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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'perdonar'

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¡Queridos hijos! Hoy los invito a decidirse por la Paz. Oren a Dios para que les dé la verdadera paz. Vivan la paz en sus corazones y comprenderán, queridos hijos, que la paz es un don de Dios. Queridos hijos, sin amor no pueden vivir la paz. El fruto de la paz es el amor y el fruto del amor es el perdón. Yo estoy con ustedes y los invito a todos, hijitos, a que primeramente perdonen en la familia y entonces serán capaces de perdonar a los demás. Gracias por haber respondido a mi llamado!

Ivanka tuvo su aparición en la casa de sus padres, ésta duró 6 minutos. Después de la aparición Ivanka ha dicho: "La Virgen me ha hablado del quinto mensaje y ha pronunciado el siguiente mensaje:"
Queridos hijos, oren con el corazón para que sepan perdonar y ser perdonados. Les agradezco por las oraciones y el amor que me donan.

¡Queridos hijos! Hoy los invito a comprender que sin amor no pueden comprender que Dios debe estar en primer lugar en su vida. Por eso, hijitos, los invito a todos a amar, no con amor humano, sino con el amor de Dios. Así su vida será más hermosa y no interesada. Comprenderán que Dios se da por amor del modo más simple. Hijitos, para que puedan comprender mis palabras que les doy por amor, oren, oren, oren y podrán con amor aceptar a los demás y perdonar a todos aquellos que les han hecho mal. Respondan con oración; la oración es el fruto del amor hacia Dios creador. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Comentario del mensaje


Queridos hijos, hoy los invito con corazón materno a que aprendan a perdonar completamente y sin condiciones. Ustedes sufren injusticias, traiciones y persecuciones, pero por esto están más cerca y son más queridos por Dios. Hijos míos, oren por el don del amor. Sólo el amor perdona todo, como hizo mi Hijo. ¡Síganlo! Estoy en medio de ustedes y oro para que cuando estén frente al Padre puedan decir: 'aquí estoy, Padre, he seguido a tu Hijo, he amado y perdonado con el corazón porque creía en tu juicio y confío en Ti'. Gracias.

Queridos hijos, hoy los invito a que, con plena confianza y amor, se pongan en camino conmigo, porque deseo conducirlos al conocimiento de mi Hijo. No teman, hijos míos, estoy aquí con ustedes, estoy junto a ustedes. Les muestro el camino para perdonarse a ustedes mismos, perdonar a los otros, y con arrepentimiento sincero de corazón, arrodillarse ante el Padre. Hagan que muera todo lo que en ustedes les impide amar y salvarse. Que puedan estar con Él y en Él. Decídanse por un nuevo comienzo, un inicio de amor sincero a Dios mismo. Gracias.

Queridos hijos: estoy en medio de vosotros porque deseo ayudaros a superar las pruebas que este tiempo de purificación pone delante de vosotros. Hijos míos, una de ellas es el no perdonar y el no pedir perdón. Cada pecado ofende el amor y os aleja de Él; ¡el amor es Mi Hijo! Por eso, hijos míos, si deseáis caminar conmigo hacia la paz del amor de Dios, debéis aprender a perdonar y pedir perdón. ¡Os lo agradezco!

