del Padre Celestial, en la comunión del Cielo y la tierra, en el amor recíproco. Porque el amor llama al amor y hace que las obras sean más importantes que las palabras. Por tanto, apóstoles míos, orad por vuestra Iglesia, amadla y haced obras de amor. Por cuanto haya sido traicionada y herida, ella está aquí, porque proviene del Padre Celestial. ¡Orad por vuestros pastores!, para que podáis ver en ellos la grandeza del amor de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, por voluntad del Padre Celestial, como Madre de Aquel que os ama, estoy aquí con vosotros para ayudaros a conocerlo, a seguirlo. Mi Hijo os ha dejado las huellas de sus pies para que os sea más fácil seguirlo. No temáis, no estéis inseguros, yo estoy con vosotros. No os dejéis desanimar, porque es necesaria mucha oración y mucho sacrificio por aquellos que no oran, aquellos que no aman y no conocen a mi Hijo. Ayudadlo viendo en ellos a vuestros hermanos. Apóstoles de mi amor, prestad atención a mi voz en vosotros, sentid mi amor materno. Por eso, orad; orad actuando, orad dando, orad con amor, orad con las obras y con los pensamientos, en el Nombre de mi Hijo. Cuanto más amor deis tanto más recibiréis; el amor surgido del Amor ilumina el mundo; la redención es amor y el amor no tiene fin. Cuando mi Hijo venga de nuevo a la Tierra buscará el amor en vuestros corazones. Hijos míos, Él ha hecho por vosotros muchas obras de amor: yo os enseño a verlas, a comprenderlas y a darle gracias amándolo y perdonando siempre de nuevo al prójimo; porque amar a mi Hijo significa perdonar. A mi Hijo no se lo ama si no se sabe perdonar al prójimo, si no se intenta comprenderlo, si se lo juzga. Hijos míos, ¿de qué os sirve la oración si no amáis y no perdonáis? Os doy las gracias.

Queridos hijos, como Madre yo os hablo con palabras simples, pero llenas de amor y de solicitud por mis hijos que, por medio de mi Hijo, me habéis sido confiados. Mi Hijo, que es del eterno presente, os habla con palabras de vida y siembra amor en los corazones abiertos. Por eso os pido, apóstoles de mi amor: tened corazones abiertos, siempre dispuestos a la misericordia y al perdón. Por mi Hijo, perdonad siempre al prójimo, porque así la paz estará en vosotros. Hijos míos, preocuparos por vuestra alma, porque es lo único que en realidad os pertenece. Os olvidáis de la importancia de la familia. La familia no debería ser lugar de sufrimiento y dolor, sino lugar de comprensión y ternura. Las familias que intentan vivir según mi Hijo viven en amor recíproco. Desde que mi Hijo era pequeño, me decía que para Él todos los hombres son sus hermanos. Por eso recordad, apóstoles de mi amor, que todos los hombres que encontráis, son familia para vosotros; hermanos según mi Hijo. Hijos míos, no perdáis el tiempo pensando en el futuro con preocupación. Que vuestra única preocupación sea, cómo vivir bien cada momento según mi Hijo: he ahí la paz. Hijos míos, no olvidéis nunca orar por vuestros pastores. Orad para que puedan acoger a todos los hombres como hijos suyos y sean para ellos padres espirituales según mi Hijo. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, vosotros a quienes mi Hijo ama, vosotros a los que yo amo inmensamente con amor maternal, no permitáis que el egoísmo y el amor propio reinen en el mundo; no permitáis que el amor y la bondad estén ocultos. Vosotros que sois amados y que habéis conocido el amor de mi Hijo, recordad que ser amados significa amar. Hijos míos, tened fe. Cuando tenéis fe, sois felices y difundís la paz; vuestra alma exulta de alegría. En esa alma está mi Hijo. Cuando os dais por la fe, cuando os dais por amor, cuando hacéis el bien a vuestro prójimo, mi Hijo sonríe en vuestra alma. Apóstoles de mi amor, yo me dirijo a vosotros como Madre, os reúno en torno a mí y deseo conduciros por el camino del amor y de la fe, por el camino que conduce a la Luz del mundo. Por causa del amor y de la fe estoy aquí; porque deseo con mi bendición maternal daros esperanza y fuerza en vuestro camino. Porque el camino que conduce a mi Hijo no es fácil: está lleno de renuncias, de entrega, de sacrificio, de perdón y de mucho, mucho amor. Pero ese camino conduce a la paz y a la alegría. Hijos míos, no creáis en las falsas voces que os hablan de cosas falsas y de una falsa luz. Vosotros, hijos míos, volved a la Sagrada Escritura. Con inmenso amor os miro y por gracia de Dios me manifiesto a vosotros. Hijos míos, venid conmigo, que vuestra alma exulte de alegría. ¡Os doy las gracias!

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