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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'hacen'

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¡Queridos hijos! Hoy quiero decirles que deben orar antes de iniciar cada trabajo y terminarlo con oración. Si lo hacen así, Dios los bendecirá a ustedes y su trabajo. En estos días ustedes han estado orando poco y trabajando mucho. Por tanto, oren. En la oración encontrarán descanso. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Día tras día los he invitado a la renovación y a la oración en la parroquia, pero ustedes no lo han aceptado. Hoy los invito por última vez. Ahora es Cuaresma y ustedes, como parroquia, podrían proponerse aceptar por amor mi invitación. Si no lo hacen, Yo no deseo seguirles dando otros mensajes. Dios así me lo ha permitido. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy quiero hacerles esta invitación: OREN, OREN, OREN! En la oración, ustedes conocerán el gozo más grande y encontrarán la solución a cualquier situación difícil. Gracias por los progresos que hacen en la oración! Cada uno de ustedes es querido a mi Corazón y agradezco a todos aquellos que han incrementado la oración en sus familias. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Cada cosa tiene su tiempo. Hoy los invito a comenzar a trabajar en sus corazones. Todos los trabajos han terminado. Ustedes encuentran tiempo para limpiar hasta los rincones menos importantes, pero hacen a un lado su corazón. Trabajen más y, con amor, limpien cada rinconcito de su corazón. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy los invito a trabajar en la Iglesia. Yo los amo a todos por igual y deseo que todos trabajen, cada cual según su capacidad. Yo sé, queridos hijos, que ustedes pueden pero que no lo hacen porque se consideran demasiado limitados e insignificantes para esas cosas. Sean valientes y ofrezcan pequeas flores a la Iglesia y a Jesús, para que todos podamos sentirnos satisfechos. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy los invito a entregarme su corazón, para que Yo pueda cambiarlo y hacerlo semejante a mi Corazón. Ustedes se preguntan, queridos hijos, por qué no son capaces de hacer todo lo que Yo les pido. No lo pueden hacer porque no me han entregado su corazón para que Yo lo cambie. Ustedes hablan, pero no lo hacen. Los invito a hacer todo aquello que Yo les digo. De esa manera, Yo estaré con ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Hoy también los invito a abrirse a la oración. Hijitos, viven en un tiempo en que Dios les da grandes gracias, y ustedes no saben aprovecharlas. Se preocupan de todo lo demás, menos del alma y de la vida espiritual. Despierten del sueño cansado de su alma y digan a Dios con todas sus fuerzas, Sí. Decídanse por la conversión y la santidad. Estoy con ustedes hijitos, y los invito a la perfección de su alma y de todo lo que hacen. Gracias por haber respondido a mi llamado!

¡Queridos hijos! Aún hoy, los llamo a orar por la paz.Oren con el corazón hijitos, y no pierdan la esperanza porque Dios ama a sus criaturas. El desea salvarlos, uno por uno, a través de mis venidas aquí. Los invito al camino de la santidad. Oren, porque en la oración ustedes están abiertos a la voluntad de Dios, así, en todo lo que hacen, cumplen la voluntad de Dios en ustedes y a través de ustedes. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Comentario del mensaje