Queridos hijos, el amor me trae a vosotros, el amor que también os deseo enseñar a vosotros el amor verdadero. El amor que mi Hijo os ha mostrado, cuando murió en la cruz, desde el amor, por vosotros. El amor que siempre está dispuesto a perdonar y pedir perdón. ¿Cuán grande es el amor vuestro? Mi corazón materno está triste mientras está buscando el amor en vuestros corazones. No estáis dispuestos a someter, desde el amor, vuestra voluntad a la voluntad de Dios. No podéis ayudarme a que, aquellos que no han conocido el amor de Dios lo conozcan, porque vosotros no tenéis el verdadero amor. Consagradme vuestros corazones y yo os guiaré. Os enseñaré a perdonar, a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo. No tengáis miedo por vosotros mismos. Mi Hijo no olvida, en las desgracias, a aquellos que aman. Yo estaré con vosotros. Oraré al Padre Celestial que os ilumine con la luz de la eterna verdad y del amor. Orad por vuestros pastores, para que, a través de vuestro ayuno y oración, puedan guiaros en el amor. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, os llamo a todos y os acepto como hijos mios. Oro para que vosotros me aceptéis y me améis como Madre. Os he unido a todos vosotros en mi Corazón, he descendido entre vosotros y os bendigo. Sé que vosotros deseáis de mí consuelo y esperanza, porque os amo e intercedo por vosotros. Yo os pido a vosotros que os unáis conmigo en mi Hijo y seáis mis apóstoles. Para que podáis hacerlo, os invito de nuevo a amar. No hay amor sin oración -no hay oración sin perdón, porque el amor es oración-, el perdón es amor. Hijos míos, Dios os ha creado para amar, amad para poder perdonar. Cada oración que proviene del amor os une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo os ilumina y os hace apóstoles míos, apóstoles que todo lo que harán, lo harán en nombre del Señor. Ellos orarán con obras y no sólo con palabras, porque aman a mi Hijo y comprenden el camino de la verdad que conduce a la vida eterna. Orad por vuestros pastores, para que puedan siempre guiaros con un corazón puro por el camino de la verdad y del amor, por el camino de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, por voluntad del Padre Celestial, como Madre de Aquel que os ama, estoy aquí con vosotros para ayudaros a conocerlo, a seguirlo. Mi Hijo os ha dejado las huellas de sus pies para que os sea más fácil seguirlo. No temáis, no estéis inseguros, yo estoy con vosotros. No os dejéis desanimar, porque es necesaria mucha oración y mucho sacrificio por aquellos que no oran, aquellos que no aman y no conocen a mi Hijo. Ayudadlo viendo en ellos a vuestros hermanos. Apóstoles de mi amor, prestad atención a mi voz en vosotros, sentid mi amor materno. Por eso, orad; orad actuando, orad dando, orad con amor, orad con las obras y con los pensamientos, en el Nombre de mi Hijo. Cuanto más amor deis tanto más recibiréis; el amor surgido del Amor ilumina el mundo; la redención es amor y el amor no tiene fin. Cuando mi Hijo venga de nuevo a la Tierra buscará el amor en vuestros corazones. Hijos míos, Él ha hecho por vosotros muchas obras de amor: yo os enseño a verlas, a comprenderlas y a darle gracias amándolo y perdonando siempre de nuevo al prójimo; porque amar a mi Hijo significa perdonar. A mi Hijo no se lo ama si no se sabe perdonar al prójimo, si no se intenta comprenderlo, si se lo juzga. Hijos míos, ¿de qué os sirve la oración si no amáis y no perdonáis? Os doy las gracias.

Queridos hijos, os hablo como vuestra Madre, Madre de los justos, Madre de aquellos que aman y sufren, Madre de los santos. Hijos míos, también vosotros podéis ser santos, eso depende de vosotros. Santos son aquellos que aman sin medida al Padre Celestial, aquellos que lo aman sobre todas las cosas. Por eso, hijos míos, procurad siempre ser mejores. Si procuráis ser buenos, podéis ser santos, sin pensar que lo sois. Si pensáis que sois buenos, no sois humildes y la soberbia os aleja de la santidad. En este mundo inquieto, lleno de amenazas, vuestras manos, apóstoles de mi amor, deberían estar extendidas en oración y misericordia.

A mí, hijos míos, regaladme el Rosario, esas rosas que tanto amo. Mis rosas son vuestras oraciones dichas con el corazón y no solo recitadas con los labios. Mis rosas son vuestras obras de oración, de fe y de amor. Cuando mi Hijo era pequeño, me decía que mis hijos serían numerosos y me traerían muchas rosas. Yo no lo comprendía. Ahora sé que esos hijos sois vosotros, que me traéis rosas cuando amáis a mi Hijo sobre todas las cosas, cuando oráis con el corazón, cuando ayudáis a los más pobres. ¡Esas son mis rosas! Esa es la fe que hace que todo en la vida se haga por amor, que no se conozca la soberbia, que se esté pronto a perdonar; nunca juzgar y tratar siempre de comprender al propio hermano. Por eso, apóstoles de mi amor, orad por aquellos que no saben amar, por aquellos que no os aman, por aquellos que os han hecho mal, por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. Hijos míos, esto es lo que pido de vosotros, porque recordad: orar significa amar y perdonar. Os doy las gracias.

Queridos hijos, cuando en la Tierra llega a faltar el amor, cuando no se encuentra el camino de la salvación, yo, la Madre, vengo a ayudaros para que conozcáis la verdadera fe, viva y profunda; para ayudaros a que améis de verdad. Como Madre anhelo vuestro amor recíproco, vuestra bondad y vuestra pureza. Mi deseo es que seáis justos y os améis. Hijos míos, sed alegres en el espíritu, sed puros, sed niños. Mi Hijo decía que amaba estar entre los corazones puros, porque los corazones puros son siempre jóvenes y alegres. Mi Hijo os decía que perdonéis y os améis. Sé que esto no siempre es fácil: el sufrimiento hace que crezcáis en el espíritu. Para poder crecer cada vez más espiritualmente, debéis perdonar y amaros sincera y verdaderamente. Muchos hijos míos en la Tierra no conocen a mi Hijo, no lo aman; pero vosotros, que amáis a mi Hijo, vosotros que lo lleváis en el corazón, orad, orad y, orando, sentid a mi Hijo junto a vosotros, que vuestra alma respire su Espíritu. Yo estoy en medio de vosotros y os hablo de pequeñas y grandes cosas. No me cansaré nunca de hablaros de mi Hijo, amor verdadero. Por eso, hijos míos, abridme vuestros corazones, permitidme que os guíe maternalmente. Sed apóstoles del amor de mi Hijo y del mío. Como Madre os pido: no olvidéis a aquellos que mi Hijo ha llamado para guiaros. Llevadlos en el corazón y orad por ellos. Os doy las gracias.

