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Eco de Maria Reina de la Paz 189 (Septiembre-Ottobre 2006)

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Mensaje del 25 de julio de 2006:
“Queridos hijos, en este tiempo no pen-
séis sólo en el reposo de vuestro cuerpo sino,
hijitos, buscad también tiempo para el alma.
Que el Espíritu Santo os hable en el silencio,
y permitidle que os convierta y os cambie.Yo
estoy con vosotros e intercedo ante Dios por
cada uno de vosotros. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamada!”
El tiempo del alma
Cristo en nosotros es el misterio de sal-
vación escondido desde siglos y generacio-
nes, pero ahora manifestado a sus santos,
dice Pablo (cfr. Col. 1, 26-27) reconociendo
haber recibido la gracia de anunciar a los
Gentiles las inescrutables riquezas de Cristo
y de poner de manifiesto a los ojos de todos,
el misterio escondido desde siglos, en la
mente de Dios
(Ef 3, 8-9). Con la venida de
Cristo, con su Vida, Muerte y Resurrección,
queda concluida la revelación de Dios
Creador y Padre. Conocemos todo cuanto es
necesario para nuestra salvación. ¿Qué es lo
que aún nos falta? Si uno no nace de lo alto,
no puede conocer el Reino de Dios
(Jn 3, 3),
dice Jesús a Nicodemo; y añade, si uno no
nace del agua y del Espíritu, no puede entrar
en el Reino de Dios
(Jn 3,5).
Ahora como entonces, no sólo basta
saber, sino que es necesario dejarse invadir
por la Sabiduría misma; no basta hacer, sino
que es necesario dejar que el Dios Creador
haga en nosotros. Aunque no obstante exis-
te el peligro de refugiarnos en un dios per-
sonal e intimista, hecho a nuestra propia
imagen y por tanto, un ídolo. También exis-
te el riesgo de extrapolar la Palabra y los
Sacramentos del Espíritu que los genera y
por tanto una vez más, nos enfrentamos al
riesgo de sustituir a Dios por un ídolo. Son
dos aspectos de una misma realidad existen-
cial y connatural al hombre nacido de la car-
ne y no del Espíritu (cfr Jn 3,6).
Nosotros que tantas veces al día implora-
mos al Padre diciendo venga Tu Reino,
hágase Tu Voluntad ¿
Damos a estas palabras
el significado original, o simplemente es una
oración rutinaria? La oración es coloquio
con Dios ¿o la lista de las necesidades que le
presentamos? Llamándole Padre nuestro
¿asumimos las características de Su Único
Hijo, dándole nuestra vida incondicional-
mente? No podemos relacionarnos con Dios
como con cualquier otro interlocutor por
importante que sea; o nos damos del todo a
Dios, o corremos el riesgo de no darle nada.
Nuestro Dios es un Dios celoso (cfr Ef
20,5). También el tiempo es un don suyo y a
Él debe ser orientado, dedicado y ofrecido,
no para privarnos de él, sino para vivirlo
con mayor plenitud, para no desperdiciarlo
y para no disiparlo; para no prostituirlo
como sucede con todo lo que le sustraemos.
En este tiempo no penséis solo en el repo-
so de vuestro cuerpo sino, hijitos, buscad
también tiempo para el alma
, nos exhorta
María. Especialmente en los países más
ricos, se tiene cada vez menos tiempo para
el alma, es decir, para el encuentro con
Dios. El cuerpo, con sus presuntas o verda-
deras necesidades, requiere cada vez más
tiempo sometiendo a sus exigencias tam-
bién el tiempo del descanso.
Que el Espíritu Santo os hable en el
silencio y permitidle que os convierta y os
cambie.
María nos llama a dos actitudes
muy claras y precisas, necesarias para la
conversión y el cambio y que no podemos
conseguir por nosotros mismos. Hacer
silencio para que el Espíritu nos hable
–oración de escucha- y permitir al
Espíritu que nos convierta y nos cambie
–abandono en Dios-. No acusemos después
a Dios de nuestra falta de respuesta a su
Amor, puesto que somos nosotros, sólo
nosotros, los que podemos impedirle que
actúe en nuestras vidas, los que le rehuse-
mos y los que cedamos nuestra primogeni-
tura por un plato de lentejas (cfr Gen 25, 29-
34). El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está a las puertas; convertíos y creed
en el evangelio
(Mc 1,15).
Nuccio Quattrocc
hi
Mensaje del 25 de agosto de 2006
“¡Queridos hijos! También hoy os invi-
to: orad, orad, orad. Solamente en la ora-
ción estaréis cerca de mí y de mi Hijo, y os
daréis cuenta de cuán breve es esta vida.
En vuestro corazón nacerá el deseo del
Cielo; la alegría reinará en vuestros cora-
zones y la oración fluirá como un río. En
vuestras palabras habrá solamente agrade-
cimiento a Dios por haberos creado, y el
deseo de la santidad llegará a ser realidad
en vosotros. ¡Gracias por haber respondi-
do a mi llamada!”
Deseo de cielo
La criatura humana es expresión del
Amor de Dios, y debe de tenerlo en cuenta
para no decaer de su dignidad original. La
relación entre Dios y el hombre no tiene en
cuenta sólo al Creador y a Su criatura sino
que involucra a toda la creación la cual
espera con impaciencia la revelación de los
hijos de Dios (
Rm 8,21). El hombre que se
revela hijo de Dios se libera a si mismo y al
mundo en el que está inmerso de la caduci-
dad a la cual ha sido precipitado, y lo hace
partícipe de la gloria del hijo de Dios (Rm
8,21). Esta intuición de Pablo, sorprendente
para los tiempos en los que él vivió, hoy es
evidente para todos, porque está ante los
ojos de todos cómo la frustrada revelación
de los hijos de Dios está destruyendo a la
naturaleza. El hombre tiene el deber de
expresarse y alcanzar lo que es en su esen-
cia: imagen de Dios, y lo que Cristo ha
logrado que seamos, hijos de Dios. Por esto
María nos ha sido dada como Madre por
Jesús muriendo en la Cruz, para generar a
los hijos de Dios. Por esto María nos visita
y nos llama una y otra vez incansablemente.