Queridos hijos, como Madre me siento feliz de estar en medio de vosotros, porque deseo hablaros nuevamente de las palabras de mi Hijo y de Su amor. Espero que me aceptéis con el corazón, porque las palabras de mi Hijo y Su amor, son la única luz y esperanza en la oscuridad del presente. Esta es la única verdad, y vosotros, que la aceptaréis y la viviréis, tendréis corazones puros y humildes. Mi Hijo ama a los puros y a los humildes. Los corazones puros y humildes dan vida a las palabras de mi Hijo: las viven, las difunden y buscan la forma de que todos las escuchen. Las palabras de mi Hijo hacen renacer a quienes las escuchan, las palabras de mi Hijo hacen que regresen el amor y la esperanza. Por eso, mis queridos apóstoles, hijos míos, vivid las palabras de mi Hijo. Amaos como Él os ha amado. Amaos en Su nombre y en Su memoria. La Iglesia progresa y crece gracias a aquellos que escuchan las palabras de mi Hijo, gracias a aquellos que aman, gracias a aquellos que sufren y padecen en silencio y en la esperanza de la redención definitiva. Por eso queridos hijos míos, que las palabras de mi Hijo y Su amor estén en el primer y último pensamiento del día. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, mi presencia viva y real entre vosotros, tiene que haceros felices, debido al gran amor de mi Hijo. Él me envía entre vosotros para que con mi amor maternal os dé seguridad, para que comprendáis que el dolor y la alegría, el sufrimiento y el amor, hacen que vuestra alma viva intensamente; para invitaros nuevamente a glorificar el Corazón de Jesús, el corazón de la fe: la Eucaristía. Mi Hijo, día a día, a través de los siglos, retorna vivo en medio de vosotros, regresa a vosotros, aunque en verdad, nunca os ha abandonado. Cuando uno de vosotros, hijos míos, regresa a Él, mi Corazón materno exulta de alegría. Por eso, hijos míos, regresad a la Eucaristía, a mi Hijo. El camino hacia mi Hijo es difícil, lleno de renuncias, pero al final está siempre la luz. Yo comprendo vuestros dolores y sufrimientos, y con amor maternal, enjugo vuestras lágrimas. Confiad en mi Hijo, porque Él hará por vosotros lo que ni siquiera sabríais pedir. Vosotros, hijos míos, debéis preocuparos solo por el alma, porque ella es lo único que os pertenece en la Tierra. Sucia o limpia, la tendréis que presentar ante el Padre Celestial. Recordad: la fe en el amor de mi Hijo siempre es recompensada. Os pido que oréis, de manera especial, por quienes mi Hijo ha llamado a vivir según Él y a amar a su rebaño. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, el Espíritu Santo, por el Padre Celestial, me ha hecho Madre, la Madre de Jesús y con esto, también vuestra Madre. Por eso vengo para escucharos, para abriros mis brazos maternos, para daros mi Corazón y para invitaros a permanecer conmigo. Porque desde lo alto de la Cruz mi Hijo os ha confiado a mí. Pero lamentablemente, muchos hijos míos no han conocido el amor de mi Hijo y muchos no desean conocerlo. ¡Oh hijos míos!, qué mal hacen aquellos que, para poder creer necesitan ver o razonar. Por eso hijos míos, apóstoles míos, en el silencio de vuestro corazón, escuchad la voz de mi Hijo, para que vuestro corazón sea Su morada, para que no sea un corazón oscuro ni triste, sino iluminado por la luz de mi Hijo. Con la fe buscad la esperanza, porque la fe es la vida del alma. Nuevamente os invito: orad. Orad para poder vivir la fe en humildad, en la paz del alma e iluminados por la luz. Hijos míos, no os esforcéis en comprenderlo todo de una vez, porque tampoco yo lo comprendía todo, sin embargo, he amado y he creído en las palabras divinas que mi Hijo decía, Él, que ha sido la primera luz y el origen de la redención. Apóstoles de mi amor, vosotros que oráis, que os sacrificáis, vosotros que amáis y no juzgáis, id y difundid la verdad: las palabras de mi Hijo, el Evangelio, porque vosotros sois el evangelio vivo, vosotros sois los rayos de la luz de mi Hijo. Mi Hijo y yo estaremos a vuestro lado, os alentaremos y os pondremos a prueba. Hijos míos, pedid siempre la bendición de aquellos, y solo de aquellos, cuyas manos ha bendecido mi Hijo, de sus pastores. ¡Os doy las gracias!

Queridos hijos, mi Corazón materno llora mientras miro lo que hacen mis hijos. Los pecados se multiplican, la pureza del alma es cada vez menos importante, se olvida a mi Hijo, y se adora siempre menos y mis hijos son perseguidos. Por eso, hijos míos, apóstoles de mi amor, con el alma y con el corazón, invocad el Nombre de mi Hijo; Él tendrá palabras de luz para vosotros. Él se manifiesta a vosotros, parte el Pan con vosotros y os da palabras de amor para que las transforméis en obras de misericordia y, de este modo, lleguéis a ser testigos de la verdad. Por eso, hijos míos, no tengáis miedo. Permitid que mi Hijo esté en vosotros; Él se servirá de vosotros para atender a aquellos que están heridos y para convertir a las almas perdidas. Por eso, hijos míos, regresad a la oración del Rosario. Rezadlo con sentimientos de bondad, de sacrificio y de misericordia. Orad no solo con las palabras, sino también con obras de misericordia; orad con amor hacia todas las personas. Mi Hijo, con su Sacrificio, ha enaltecido el amor; por eso, vivid con Él para tener fuerza y esperanza, para tener el amor que es vida y que conduce a la vida eterna. Por ese amor de Dios también yo estoy con vosotros y os seguiré guiando con amor materno. Os doy las gracias.

Queridos hijos, al miraros reunidos en torno a mí, vuestra Madre, veo muchas almas puras, a muchos hijos míos que buscan el amor y la consolación, pero que nadie os la ofrece. Veo también a aquellos que hacen el mal, porque no tienen buenos ejemplos, no han conocido a mi Hijo: ese bien que es silencioso y se difunde a través de las almas puras, es la fuerza que sostiene este mundo. Los pecados son muchos, pero también existe el amor. Mi Hijo me envía a vosotros, la Madre, la misma para todos, para que os enseñe a amar y comprendáis que sois hermanos. Él desea ayudaros. Apóstoles de mi amor, es suficiente un vivo deseo de fe y amor y mi Hijo lo aceptará; pero debéis ser dignos, tener buena voluntad y corazones abiertos. ¡Mi Hijo entra en los corazones abiertos! Yo, como Madre, deseo que lleguéis a conocer mejor a mi Hijo, Dios nacido de Dios, para que conozcáis la grandeza de Su amor, del que vosotros tenéis tanta necesidad. Él ha tomado sobre sí vuestros pecados, ha obtenido la redención para vosotros, y a cambio, os ha pedido que os améis los unos a los otros. Mi Hijo es amor, Él ama a todos los hombres sin distinción, a los hombres de todas las naciones y de todos los pueblos. Si vivierais, hijos míos, el amor de mi Hijo, Su Reino estaría ya en la Tierra. Por eso, apóstoles de mi amor, orad, orad para que mi Hijo y Su amor estén más cerca de vosotros, para poder ser ejemplo del amor y poder ayudar a todos aquellos que no han conocido a mi Hijo. Nunca olvidéis que mi Hijo, Uno y Trino, os ama. Orad y amad a vuestros pastores. ¡Os doy las gracias!