Queridos hijos, os invito a que acojáis mis palabras con sencillez de corazón, que como Madre os digo para que emprendáis el camino de la luz plena, de la pureza, del amor único de mi Hijo, hombre y Dios. Una alegría, una luz que no se puede describir con palabras humanas, penetrará en vuestra alma y os envolverá la paz y el amor de mi Hijo. Es lo que deseo para todos mis hijos. Por eso vosotros, apóstoles de mi amor, vosotros que sabéis amar, vosotros que sabéis perdonar, vosotros que no juzgáis, vosotros a los que yo exhorto: sed ejemplo para todos aquellos que no van por el camino de la luz y del amor, o que se han desviado de él. Con vuestra vida mostradles la verdad. Mostradles el amor, porque el amor supera todas las dificultades, y todos mis hijos tienen sed de amor. Vuestra unión en el amor es un regalo para mi Hijo y para mí. Pero, hijos míos, recordad que amar significa desear el bien a vuestro prójimo y desear la conversión de su alma. Pero, mientras os miro reunidos en torno a mí, mi Corazón está triste, porque veo muy poco el amor fraterno, el amor misericordioso. Hijos míos, la Eucaristía, mi Hijo vivo en medio vuestro y sus palabras, os ayudarán a comprender, porque Su Palabra es vida, Su Palabra hace que el alma respire, Su Palabra hace conocer el amor. Queridos hijos nuevamente os pido como Madre que desea el bien de sus hijos: amad a vuestros pastores, orad por ellos. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, como Madre que conoce a sus hijos, sé que clamáis por mi Hijo. Sé que anheláis la verdad, la paz, lo que es puro y que no es engañoso. Por eso yo, como Madre, me dirijo a vosotros por medio del amor de Dios, y os invito a que, orando con un corazón puro y abierto, podáis conocer por vosotros mismos a mi Hijo, su amor, su Corazón misericordioso.

Mi Hijo veía la belleza en todas las cosas. Él busca el bien en todas las almas, incluso lo pequeño y escondido, para perdonar el mal. Por eso, hijos míos, apóstoles de mi amor, os invito a adorarlo, a agradecerle continuamente y a ser dignos. Porque Él os ha dicho palabras divinas, palabras de Dios, palabras que son para todos y para siempre.

Por eso, hijos míos, vivid la alegría, la serenidad, la unidad y el amor mutuo. Eso es lo que vosotros necesitáis en el mundo de hoy. Así seréis apóstoles de mi amor, así daréis testimonio de mi Hijo de la manera correcta. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, solo un corazón puro y abierto hará que realmente conozcáis a mi Hijo, y que todos los que no conocen su amor lo conozcan a través vuestro. Solo el amor os hará comprender que él es más fuerte que la muerte, porque el amor verdadero ha vencido a la muerte y ha hecho que la muerte no exista.

Hijos míos, el perdón es la forma más sublime del amor. Vosotros, apóstoles de mi amor, debéis orar para que podáis ser más fuertes en el espíritu y podáis comprender y perdonar. Vosotros, apóstoles de mi amor, con la comprensión y con el perdón, dais ejemplo de amor y de misericordia. Poder comprender y perdonar es un don, por el que hay que orar, y que hay que cultivar. Al perdonar, demostráis que sabéis amar.

Mirad, hijos míos, cómo el Padre Celestial os ama con gran amor, con comprensión, perdón y justicia; mirad cómo me da a vosotros, Madre de vuestros corazones. Heme aquí, en medio vuestro, para bendeciros con la bendición maternal, para invitaros a la oración y al ayuno, para deciros que creáis, que tengáis esperanza, que perdonéis, que oréis por vuestros pastores y, sobre todo, que améis incondicionalmente. Hijos míos, seguidme. Mi camino es el camino de la paz y del amor, el camino de mi Hijo. Es el camino que conduce al triunfo de mi Corazón. Os doy las gracias.

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