Queridos hijos, también hoy os invito:
orad, orad, orad
. La oración abre nuestra
alma al Amor de Dios, nos dispone a la gra-
cia sacramental, y nos permite vivir y llevar
Su Amor al mundo. La oración no puede
quedar reducida a algo mecánico o automá-
tico, sino que debe sacudir las vísceras de
quien la practica, y de alguna forma de
Quien la escucha. Debe llamar a la iglesia
celeste y terrestre, e investir e involucrar al
universo, debe trasladar al hombre al seno
de Dios. Solamente en la oración estaréis
cerca de mí y de mi Hijo
. Entonces fuera
de la oración no estaremos cercanos a Ellos,
permaneceremos lejanos, cerrados en noso-
tros y en nuestros problemas, incapaces de
acoger la vida en su grandeza y su belleza.
Próximos a ellos, nos daremos cuenta de
lo breve que es esta vida,
es decir, tendre-
mos la sabiduría de redimensionar las espe-
ras y las esperanzas, fundadas exclusiva-
mente en el hombre y en la ciencia humana.
La sabiduría de vivir el tiempo que el Señor
nos concede en sus propias estaciones.
Dejaremos de esperar del mundo lo que sólo
se puede encontrar en Dios. En nuestro
“Jóvenes, os invito a buscar cada
día al Señor, que no desea otra
cosa que seáis realmente felices. El
rezo del Rosario puede ayudaros a
aprender el arte de la oración con la
sencillez y la profundidad de
María”.
Benedicto XVI
Septiembre - ottobre 2006 - Editado: por Eco di Maria, C.P.
47 - 31037 LORIA (TV)
(Italia) - Tel / fax 0423. 470331
A. 22, N° 9-10; Esd.a.p. art.2,com.20/c, leg.662/96 filiale di MN-Autor.tribun.MN: 8.11.86, ccp 14124226
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corazón nacerá el deseo del cielo.
Entonces, colocando cada cosa en su lugar,
es decir en el lugar querido por Dios, la feli-
cidad comenzará a reinar en nuestro
corazón y la oración fluirá como un río.
Todo en Dios es natural, porque es divina
nuestra naturaleza. Todo lo que está orienta-
do hacia Él, y vivido en Él fluye burbujean-
do y cantando como un río, y las vicisitudes
de la vida no nos quitarán la paz y la felici-
dad que vienen de Él y existen sólo en Él.
La oración será entonces oración de alaban-
za y agradecimiento. En vuestras palabras
habrá solamente agradecimiento a Dios
por haberos creado, y el deseo de la santi-
dad llegará a ser realidad en vosotros
. En
efecto, la santidad es la vida en Dios, y si
nosotros, en cada circunstancia, somos
capaces de alabar y agradecerLe a Él, esta-
mos ya en Él, estamos en la santidad.
Gracias, María, por Tus palabras de vida,
gracias por tu presencia humilde y tangible,
en este lugar bendito, gracias por la santidad
en la cual nos sentimos inmersos contem-
plando Tu mensaje.
N.Q.
El Papa contempla el
Santo Rostro de Cristo
“Tu rostro busco, Señor. No me escon-
das tu rostro.” Éstas son las palabras de un
salmo que expresan el anhelo profundo que
todo hombre tiene de ver a Dios, cara a cara,
ya en esta tierra. Conocer al Desconocido,
atisbar lo Insondable; el Dios eterno que,
sin embargo, precisamente para ir al
encuentro de su amada criatura, ha asumido
un rostro humano. El Señor no ha querido el
anonimato, se ha dejado ver, y no sólo por
los hombres de su tiempo. Sí, porque por
algún misterioso acontecimiento la imagen
de Jesús ha quedado impresa en la tela,
como en una fotografía, para ser vista a lo
largo de los siglos. La más conocida es la
Síndone de Turín, la sábana que envolvió a
Jesús después de su muerte, y que testimo-
nia sus rasgos, además del oprobio de la
Pasión que sufrió. Pero no es
la única. En Italia, en con-
creto en Manopello (prov. de
Chieti), existe una tela sobre
la cual está impreso el rostro
de un hombre que se corres-
ponde de modo impresio-
nante con el hombre de la
Síndone. Pero la expresión
no es la de un muerto, sino
de un vivo. ¿Dé qué se trata?
El velo auténtico de la
Verónica
Una antigua leyenda
cuenta que una mujer llama-
da Verónica enjuagó el ros-
tro de Cristo en su camino hacia el Calvario;
el resultado fue que la imagen del divino
rostro quedó impresa en la tela. Con motivo
del primer año santo de 1300, el Velo de la
Verónica (es decir la verdadera imagen de
Cristo – progresión léxica de “verdadero
icono”) pudo ser venerado por los peregri-
nos en la Basílica de San Pedro en Roma.
Pero por razones desconocidas se perdió su
rastro – aunque el Vaticano nunca lo admi-
tió – hasta que a través de una vuelta de
donaciones privadas acabó en el convento
de los Frailes capuchinos de Manoppello,
un pequeño pueblo de los Apeninos de
Abruzzo.
Las investigaciones científicas
Para confirmar la posible autenticidad
de esta reliquia la ciencia viene en nuestra
ayuda. Una investigación con rayos ultra-
violeta ha revelado que las fibras del Velo
no presentan ningún tipo de color, por tanto
no ha sido pintada ni tejida con fibras de
color. Entre otras cosas, el material del teji-
do, proviene de un molusco que es imposi-
ble de tintar porque la sal que contiene se
comería enseguida los colores. A través de
sofisticadas técnicas fotográficas se puede
constatar cómo la imagen que aparece es
idéntica en los dos lados del velo, como si
fuera una diapositiva.
