Lengua 

Actualizaciónes  | Medjugorje  | Mensajes  | Artículos y Noticias  | Videos[EN]  | Galería[EN] | Mapa del Sitio  | Sobre[EN]

www.medjugorje.ws » Text version » Mensajes de Medjugorje » Mensajes de Medjugorje conteniendo 'padre'

Mensajes de Medjugorje conteniendo 'padre'

Total found: 99
Queridos hijos, deseo actuar a través de vosotros, mis hijos, mis apóstoles, para que al final pueda reunir a todos mis hijos allí donde está todo preparado para su felicidad. Oro por vosotros, para que con las obras podáis convertir a los demás, porque ha llegado el tiempo de las obras de la verdad, de mi Hijo. Mi amor obrará en vosotros, me serviré de vosotros. Tened confianza en mí, porque todo lo que deseo, lo deseo para vuestro bien, eterno bien, creado por el Padre Celestial. Vosotros, hijos míos, apóstoles míos, vivís la vida terrena en comunidad con mis hijos que no han conocido el amor de mi Hijo, aquellos que a mí no me llaman Madre. Pero no tengáis miedo de dar testimonio de la verdad, porque, si vosotros no tenéis miedo y dais testimonio con valor, la verdad milagrosamente vencerá. Pero recordad: ¡la fuerza está en el amor! Hijos míos, el amor es arrepentimiento, perdón, oración, sacrificio y misericordia. Si sabéis amar con las obras convertiréis a los demás, permitiréis que la luz de mi Hijo penetre en las almas. ¡Os doy las gracias! Orad por vuestros pastores, ellos pertenecen a mi Hijo, Él los ha llamado. Orad para que siempre tengan la fuerza y el valor de brillar con la luz de mi Hijo.

Queridos hijos, queridos apóstoles míos del amor, mis portadores de la verdad, os invito nuevamente y os reúno en torno a mí para que me ayudéis, para que ayudéis a todos mis hijos sedientos del amor y de la verdad, sedientos de mi Hijo. Yo soy una gracia enviada por el Padre Celestial para ayudaros a vivir la Palabra de mi Hijo. Amaos los unos a los otros. Yo viví vuestra vida terrena y sé que no es siempre fácil, pero si os amáis unos a otros, oraréis con el corazón y alcanzaréis cumbres espirituales y se abrirá para vosotros el camino hacia el Paraíso. Allí os espero yo, vuestra Madre, porque estoy allí. Sed fieles a mi Hijo y enseñad la fidelidad a los demás. Estoy con vosotros, os ayudaré. Os enseñaré la fe para que sepáis transmitirla de manera correcta a los demás. Os enseñaré la verdad para que sepáis discernir. Os enseñaré el amor para que conozcáis lo que es el verdadero amor. Queridos hijos, mi Hijo logrará hablar a través de vuestras palabras y de vuestras obras. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, aquí estoy entre vosotros para alentaros, para llenaros con mi amor y para invitaros nuevamente a ser testigos del amor de mi Hijo. Muchos de mis hijos no tienen esperanza, no tienen paz, no tienen amor. Ellos están buscando a mi Hijo, pero no saben cómo ni dónde encontrarlo. Mi Hijo les abre a ellos sus brazos, y vosotros ayudadlos a que lleguen a Su abrazo. Hijos míos, por eso debéis orar por el amor. Debéis orar mucho, mucho para que tengáis siempre más amor, porque el amor vence la muerte y hace que la vida perdure. Apóstoles de mi amor, hijos míos, con un corazón simple y sincero uníos siempre en oración por más lejos que estéis unos de otros. Animaos mutuamente en el crecimiento espiritual, como yo os animo a vosotros. Yo velo por vosotros y estoy junto a vosotros siempre que pensáis en mí. Orad también por vuestros pastores, por aquellos que han renunciado a todo por mi Hijo y por vosotros. Amadlos y orad por ellos. El Padre Celestial escucha vuestras oraciones. Os doy las gracias.