“Queridos hijos, el amor y la bondad del Padre Celestial dan revelaciones que hacen que la fe crezca y se comprenda, y traiga paz, seguridad y esperanza. Así también yo, hijos míos, por medio del amor misericordioso del Padre Celestial, siempre y de nuevo, os muestro el camino hacia mi Hijo, hacia la salvación eterna. Pero, lamentablemente, muchos de mis hijos no quieren escucharme, y muchos de ellos dudan. Y yo, yo siempre, en el tiempo y más allá del tiempo, he magnificado (engrandecido) al Señor por todo lo que ha hecho en mí y a través de mí. Mi Hijo se da a vosotros, parte el Pan con vosotros, os habla palabras de vida eterna para que las llevéis a todos. Y vosotros, hijos míos, apóstoles de mi amor, ¿a qué teméis si mi Hijo está con vosotros? Ofrecedle vuestras almas para que Él pueda morar en ellas, y pueda hacer de vosotros instrumentos de la fe e instrumentos del amor. Hijos míos, vivid el Evangelio, vivid el amor misericordioso hacia el prójimo y, ante todo, vivid el amor hacia el Padre celestial. Hijos míos, no estáis unidos por casualidad. El Padre Celestial no une a nadie por casualidad. Mi Hijo habla a vuestras almas y yo os hablo a vuestro corazón. Como Madre os digo: seguidme, amaos los unos a los otros, dad testimonio. Con vuestro ejemplo, no tengáis miedo de defender la verdad: la Palabra de Dios, que es eterna y nunca cambia. Hijos míos, quien obra a la luz del amor misericordioso y de la verdad, siempre recibe ayuda del cielo y no está solo. Apóstoles de mi amor, que siempre os reconozcan entre todos los demás por pasar inadvertidos, por el amor y la serenidad. Yo estoy con vosotros. ¡Os doy las gracias!"

Queridos hijos: la voluntad y el amor del Padre Celestial hacen que yo esté aquí, en medio de vosotros, para ayudaros con amor maternal al crecimiento de la fe en vuestro corazón, para que podáis comprender verdaderamente el propósito de la vida terrenal y la grandeza de la vida celestial. Hijos míos, la vida terrenal es el camino hacia la eternidad, hacia la verdad y la vida, hacia mi Hijo. Quiero llevaros por ese camino. Vosotros, hijos míos, vosotros que siempre tenéis sed de más amor, verdad y fe, sabed que solo existe una fuente de la cual podéis beber: la confianza en el Padre Celestial, la confianza en Su amor. Abandonaos completamente a Su voluntad y no temáis. Todo lo que sea mejor para vosotros, todo lo que os lleve a la vida eterna, os será dado. Comprenderéis que el propósito de la vida no siempre es ansiar y tener, sino amar y dar. Tendréis verdadera paz y verdadero amor, seréis apóstoles del amor; con vuestro ejemplo haréis que esos hijos míos que no conocen a mi Hijo y Su amor deseen conocerlo. Hijos míos, apóstoles de mi amor, adorad conmigo a mi Hijo y amadlo por encima de todo. Procurad vivir siempre en Su verdad. Os doy las gracias.

¡Queridos hijos! Estoy con ustedes tanto tiempo porque Dios es grande en Su amor y en mi presencia. Los invito, hijitos: regresen a Dios y a la oración. Que el amor sea la medida de su vida y no olviden, hijitos, que la oración y el ayuno hacen milagros en ustedes y a su alrededor. Que todo lo que hagan sea para la gloria de Dios; entonces el cielo llenará su corazón de gozo y sentirán que Dios los ama y me envía a salvarlos y a salvar la tierra en la que viven. Gracias por haber respondido a mi llamado.

¡Queridos hijos! Estoy con ustedes para guiarlos por el camino de la conversión porque, hijitos, con sus vidas pueden acercar muchas almas a mi Hijo. Sean testigos gozosos de la Palabra y del amor de Dios, con la esperanza en el corazón que vence todo mal. Perdonen a los que les hacen mal y caminen por la senda de la santidad. Los conduzco a mi Hijo para que Él sea para ustedes Camino, Verdad y Vida. Gracias por haber respondido a mi llamado".

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