500 años de devoción
Hace pues exactamente 500 años, en
1506, un peregrino desconocido llevó a
Manoppello el apreciado tejido. Los frailes
capuchinos lo colocaron enseguida en una
vitrina sobre el altar mayor del Santuario.
Hoy los devotos y todos los que lo han pre-
servado, celebran con gratitud el centenario
de este precioso hallazgo y la gracia que de
él mana.
Entre los protagonistas de un interés
renovado hacia este tesoro está el jesuita
Heinrich Pfeiffer – historiador del arte – que
ha demostrado cómo todas las antiguas imá-
genes de Cristo hacen referencia a este pro-
totipo, y junto a él la alemana hna. Blandina
Paschalis – experta iconógrafa – que fue la
primera en afirmar que el rostro de la Santa
Síndone y el de Manoppello coinciden per-
fectamente. De ahí la hipótesis de que el
velo fuese el que estuvo sobre el rostro de
Cristo en el sepulcro y que la imagen haya
sido impresa directamente en la explosión
de luz que acompañó a la resurrección.
El papa, “peregrino entre los peregrinos”
Como un peregrino más, el Papa
Benedicto XVI acudió de forma privada, el
pasado 1 de septiembre para rendir homena-
je a la reliquia por invitación del Arzobispo
de Chieti Bruno Forte. Explica nuestra
enviada Ana Simic:
“Llegó pues también Simón Pedro y entró
en el sepulcro: vio las vendas que
yacían dobladas y el sudario que
estaba sobre la cabeza”
. (Jn 20, 6-
7) Esto ha acontecido también hoy.
El Pedro de nuestro tiempo ha acu-
dido para ver y venerar el sudario
que estaba sobre la cabeza
de su
Maestro y Señor. Este aconteci-
miento de gracia nos ha recordado
este episodio del Evangelio y ha
hecho que renovemos el amor por el
ese Cristo, de Rostro inescrutable,
que nos manifestó el amor total que
venció a la muerte. “Oh Rostro
Santo de Jesús, belleza que me has
raptado el corazón. Imprímete en
mi de forma que mirándome te puedas con-
templar en mí”
es el bellísimo estribillo que
cantó la asamblea.
Fue bello, edificante y muy conmovedor
ver al Santo Padre fijar los ojos en los de
Cristo, como un auténtico enamorado,
como un verdadero discípulo de su Maestro.
Deteniéndose en la oración, recogido en la
contemplación de este Rostro tan amado y
buscado, el Santo Padre nos ha transmitido
un mensaje de contemplación, una invita-
ción a tener nuestra mirada fija en Jesús. Y
es precisamente así, sobre todo contemplan-
do, como el papa Benedicto ha confirmado
a los hermanos en la fe. No hay nada más
reconfortante y convincente que esta cohe-
rencia suya entre las palabras pronunciadas
y el ejemplo dado”.
¿Quién busca su rostro?
“Quien encuentra a Jesús, quien se deja
atraer por Él y está dispuesto a seguirlo has-
ta el sacrificio de la vida – dijo el Papa a los
peregrinos presentes – experimenta perso-
nalmente, tal como Él hizo en la cruz, que
sólo el grano de trigo que cae en tierra y
muere da mucho fruto… Éste es el camino
de Cristo, el camino del amor total que ven-
ce a la muerte: quien lo recorre vive en Dios
ya en esta tierra, atraído y transformado por
el fulgor de su rostro”. Una muerte, añadi-
mos nosotros, que no pudo anular los rastros
de Cristo sobre la tierra, rastros que todavía
después de 2000 años nos hablan de Él, nos
hablan de su humanidad, dos desvelan su
rostro de amor y de bondad para que tam-
bién nosotros intentemos parecernos a Él.
Es un estímulo mirar a un Papa arrodi-
llarse ante una reliquia y confirma que las
devociones populares no son sólo fruto de la
leyenda o la fantasía, sino que hunden sus
raíces en la historia de una Iglesia peregri-
na, que busca continuamente a su Dios para
adorarle: “Para entrar en comunión con
Cristo y contemplar su rostro, son necesa-
rias ´manos inocentes y corazones puros´.
Manos inocentes, es decir, existencias ilu-
minadas por la verdad del amor que vence
la indiferencia, la duda, la mentira y el ego-
ísmo; y también son necesarios corazones
puros, corazones robados por la belleza
divina…” añadió el Papa. Y finalmente con-
cluyó: “Buscar de nuevo el rostro de Jesús
debe ser el anhelo de todos nosotros cristia-
nos”
Stefania Consoli
Las familias reunidas
en España
El pasado mes de julio, los españoles
tuvimos el gozo de ser acompañados por el
Santo Padre, Benedicto XVI. Vino a
Valencia, con motivo del V Encuentro
Mundial de las Familias. Estuvo 48 horas
con nosotros. Como preparación a la vigilia
de oración que tendría lugar el sábado 9 de
julio
en el bello marco de la Ciudad de las
Artes y las Ciencias, en Valencia, todas las
familias españolas fuimos invitadas a rezar
el rosario en familia con nuestros hijos en la
plaza de la Malvarrosa, más de un millón de
personas estuvimos allí ofreciendo a la
Virgen María nuestras vidas. Es muy gran-
de la belleza de un rosario rezado en unión
con tantas personas sencillas y corrientes
que quieren que María participe de sus
vidas. Son momentos de gracia excepciona-
les que transforman, a las personas y a las
ciudades y los países. Damos gracias a Dios
que nos ha obsequiado con esta visita del
Santo Padre a un país como el nuestro tan
necesitado de estos momentos de gracia, de
transformación. Un país cuyos habitantes
tienen en sí la semilla del amor de Dios,
pero desgraciadamente está hoy muy sofo-
cada. Oremos para que la ola de gracia que
ha levantado la visita del Santo Padre cam-
bie muchos corazones en España.