Queridos hijos, yo estoy siempre con vosotros, porque mi Hijo os ha confiado a mí. Y vosotros hijos míos, vosotros me necesitáis, me buscáis, venís a mí y alegráis mi Corazón materno. Yo tengo y siempre tendré amor para vosotros, para vosotros que sufrís y que ofrecéis vuestros dolores y sufrimientos a Mi Hijo y a mí. Mi amor busca el amor de todos mis hijos y mis hijos buscan mi amor. Por medio del amor, Jesús busca la comunión entre el Cielo y la Tierra, entre el Padre celestial y vosotros, mis hijos, su Iglesia. Por eso necesitamos orar mucho, orar y amar la Iglesia a la cual pertenecéis. Ahora la Iglesia está sufriendo y necesita apóstoles que, al amar la comunión, al testimoniar y dar, muestren los caminos de Dios. Necesita apóstoles que, viviendo la Eucaristía con el corazón, realicen grandes obras; necesita de vosotros, mis apóstoles del amor. Hijos míos, la Iglesia ha sido perseguida y traicionada desde sus inicios, pero ha crecido día a día. Es indestructible, porque mi Hijo le ha dado un corazón: la Eucaristía. La luz de Su Resurrección ha brillado y brillará sobre ella. ¡Por eso no temáis! Orad por vuestros pastores para que tengan la fuerza y el amor de ser puentes de salvación. ¡Os doy las gracias!

En la última aparición diaria del 12 de setiembre de 1998, la Virgen le dijo a Jakov Colo que tendría una aparición cada año, el 25 de Diciembre. Así ha ocurrido también este año. La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La aparición comenzó a las 14:08, y duró 10 minutos, luego dio el siguiente mensaje:
¡Queridos hijos! Todos estos años que Dios me permite estar con ustedes, son un signo del inmenso amor que Dios siente por cada uno y una señal de lo mucho que Dios los ama. Hijitos, ¡cuántas gracias el Altísimo les ha dado y cuántas gracias desea darles! Sin embargo, hijitos, sus corazones están cerrados y viven en el miedo y no permiten que el amor de Jesús y Su paz tomen posesión de sus corazones y gobiernen sus vidas. Vivir sin Dios es vivir en la oscuridad y nunca llegar a conocer el amor del Padre y Su cuidado por cada uno de ustedes. Por eso, hijitos, hoy de una manera especial oren a Jesús para que desde hoy vuestra vida experimente un nuevo nacimiento en Dios y llegue a ser una luz que irradie de ustedes. De esta manera se convertirán en testigos de la presencia de Dios en el mundo y en cada persona que vive en la oscuridad. Hijitos, yo los amo e intercedo por ustedes cada día ante el Altísimo. Gracias por haber respondido a mi llamado.

Queridos hijos, mi venida en medio de vosotros es un regalo del Padre Celestial para vosotros. Por Su amor, vengo a ayudaros a encontrar el camino hacia la verdad, a encontrar el camino hacia mi Hijo. Vengo a confirmaros la verdad. Quiero recordaros las palabras de mi Hijo. Él ha pronunciado palabras de salvación para todo el mundo, palabras de amor para todos, amor que demostró con Su sacrificio. Pero también, hoy muchos de mis hijos no lo conocen, no desean conocerlo, son indiferentes. A causa de vuestra indiferencia mi Corazón sufre dolorosamente. Mi Hijo ha estado siempre en el Padre. Al nacer en la Tierra, traía lo divino, y de mí adquirió lo humano. Con Él llegó a nosotros la Palabra. Con Él llegó la luz del mundo, que penetra en los corazones, los ilumina y los llena de amor y de consuelo. Hijos míos, todos los que aman a mi Hijo lo pueden ver, porque Su rostro se ve en las almas que están llenas de amor hacia Él. Por lo tanto, hijos míos, apóstoles míos, escuchadme: dejad la vanidad y el egoísmo, no viváis solo para lo terrenal, lo material. Amad a mi Hijo y haced que los demás vean Su rostro por medio de vuestro amor por Él. Yo os ayudaré a conocerlo siempre más y os hablaré de Él. ¡Os doy las gracias!