Ya todos vamos conociendo a este papa,
sobre todo su discurso claro y profundo,
acertado y sereno. Vale la pena releer todo
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Noticias de la tierra bendita
La fiesta de los jóvenes
Un solo cuerpo
Es un canto rítmico y vivo que sale de
un corazón alegre, con toda la fuerza de la
mente y del cuerpo para expresar la alaban-
za. Infinidad de lenguas diversas, plegarias
en las más variadas formas, centenares de
colores y miles de voces… Algo nuevo y
único aquí en Medjugorje a lo que tal vez
los peregrinos más “tradicionales” no estén
habituados, pero que se trata de algo vivo
que atrae e invita a no aislarse, sino a entrar
y a formar parte de este único cuerpo que
no es otra cosa que la primavera de la
Iglesia, el Cuerpo místico de Cristo.
Esto es el festival de los jóvenes, un
acontecimiento que se repite por la decimo-
séptima vez, pero que es siempre nuevo y
siempre rico de gracias; cada vez afluye
gente nueva aportando nueva forma de ora-
ción y entusiasmo. “Tu Palabra es lámpara
para mis pasos y luz para mi camino”.
Este
ha sido el lema del encuentro.
Todos, desde los países más lejanos y
desde las más diferentes realidades han res-
pondido a la irresistible invitación. En
todos los jóvenes anida un auténtico ger-
men de bien y un deseo de la verdad que les
lleva a una búsqueda interior. Los jóvenes
tienen la capacidad de distinguir lo que es
verdadero y auténtico y aquello por lo que
vale la pena dejarlo todo, venderlo, partir…
y darse.
Cantaron y alabaron al Señor entre estos
pedregosos montes y estas sufridas piedras;
adoraron a Jesús en el Santísimo
Sacramento del Altar; eran el pueblo elegi-
do de los verdaderos cristianos, de aquellos
que viven la fe, que saben reconocer en
aquel Pan al Salvador y Redentor del géne-
ro humano, dispuestos a adorarlo y a darlo
todo para testimoniar que El es Dios, el ver-
dadero y único Dios.
Sólo El es el centro y en verdad el
motor, la fuente y el fin de tanta alegría y
todos estaban dispuestos a testimoniarlo
así; por ello, este encuentro en la unidad, era
algo que iba más allá del pasajero entusias-
mo del mundo… El hacía de nosotros un
único cuerpo, Su Cuerpo.
Esta unidad era viva ya desde el primer
momento, cuando la tarde del primer día de
agosto iban presentándose una a una las 50
nacionalidades presentes en el Encuentro y
cada uno aplaudía feliz la representación
del propio país. Pero cuando fray Jean Paul,
seguramente el único libanés presente en
Medjugorje se acercó al micrófono, una
efusión de aplausos resonó por toda la
explanada, largamente, fuerte y conmovida
testimoniando una solidaridad que va más
allá de ingenuos nacionalismos y de enga-
ñosas declaraciones políticas.
Después de tantos años se ha sentido la
falta de peregrinos libaneses, ya que cada
año nunca faltaban a la cita del festival.
“Hemos pensado en vosotros, queridos liba-
neses” –dijo fray Marijo al inicio de una
santa Misa, “habíamos previsto la frecuen-
cia de radio destinada a vosotros y vuestra
bandera estaba alineada con las demás…
Ahora en lugar de la frecuencia hay solo
una línea, pero hay una frecuencia que lle-
gará hasta vosotros porque no conoce barre-
ras y es la frecuencia de la oración, la fre-
cuencia del amor”.
¡Qué fuerza y qué alegría participar en la
santa Misa a la hora del crepúsculo, en la
gran explanada atestada de gente! El valor
de cada una de estas Misas es tan grande,
que vale la pena un viaje de 15, 20 o 25
horas… Qué alegría y qué fuerza ver y dar-
se cuenta de que todos estamos participando
en una liturgia viva de salvación. No pasi-
vamente, sino dejándose plasmar y transfor-
mar por una gracia que se nos da gratuita-
mente, por el don celestial de un Dios que
mora en medio de nosotros y que se revela
en los hermanos que están a tu alrededor.
Qué gozo y qué fuerza vivir así el más
discreto y el más grande milagro de la vida
cristiana: Dios que descendiendo del cielo
se hace presente en el altar, alrededor del
cual están hoy reunidos 30.000 jóvenes. Y
desde el altar desciende aún más para visi-
tarnos: desciende para venir hasta nosotros,
para ser nuestro alimento; en manos de los
sacerdotes, camina entre la grava, entre los
bancos, el sudor, el cansancio y la espera de
la gente, para darse a cada uno personal-
mente y tratar en lo más íntimo aquello que
necesita ser transformado de cada uno.
La oración parece elevarse de un úni-
co cuerpo, cada cruce de miradas es una
oración y bendición.
“Ven Pan que santifica. Ven y transfigú-
ranos. Ven a morar en nosotros, ven a trans-
formarnos en Ti, ven y santifícanos.
Ven ahora en el hermano que está a mi
lado, ven a saciar nuestros deseos, ven a
sellar y a proteger para siempre aquella
esperanza que brilla en el hermano…
Ven a mi hermana, ven y mora en ella.
Ven a este amigo mío, ven para que pueda
llevarte allí donde le invitas a volver. Ven a
aceptar la ofrenda de mi vida…”
Se nota la admiración y la gratitud y de
nuevo la alegría contenida en un canto de
agradecimiento que se eleva unánime. Jesús
está con nosotros para cantar y alabar al
Padre, feliz de poder estar tan sencillamen-
te entre sus amadas criaturas.
Qué gozo y qué fuerza… sí, porque el
gozo es la fuerza. Es una fuerza vital que se
comunica, es valentía para el futuro, es
anuncio que disipa la duda y vence el mie-
do y la indiferencia.
Quiero insistir en la santa Misa porque
ha sido el momento más vivido e importan-
te de cada día, aunque quizá no todos hayan
sido conscientes de ello… Pienso que solo
en el cielo comprenderemos el valor salvífi-
co de cada oración unida y ofrecida al san-
to sacrificio eucarístico del altar. Solo en el
cielo sabremos el gran alcance de las reali-
dades espirituales que mueve y sana.
Y ahora, he ahí a los jóvenes de vuelta
cada uno a sus propias realidades. He ahí
cada uno a sus destinos, permaneciendo uni-
dos en la oración, para ser fuerza y sostén
los unos para los otros. Cada uno a afrontar
su difícil día a día, en medio de tantos otros
jóvenes que no conocen ni aceptan a este
Dios tan humilde y tan cercano, pero cada
uno con el deseo y la certeza de poder ser
hijo y testimonio de María en estos tiempos.
F.C.
lo que dijo aquí sobre la familia. A los
padres nos recordó que “toda generación,
toda paternidad y maternidad, toda familia
tiene su principio en Dios, que es Padre,
Hijo y Espíritu Santo”. Y con ello entende-
mos la sacralidad de nuestra misión como
familias. La familia como un pequeño
tabernáculo donde Dios debe estar vivo a
través del amor con que los esposos se aman
y aman a sus hijos. Si los esposos se dejan
amar por Dios y corresponden a su amor, la
calidad de amor que se vive en el seno del
hogar se eleva porque todos tienden a amar-
se no con su pequeño amor humano, que
aunque bueno siempre es limitado, sino con
el amor de Dios, que trasciende nuestras
pequeñeces y nos hace capaces de mucho
más amor y acción.
El Papa también nos recordó que “La fe
no es una mera herencia cultural, sino una
acción continua de la gracia de Dios que lla-
ma y de la libertad humana que puede o no
adherirse a esa llamada”. Es responsabili-
dad de los padres y de la comunidad cristia-
na dar un testimonio coherente de vida.
El “Café vocacional”
Por nuestra parte, en el marco de este
encuentro, mi esposo y yo tuvimos ocasión
de ser los responsables de la organización de
un “Café vocacional” (vocation.com) pensa-
do para los jóvenes, a los que invitamos, en
el ambiente distendido de un café en el que
se ofrecía música en vivo y acceso a Internet
gratuito, a reflexionar un ratito sobre su
vocación, sobre el plan que Dios tiene pensa-
do para ellos en esta vida, en su felicidad en
definitiva. Al lado de la sala grande donde
estaba ubicado el café había una capilla con
el Santísimo Sacramento expuesto durante
todas las horas en que abrió el café, con el
convencimiento que Él, en su amor entrega-
do, sería el que mejor podía iluminar los
corazones sedientos de los miles de jóvenes
que acudieron a este café. Además había
sacerdotes confesando y orientando a quien
lo necesitara. Seguramente muchos de los
que pasaron por allí era la primera vez que se
les planteaba preguntas de este tipo. Ahora
hay que rezar porque intenten darle respues-
ta. Son muchas anécdotas bellas que podrían
contarse. Recuerdo la capilla de la adoración,
siempre llena, los confesionarios, con
colas… la gracia estaba actuando. Se estaba
plantando semillas y sed de Dios en muchas
almas. También alguna conversión, como la
del técnico de sonido. Cuando le conocimos,
no nos dio ninguna buena impresión, y…
¡nosotros tampoco a él!, según nos ha conta-
do más tarde. Cuando le contamos que los
grupos, no podían tocar más de veinte minu-
tos, para que hubiera lugar siempre para los
testimonios, que el volumen no podía ser
muy elevado, pues era un café destinado para
poder hablar… pensó en irse pues no es lo
que estaba acostumbrado en su trabajo, más
tipo discoteca… Un hombre que se había
alejado de Dios hace muchos años volvió a
Dios a través de su trabajo en este café.
Recuperó la alegría de sentirse amado por
Dios, como un niño recién nacido. Lo más
impresionante era ver su cara al final de la
semana, una cara que en principio apareció
apagada, nerviosa, como gastada por la vida,
al final de la semana estaba como transfigu-
rada llena del amor de Dios. Sin duda que el
esfuerzo ingente que ha supuesto este pro-
yecto sólo por esta alma ha valido la pena.
Georgina Trías
(Traductora del Eco en español)
3
Eco 189
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En los siguientes testimonios se refle-
ja cuanto hemos expresado:
Susana, 25 años:
Es la tercera vez que vengo a
Medjugorje. La primera vez vine con unos
amigos. Fue una experiencia fuerte y des-
cubrí una nueva dimensión para vivir la fe.
Pienso que si en nuestras parroquias la san-
ta Misa fuese animada con estos cantos y
participada con este entusiasmo, se viviría
mucho mejor.
Esta vez he vivido la peregrinación no
como experiencia de grupo, sino como un
camino personal, más interior. Estos días
han despertado en mí algunas preguntas,
como un deseo de buscar en profundidad
respuestas a mi vida que sólo Dios puede dar.
Christopher, 20 años:
Sexta vez para mí a Medjugorje. Venir
aquí es dejar el mundo exterior para hacer
una revisión espiritual. Cada vez cuando
vuelvo a casa tengo la sonrisa estampada
en mi cara por un mes…
Medjugorje es
así, es algo que te marca.