La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año. Varios miles de peregrinos se reunieron para orar el Rosario. La aparición comenzó a las 13:50 y duró hasta las 13:56.
Queridos hijos, con un corazón maternal lleno de amor hacia ustedes, mis hijos, deseo enseñarles la plena confianza en Dios Padre. Deseo que aprendan a seguir la voluntad de Dios mirando y escuchando en vuestro interior. Deseo que aprendan a confiar infinitamente en Su gracia y en Su amor, como yo siempre he confiado. Por eso, hijos míos, purifiquen sus corazones. Libérense de todo lo que los ata únicamente a lo terrenal y permitan a lo divino dar forma a vuestra vida, a través de vuestra oración y sacrificio; que en sus corazones esté presente el Reino de Dios; que comiencen a vivir a partir de Dios Padre; que procuren caminar siempre con mi Hijo. Y para todo esto, hijos míos, deben ser pobres en espíritu y estar llenos de amor y de misericordia. Deben tener corazones puros y simples, y estar siempre dispuestos a servir. Hijos míos, escúchenme, les hablo para vuestra salvación. Les doy las gracias.

Hijos míos, mi Corazón materno desea vuestra sincera conversión y fe firme para que podáis transmitir el amor y la paz a todos aquellos que os rodean. Pero, hijos míos, no lo olvidéis: cada uno de vosotros es un mundo único ante el Padre Celestial; por eso, permitid que la obra incesante del Espíritu Santo actúe en vosotros. Sed, hijos míos, espiritualmente puros. En la espiritualidad está la belleza: todo lo que es espiritual está vivo y es muy hermoso. No olvidéis que en la Eucaristía, que es el corazón de la fe, mi Hijo está siempre con vosotros, viene a vosotros y parte el pan con vosotros porque, hijos míos, Él ha muerto por vosotros, ha resucitado y viene nuevamente. Estas palabras mías vosotros las conocéis porque son la verdad y la verdad no cambia; solo que muchos hijos míos la han olvidado. Hijos míos, mis palabras no son ni antiguas ni nuevas, son eternas. Por eso os invito, hijos míos, a mirar bien los signos de los tiempos, a recoger las cruces despedazadas y a ser apóstoles de la Revelación. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, como Madre de la Iglesia, como vuestra Madre, sonrío mientras os veo venir a mí, cómo os reunís en torno a mí y cómo me buscáis. Mis venidas entre vosotros son prueba de cuánto el Cielo os ama. Ellas os muestran el camino hacia la vida eterna, hacia la salvación. Apóstoles míos, vosotros que os esforzáis en tener un corazón puro y a mi Hijo en él, estáis en el buen camino. Vosotros que buscáis a mi Hijo, buscáis el buen camino. Él dejó muchos signos de Su amor. Él dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si estáis dispuestos al sacrificio y la penitencia, si tenéis paciencia, misericordia y amor por vuestro prójimo. Muchos de mis hijos no ven y no escuchan porque no quieren. No aceptan mis palabras ni mis obras, pero mi Hijo, a través de mí, os invita a todos. Su Espíritu ilumina a todos mis hijos en la luz del Padre Celestial, en la comunión del Cielo y la tierra, en el amor recíproco. Porque el amor llama al amor y hace que las obras sean más importantes que las palabras. Por tanto, apóstoles míos, orad por vuestra Iglesia, amadla y haced obras de amor. Por cuanto haya sido traicionada y herida, ella está aquí, porque proviene del Padre Celestial. ¡Orad por vuestros pastores!, para que podáis ver en ellos la grandeza del amor de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, mi presencia viva y real entre vosotros, tiene que haceros felices, debido al gran amor de mi Hijo. Él me envía entre vosotros para que con mi amor maternal os dé seguridad, para que comprendáis que el dolor y la alegría, el sufrimiento y el amor, hacen que vuestra alma viva intensamente; para invitaros nuevamente a glorificar el Corazón de Jesús, el corazón de la fe: la Eucaristía. Mi Hijo, día a día, a través de los siglos, retorna vivo en medio de vosotros, regresa a vosotros, aunque en verdad, nunca os ha abandonado. Cuando uno de vosotros, hijos míos, regresa a Él, mi Corazón materno exulta de alegría. Por eso, hijos míos, regresad a la Eucaristía, a mi Hijo. El camino hacia mi Hijo es difícil, lleno de renuncias, pero al final está siempre la luz. Yo comprendo vuestros dolores y sufrimientos, y con amor maternal, enjugo vuestras lágrimas. Confiad en mi Hijo, porque Él hará por vosotros lo que ni siquiera sabríais pedir. Vosotros, hijos míos, debéis preocuparos solo por el alma, porque ella es lo único que os pertenece en la Tierra. Sucia o limpia, la tendréis que presentar ante el Padre Celestial. Recordad: la fe en el amor de mi Hijo siempre es recompensada. Os pido que oréis, de manera especial, por quienes mi Hijo ha llamado a vivir según Él y a amar a su rebaño. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, he venido a vosotros, en medio de vosotros, para que me deis vuestras preocupaciones, para que las presente a mi Hijo e interceda ante Él por vosotros y vuestro bien. Sé que cada uno de vosotros tiene sus preocupaciones, sus pruebas; por eso os invito maternalmente: venid a la Mesa de mi Hijo. Él, por vosotros, parte el pan, se da a vosotros, os da la esperanza. A vosotros os pide más fe, más esperanza y más vitalidad. Pide vuestra lucha interior contra el egoísmo, contra el juicio y las debilidades humanas. Por eso yo, como Madre, os digo: orad, porque la oración os da la fuerza para la lucha interior. Mi Hijo, de pequeño, me decía a menudo que muchos me habrían amado y llamado Madre. Yo, aquí en medio de vosotros, siento amor y os doy las gracias. Por medio de este amor, ruego a mi Hijo para que ninguno de vosotros, hijos míos, vuelva a casa igual que antes, para que llevéis siempre más esperanza, misericordia y amor; para que seáis apóstoles del amor, aquellos que con su vida testimoniarán que el Padre Celestial es fuente de vida y no de muerte. Queridos hijos, nuevamente y maternalmente os pido: orad por los elegidos de mi Hijo, por sus manos bendecidas, por vuestros pastores, para que puedan predicar a mi Hijo siempre con más amor, y así obrar conversiones. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, por voluntad de mi Hijo y por mi amor materno, vengo a vosotros, mis hijos, y especialmente por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. A vosotros os doy mi amor materno y os traigo la bendición de mi Hijo. Vengo a vosotros que en mí pensáis, que me invocáis. ¿Tenéis corazones puros y abiertos? ¿Veis los dones, los signos de mi presencia y de mi amor? Hijos míos, en vuestra vida terrena, actuad siguiendo mi ejemplo. Mi vida ha sido dolor, silencio y una inmensa fe y confianza en el Padre Celestial. Nada sucede por casualidad: ni el dolor ni la alegría, ni el sufrimiento ni el amor. Todas estas son gracias que mi Hijo os da y que os conducen a la vida eterna. Mi Hijo pide de vosotros amor y oración en Él. Amar y orar en Él –y yo como Madre os lo enseñaré–, significa: orar en el silencio de vuestra alma, y no solo recitando con los labios. Este es el gesto más pequeño y hermoso que podéis realizar en nombre de mi Hijo: esto es paciencia, misericordia, aceptación del dolor y el sacrificio realizado por los otros. Hijos míos, mi Hijo os mira. Orad para que vosotros también podáis ver Su Rostro, para que este pueda ser revelado a vosotros. Hijos míos, yo os revelo la única y auténtica verdad; orad para que podáis comprenderla y para que podáis difundir el amor y la esperanza; para que podáis ser apóstoles de mi amor. De manera especial, mi Corazón materno ama a los pastores; orad por sus manos benditas. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, el Espíritu Santo, por el Padre Celestial, me ha hecho Madre, la Madre de Jesús y con esto, también vuestra Madre. Por eso vengo para escucharos, para abriros mis brazos maternos, para daros mi Corazón y para invitaros a permanecer conmigo. Porque desde lo alto de la Cruz mi Hijo os ha confiado a mí. Pero lamentablemente, muchos hijos míos no han conocido el amor de mi Hijo y muchos no desean conocerlo. ¡Oh hijos míos!, qué mal hacen aquellos que, para poder creer necesitan ver o razonar. Por eso hijos míos, apóstoles míos, en el silencio de vuestro corazón, escuchad la voz de mi Hijo, para que vuestro corazón sea Su morada, para que no sea un corazón oscuro ni triste, sino iluminado por la luz de mi Hijo. Con la fe buscad la esperanza, porque la fe es la vida del alma. Nuevamente os invito: orad. Orad para poder vivir la fe en humildad, en la paz del alma e iluminados por la luz. Hijos míos, no os esforcéis en comprenderlo todo de una vez, porque tampoco yo lo comprendía todo, sin embargo, he amado y he creído en las palabras divinas que mi Hijo decía, Él, que ha sido la primera luz y el origen de la redención. Apóstoles de mi amor, vosotros que oráis, que os sacrificáis, vosotros que amáis y no juzgáis, id y difundid la verdad: las palabras de mi Hijo, el Evangelio, porque vosotros sois el evangelio vivo, vosotros sois los rayos de la luz de mi Hijo. Mi Hijo y yo estaremos a vuestro lado, os alentaremos y os pondremos a prueba. Hijos míos, pedid siempre la bendición de aquellos, y solo de aquellos, cuyas manos ha bendecido mi Hijo, de sus pastores. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, mi Hijo ha sido fuente de amor y de luz, cuando en la Tierra habló al pueblo de todos los pueblos. Apóstoles míos, seguid su luz. Esto no es fácil: debéis ser pequeños, debéis aprender a haceros más pequeños que los otros, y con la ayuda de la fe, llenaros de Su amor. Ningún hombre en la tierra, sin fe, puede vivir una experiencia milagrosa. Yo estoy con vosotros; me manifiesto a vosotros con estas venidas, con estas palabras; deseo testimoniaros mi amor y mi preocupación maternal. Hijos míos, no perdáis el tiempo haciendo preguntas a las que nunca recibís respuesta: al final de vuestro viaje terreno os las dará el Padre Celestial. Sabed siempre que Dios lo sabe todo, Dios ve y Dios ama. Mi amadísimo Hijo ilumina las vidas y dispersa la oscuridad; y mi amor materno, que me trae a vosotros, es indescriptible, misterioso, pero es real. Yo expreso mis sentimientos hacia vosotros: amor, comprensión y afecto maternal. De vosotros, apóstoles míos, busco las rosas de vuestra oración, que deben ser obras de amor; estas son para mi Corazón maternal las oraciones más queridas, y yo se las presento a mi Hijo, que ha nacido por vosotros. Él os ve y os escucha; nosotros siempre estamos cerca vuestro. Este es el amor que llama, une, convierte, alienta y llena. Por eso, apóstoles míos, amaos siempre los unos a los otros, pero, sobre todo, amad a mi Hijo: este es el único camino hacia la salvación y hacia la vida eterna. Esta es mi oración más querida que, con el perfume más hermoso de rosas, llena mi Corazón. Orad, orad siempre por vuestros pastores, para que tengan la fuerza de ser la luz de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, como en otros lugares donde he venido, también aquí os llamo a la oración. Orad por aquellos que no conocen a mi Hijo, por aquellos que no han conocido el amor de Dios; contra el pecado; por los consagrados: por aquellos que mi Hijo ha llamado a tener amor y espíritu de fortaleza para vosotros y para la Iglesia. Orad a mi Hijo, y el amor que experimentáis por Su cercanía, os dará fuerza y os dispondrá para las obras de amor que vosotros haréis en su Nombre. Hijos míos, estad preparados: ¡este tiempo es un momento crucial! Por eso yo os llamo nuevamente a la fe y a la esperanza. Os muestro el camino a seguir: el de las palabras del Evangelio. Apóstoles de mi amor, el mundo tiene mucha necesidad de vuestras manos alzadas al Cielo, hacia mi Hijo y hacia el Padre Celestial. Es necesaria mucha humildad y pureza de corazón. Confiad en mi Hijo y sabed vosotros que siempre podéis ser mejores. Mi Corazón materno desea que vosotros, apóstoles de mi amor, seáis pequeñas luces del mundo; que iluminen allí donde las tinieblas desean reinar: que con vuestra oración y amor mostréis el camino correcto, y salvéis almas. Yo estoy con vosotros. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, por voluntad del Padre Celestial, como Madre de Aquel que os ama, estoy aquí con vosotros para ayudaros a conocerlo, a seguirlo. Mi Hijo os ha dejado las huellas de sus pies para que os sea más fácil seguirlo. No temáis, no estéis inseguros, yo estoy con vosotros. No os dejéis desanimar, porque es necesaria mucha oración y mucho sacrificio por aquellos que no oran, aquellos que no aman y no conocen a mi Hijo. Ayudadlo viendo en ellos a vuestros hermanos. Apóstoles de mi amor, prestad atención a mi voz en vosotros, sentid mi amor materno. Por eso, orad; orad actuando, orad dando, orad con amor, orad con las obras y con los pensamientos, en el Nombre de mi Hijo. Cuanto más amor deis tanto más recibiréis; el amor surgido del Amor ilumina el mundo; la redención es amor y el amor no tiene fin. Cuando mi Hijo venga de nuevo a la Tierra buscará el amor en vuestros corazones. Hijos míos, Él ha hecho por vosotros muchas obras de amor: yo os enseño a verlas, a comprenderlas y a darle gracias amándolo y perdonando siempre de nuevo al prójimo; porque amar a mi Hijo significa perdonar. A mi Hijo no se lo ama si no se sabe perdonar al prójimo, si no se intenta comprenderlo, si se lo juzga. Hijos míos, ¿de qué os sirve la oración si no amáis y no perdonáis? Os doy las gracias.