Cada año es una experiencia diferente,
algo que hace que desees volver. Pienso que
en ninguna parte me divierto como aquí, es
magnífico ver tanta gente de mi edad, todos
juntos testimoniando que la Virgen aparece
aquí y gozar de su presencia real y sensible.
Esto es Medjugorje.
Annadelia, 23 años:
Para mí este festival ha sig-
nificado la desaparición defini-
tiva de mi sentido de soledad.
En los conciertos nunca me sen-
tía a mi aire entre tanta gente, el
tumulto hacía sentirme sola…
¡Esta vez no! ¡He encontrado
personas que verdaderamente
me han dado tanto!
Como todo creyente sé que
tenemos que empeñarnos en
construir el bien en esta tierra…
Pero aquí, viendo tantas personas decididas
por este bien, finalmente he comprendido
que es posible.
Me he divertido tomando fotografías,
aunque esta no ha sido una experiencia
superficial. He visto, notado y comprendi-
do cuán bello es el ser humano en todas sus
expresiones: en la alegría, en el recogimien-
to y hasta en la tristeza. He notado una par-
ticular dulzura en las personas, que no he
visto en ninguna otra parte. Casi piensas
que no pueden existir jóvenes “así”. El úni-
co miedo que tengo es el de no llegar a orar
como he orado aquí.
Jacobo, 16 años:
No sabía nada de este lugar, cuando leía
los mensajes que da la Virgen, no lo creía,
me parecían todos igual, por esto he venido
aquí a Medjugorje sin esperar nada.
Aquí he encontrado una cosa fantásti-
ca… Hoy día en occidente rezar parece casi
un crimen y aquí siento el deseo de orar.
Después de haber rezado cinco rosarios,
siento el deseo de rezar aún otro más. Aquí
parece verdaderamente que me encuentro a
mí mismo y que entro en comunión con los
demás. Es como liberarse de tantas ataduras
para sentirte verdaderamente libre y encon-
trar un sentido a lo que haces.
Aquí te cargas para volver a Italia y
afrontar la vida de un modo diverso, sabien-
do que todo cuanto hacemos puede tener un
significado espiritual.
Para dar testimonio de este lugar, no hay
que quedarse solo en los videntes o en los
mensajes o en determinados testimonios,
sino que aquí hay una atmósfera, un algo
que va más allá y que lo envuelve todo. No
se puede explicar, en el fondo no hay nada
más complejo que la comprensión de la
fe… Seguramente volveré y veré de traer
cuánta más gente posible, precisamente
porque de palabra no es fácil transmitir todo
esto. Sí, espero poder difundir este lugar,
también y sobre todo por aquellos que se
han burlado porque venía aquí: quisiera
arrancar a estas personas de eso que llaman
vida y que en realidad no es más que un
sobrevivir. Agradezco a la Virgen que me
haya traído aquí a los dieciséis años.
Don Wiliam, 27 años:
Este acontecimiento en Medjugorje es un
momento de fuerte intensidad también para
nosotros sacerdotes, tenemos necesidad de
volver a lo esencial, es decir, a Jesús en la
Eucaristía y a la Palabra. Deberíamos
hacerlo siempre pero queda para momentos
particulares. Aquí la Virgen nos invita a lo
esencial, también a los jóvenes, a construir
nuestras vidas
según el cora-
zón de Dios y
el Evangelio.
Para que nazca
la civilización
del amor, los
jóvenes necesi-
tan ver que hay
personas que lo
desean, perso-
nas como ellos;
hoy la propues-
ta del mundo
lleva a dismi-
nuir este entu-
siasmo a desanimarlos. La experiencia de
una Iglesia viva es importante para su fe.
Con este ánimo son sorprendentes las ini-
ciativas de entusiasmo y generosidad que se
despiertan en ellos. El motivo que hemos
escogido en nuestro pequeño grupo para
esta peregrinación es precisamente:
“Mientras hay Cristo, hay esperanza”.
Alex, 20 años:
Es la primera vez que vengo a
Medjugorje. Si tuviera que decir para qué
he venido, debería decir quizá para una bús-
queda de la verdad.
El año pasado estuve en Colonia y si
debo hacer una comparación diría que el
clima es más o menos igual, pero que aquí
es más espiritual, se siente que es una tierra
bendita.
El momento más bello que he vivido ha
sido en la adoración nocturna. No sé expli-
car con palabras lo que he vivido, llegué a
la iglesia al alba, cansado y con sueño, pero
después empezando a orar he sentido algo
dentro de mí y el cansancio se ha ido en un
minuto, ha sido una experiencia intensa.
Francesca, 21 años:
La primera vez vine gracias a haber
ganado un premio literario y hoy estoy aquí
por cuarta vez.
He vivido la confesión como nunca has-
ta hoy, me ha ayudado mucho la prepara-
ción que nos ha propuesto nuestro párroco
y he comprendido lo que es y como debe
afrontarse este sacramento.
Espero que el grupo que se ha formado
con ocasión de esta peregrinación sigamos
reuniéndonos para orar juntos… Nos esta-
mos ya organizando para traer aquí a otras
personas.
Y TAMBIÉN…
Barbara, Stefania, Carla:
Durante estos días hemos podido expe-
rimentar que la voz de Cristo está realmen-
te presente en lo más hondo del corazón y
que su palabra es la única y verdadera cer-
teza de nuestra vida. Junto a miles de jóve-
nes hemos contemplado a María, Ella que
desde el cielo nos estrecha en sus amorosos
brazos y nos llama a todos como a sus hijos.
Alex:
Medjugorje toca en lo más profundo del
corazón de cualquier persona que visite esta
tierra bendita. Aquí las voces de Jesús y de
María se hacen sentir con más fuerza y clari-
dad. Y cada uno recibe algo precioso para
llevarlo en su corazón, para custodiarlo, tras-
mitirlo y hacerlo crecer en la propia realidad.