Queridos hijos, ¡quién mejor que yo puede hablaros del amor y del dolor de mi Hijo! He vivido con Él, he sufrido con Él. Durante la vida terrena he experimentado el dolor, porque fui madre. Mi Hijo amaba los pensamientos y las obras del Padre Celestial, el verdadero Dios. Y, como Él me decía, había venido para redimiros. Yo escondía mi dolor en el amor, y vosotros, hijos míos, tenéis numerosas preguntas. No comprendéis el dolor. No comprendéis que, a través del amor de Dios, debéis aceptar el dolor y soportarlo. Cada criatura de Dios lo experimentará en menor o mayor medida, pero, con la paz en el alma y en estado de gracia, la esperanza existe: es mi Hijo, Dios, nacido de Dios. Sus palabras son la semilla de la vida eterna que, sembradas en las almas buenas, producen numerosos frutos. Mi Hijo ha llevado sobre sí el dolor porque ha tomado sobre sí vuestros pecados. Por eso, hijos míos, apóstoles de mi amor, vosotros que sufrís, sabed que vuestros dolores se convertirán en luz y en gloria. Hijos míos, mientras soportáis el dolor, mientras sufrís, el Cielo entra en vosotros. Y vosotros, dad un poco de Cielo y mucha esperanza a quienes tenéis alrededor. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, os hablo como vuestra Madre, Madre de los justos, Madre de aquellos que aman y sufren, Madre de los santos. Hijos míos, también vosotros podéis ser santos, eso depende de vosotros. Santos son aquellos que aman sin medida al Padre Celestial, aquellos que lo aman sobre todas las cosas. Por eso, hijos míos, procurad siempre ser mejores. Si procuráis ser buenos, podéis ser santos, sin pensar que lo sois. Si pensáis que sois buenos, no sois humildes y la soberbia os aleja de la santidad. En este mundo inquieto, lleno de amenazas, vuestras manos, apóstoles de mi amor, deberían estar extendidas en oración y misericordia.