Don Vincenzo:
Volver a Medjugorje, a la fuente de mi
vocación sacerdotal, es abandonarme en el
abrazo de María, Reina de la Paz, que se
ocupa de nuestras necesidades, sus queridos
hijos. Estar aquí con tantos jóvenes deseo-
sos de vida, de verdad y de sanas perspecti-
vas es descubrir que sólo Dios puede dar
cumplimiento a nuestras esperanzas. Los
jóvenes son la esperanza y el futuro y aquí
se ve cómo a través de María sus corazones
son tocados por una gran alegría y transfor-
mados en el fermento de una iglesia llama-
da a ser el bien en el mundo.
Ver cómo tantos jóvenes responden a la
alegría es fascinante y contagioso. En el
testimonio de muchos vemos el sí de María
a la voluntad de Dios.
Silvia:
Gracias a este viaje he vuelto a descu-
brir el valor de la oración, sobre todo la que
la Gospa llama “oración del corazón”: un
diálogo sencillo pero sincero con Jesús y
María para poder ofrecer con gozo cada
pequeño gesto de nuestra vida cotidiana tan
rica de gracias que a menudo no sabemos
ver ni reconocer. ¡¡Gracias María!! Con
afecto y reconocimiento…
María desea que conozcamos esa alegría
que nadie ni nada nos puede dar. Ella
desea que nos hagamos santos. Ser santo
significa llegar a ser eso para lo que hemos
sido creados. No ser santo es contrario a la
naturaleza. Ser santo significa ser una per-
sona única, sana y normal, creada a ima-
gen y semejanza de Dios.
Fr. Ljubo Kurtovic
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Encuentro con fray Ljubo
Hablando del festival…
por Alex Borlini
¿Cómo nació el
Festival y cuáles
eran sus objeti-
vos?
El Festival nació
hace 17 años
cuando P. Slavko
empezó a ayudar
a un grupo de
jóvenes a enten-
der Medjugorje y
a crecer con esta
e s p i r i t u a l i d a d
específica, con
cantos y testimo-
nios personales. Yo no estaba aquí y por
tanto no puedo decir nada más de sus ini-
cios. Seguro que se trataba de un grupo de
jóvenes tocado por Medjugorje, por la pre-
sencia de María y de sus mensajes. De esta
manera el Festival creció hasta convertirse
en un encuentro internacional.
¿Cómo se dio a conocer?
La publicidad fue espontánea. Es verda-
deramente un milagro que los jóvenes ven-
gan. No hacemos ninguna propaganda: los
jóvenes lo transmiten luego a otros jóvenes
y así van aumentando en número. No hace-
mos ninguna publicidad ni en la TV ni en la
radio.
¿Cómo ha ido evolucionando en el trans-
curso de estos 17 años?
Lo que es cierto es que el número de
jóvenes ha ido aumentando y en cuanto a la
forma es más o menos igual. El primer año
había un centenar de jóvenes de 4 ó 5
naciones. En la presente edición estaban
representadas 42 nacionalidades registra-
das, resaltando la presencia de unos 30.000
jóvenes, además de los no registrados,
sobretodo en la asistencia a las Misas, pun-
to central de la jornada.
¿Es posible confesar en al menos 19
lenguas y la traducción de la Misa en 15…?
¿Qué dificultades encuentran?
La organización por así decirlo, se hace
de manera casi espontánea. Todo un mila-
gro. La experiencia de otros años nos sirve
de mucho. La Comunità Cenacolo nos ayu-
da con su jornada de testimonios, sobreto-
do con el recital sobre el Evangelio que los
chicos preparan cada dos años. Después se
suceden los testimonios concretos de con-
versión vividas en Medjugorje o en la pro-
pia vida cristiana, se trata de religiosas, lai-
cos, sacerdotes o jóvenes.
¿Según su experiencia, qué es lo que los
jóvenes vienen a buscar aquí?
De la reacción de los jóvenes se nota
que el momento más importante para ellos
es la adoración. La adoración nocturna en
silencio, con cantos y meditaciones que les
ayudan a profundizar un poco más en su
corazón, a pesar de algunos cantos un poco
rumorosos, pero que también ayudan.
¿Qué aconsejaría a los jóvenes que vie-
nen al Festival?
Que se dejen guiar, que se abandonen a
María, que Ella les conducirá seguro a
Jesús. Para mí esto es un milagro. Yo me
siento solo siervo de las obras de Dios. Es
la Virgen la que organiza el Festival, sir-
viéndose también de nosotros.
¿Desearía decir algo a aquellos que nun-
ca han venido al Festival?
Que vengan al menos por curiosidad y
vean. Hay muchos que vienen solo por
curiosidad y también este puede ser un
motivo inicial. Después van cambiando de
actitud, derivando a algo más profundo y
serio en sus almas. Desdichadamente hay
muchos prejuicios sobre Medjugorje, tanta
ignorancia y tantas cosas de las que se
habla erróneamente.
¿Aparte del gran don que María hace
aquí en Medjugorje cada día, Vd.
Conoce algunos signos particulares o
milagros?
Al principio de las apariciones durante
los primeros meses, había muchos signos
visibles porque los videntes pedían a la
Virgen que hiciera algo para que la gente
pudiera creer en lo que ellos decían. Como
sacerdote soy también testimonio, a través
de las confesiones, de milagros que no pue-
den verse con los ojos. Lo que acontece a la
gente que se confiesa aquí, son milagros
que no pueden documentarse. Queda solo
documentado en sus corazones.
¿Puede contarnos algún hecho significa-
tivo de su vida?