A mí, hijos míos, regaladme el Rosario, esas rosas que tanto amo. Mis rosas son vuestras oraciones dichas con el corazón y no solo recitadas con los labios. Mis rosas son vuestras obras de oración, de fe y de amor. Cuando mi Hijo era pequeño, me decía que mis hijos serían numerosos y me traerían muchas rosas. Yo no lo comprendía. Ahora sé que esos hijos sois vosotros, que me traéis rosas cuando amáis a mi Hijo sobre todas las cosas, cuando oráis con el corazón, cuando ayudáis a los más pobres. ¡Esas son mis rosas! Esa es la fe que hace que todo en la vida se haga por amor, que no se conozca la soberbia, que se esté pronto a perdonar; nunca juzgar y tratar siempre de comprender al propio hermano. Por eso, apóstoles de mi amor, orad por aquellos que no saben amar, por aquellos que no os aman, por aquellos que os han hecho mal, por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. Hijos míos, esto es lo que pido de vosotros, porque recordad: orar significa amar y perdonar. Os doy las gracias.

En la última aparición diaria del 12 de setiembre de 1998, la Virgen le dijo a Jakov Colo que tendría una aparición cada año, el 25 de Diciembre. Así ha ocurrido también este año. La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La aparición comenzó a las 14:07, y duró 10 minutos, luego dio el siguiente mensaje:
Queridos hijos, hoy en este día de gracia, los invito a pedir al Señor el don de la fe. Hijos míos, decídanse por Dios y comiencen a vivir y a creer en lo que Dios les pide. Creer, hijos míos, significa poner sus vidas en las manos de Dios, en las manos del Señor que los ha creado y que los ama inmensamente. No sean creyentes solo con palabras, sino testimonien su fe a través de las obras y con su ejemplo personal. Hablen con Dios, con su Padre. Ábranle y entréguenle sus corazones y verán cómo sus corazones cambian y cómo su vida admirará las obras de Dios. Hijos míos, no hay vida sin Dios, por eso yo como su Madre, intercedo y le pido a mi Hijo que renueve sus corazones y llene su vida con Su inmenso Amor. Gracias por haber respondido a mi llamado.

Queridos hijos, grandes obras ha hecho en mí el Padre Celestial, como las hace en todos aquellos que tiernamente lo aman y le sirven con fe. Hijos míos, el Padre Celestial os ama y por su amor yo estoy aquí con vosotros. Él os habla, ¿por qué no queréis ver los signos? Con Él todo es más fácil: el dolor vivido con Él se vuelve más tenue porque existe la fe. La fe ayuda en el dolor y sin la fe el dolor lleva a la desesperación. El dolor vivido y ofrecido a Dios enaltece. ¿Acaso no ha sido mi Hijo quien por su doloroso sacrificio ha salvado el mundo? Como Madre suya estaba con Él en el dolor y en el sufrimiento, como estoy con todos vosotros. Hijos míos, estoy con vosotros en la vida, en el dolor, en el sufrimiento, en la alegría y en el amor. Por eso tened esperanza. La esperanza hace comprender que la vida está ahí. Hijos míos yo os hablo, mi voz habla a vuestra alma, mi Corazón habla a vuestro corazón. ¡Oh apóstoles de mi amor!, cuánto os ama mi Corazón materno, cuántas cosas deseo enseñaros. Cuánto desea mi Corazón materno que estéis completos, y podéis estarlo solamente cuando en vosotros el alma, el cuerpo y el amor estén unidos. Os ruego, como hijos míos: orad por la Iglesia y sus servidores —vuestros pastores; que la Iglesia sea como mi Hijo la desea: pura como agua de manantial y llena de amor. ¡Os doy las gracias!

Para de comparación con distinto lingüístico versión escoja

 

PC version: Esta página | Medjugorje | Apariciones  | Mensanjes  | Artículos  | Galería[EN]  | Medjugorje Videos[EN]