Nací en 1969 y vine por primera vez a
Medjugorje en 1983 como peregrino. Y me
hice fraile gracias a la Virgen. Yo no soy
vidente, nunca he visto a la Virgen. Pero la
Virgen puede “verse” de una manera aún
mejor de lo que la ven los videntes porque
ellos la ven solo con los ojos, pero en la
oración se la puede ver más profundamen-
te. Muchos peregrinos se equivocan cuando
buscan en los videntes lo que ellos no les
pueden dar. No son los videntes los que
aprietan el botón. Ellos son simples testi-
monios de lo que han sentido y oído en su
sencillez y en su humanidad.
¿Ha creído siempre en las apariciones?
Tenía 14 años cuando vine a
Medjugorje con mi mamá como peregrino,
haciendo 50 kms. a pie. Mi fe poco a poco
fue creciendo, aunque no creí inicialmente.
A los peregrinos no les digo que se han
convertido sino que se han despertado.
Después sigue todo un camino, toda una
vida para crecer y convertirse. Lo impor-
tante es despertarse, no estar dormidos o en
coma espiritual.
¿Qué desearía decir a aquellos sacerdo-
tes que aún siguen escépticos?
Yo no pretendo convencer a nadie.
¿Qué les aconseja?
Que vengan y vean, al menos por curio-
sidad. En primer lugar me debo convencer
a mí mismo. No hay necesidad de creer en
Medjugorje. Lo que es necesario es creer
en el Evangelio. Medjugorje es el
Evangelio. Aquí la Virgen no ha dicho nada
nuevo. No ha añadido nada al Evangelio.
Todos sus mensajes son Evangelio, expli-
cados de una forma sencilla y con un len-
guaje materno. Yo digo siempre que el fin
no es Medjugorje.
Medjugorje es sólo un medio que Dios
nos da. Se puede ir a Dios también sin
Medjugorje. Pero me pregunto: ¿Por qué no
aprovecharnos todos los medios que Dios
nos da? Yo veo Medjugorje no como fenó-
meno, como algo sensacional sino como
una persona que se llama Virgen María. La
Virgen María no se puede conocer discu-
tiendo sobre Ella, sino solo de rodillas, des-
de la humildad y haciendo lo que Ella nos
dice.
A veces me encuentro con algunos
sacerdotes que me hacen mover la cabeza:
veo como un muro dentro de ellos. Se nece-
sita también la gracia para comprender
Medjugorje. Para mí Medjugorje no es un
problema, sino un misterio. Y este misterio
provoca a los sacerdotes y también a la
Iglesia. Así como Jesús era la piedra de
toque, también hoy Medjugorje se nos
revela como piedra de toque. Ser contrario
a Medjugorje para mí es signo de muerte
espiritual. Ser neutral es ser honesto.
Desconocer una realidad y declararse con-
trario es inadmisible. Estar callado cuando
no se conoce: esto es ser honesto.
¿Cuál es la situación desde el punto de
vista canónico, respecto a la Santa Sede?
Juan Pablo II muchas veces –hablando
con los obispos- se había pronunciado con
un sí a Medjugorje. Pero también el Santo
Padre debía respetar la decisión de la
Iglesia y sus estructuras. Mientras duren las
apariciones seguramente la Iglesia no se
pronunciará. La Iglesia hace bien en no
pronunciarse aunque habla también con su
silencio. Si aquí hubiera algo herético o
extraño o al margen del Evangelio, la
Iglesia se pronunciaría seguramente. Se ha
pronunciado en tantos casos y en tantos
fenómenos que eran extraños.
La Iglesia es prudente y hace bien per-
maneciendo en silencio.
La Iglesia se pronunciará cuando terminen
las apariciones. De esto estoy seguro: si
viviré o no, esto no importa. La Iglesia pro-
clama un santo después de la muerte, pero
él era ya santo antes de la proclamación.
No veo que sea urgente un Decreto del
Vaticano, pero sí es urgente mi conversión.
Esto es lo que importa.
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La sonrisa de Vicka
por Francesco Cavagna
Me acuerdo muy bien de la primera vez
que vine a Medjugorje, era en mayo del 97
y tenía catorce años. Desde entonces mi
vida ha dado un gran cambio, ha tomado la
dirección precisa. Sí, hablo de dirección
porque desde aquel momento
empecé un camino gradual que
me llevó a responder a Dios en
ocasiones diferentes, renovando
mi sí a El en la libertad.
Era un muchacho y llegué a
esta tierra bendita sin particula-
res expectativas y sin prejuicios
de ningún género. Mirando
atrás pienso sencillamente que
Ella me ha conducido: la Virgen
me cogió de la mano como a un
niño y me llevó hacia el Dios del Amor,
hacia Aquél que solo conocía de nombre y
que iba a seducirme.
Una de las experiencias más fuertes que
he vivido en Medjugorje y que más me ha
tocado interiormente, fue el encuentro con
una de las seis videntes. Recuerdo aquel día
como si fuese ayer, recuerdo bien la sonri-
sa de Vicka
. Había algo profundamente
auténtico en aquella expresión, algo que me
atraía sin saber por qué y despertaba en mí
un deseo desconocido.
Son muchos los peregrinos que aún hoy
recuerdan esta experiencia. Repitiendo su
sencilla explicación, Vicka sigue infundién-
dole un extraño gozo que nada tiene que ver
con cualquier causa puramente humana. Su
sonrisa revela claramente la realidad celeste.
Recuerdo que cuando terminó de hablar
todos se precipitaron hacia ella para salu-
darla y estrecharle la mano. Yo me resistí
por un momento pero algo me empujó a
hacer como los demás: dándoles la mano
Vicka sonreía a cada uno, pero cuando lle-
gó a mí, me miró a los ojos con amor, me
regaló aquella sonrisa y me saludó de mane-
ra particular. A decir verdad no había nada
de diverso o particular… Esto me hizo
reflexionar sobre la unicidad del amor de
Dios, que viendo el universo entero y aman-
do a cada alma que Él ha creado, se da de
manera total, plena y especial a cada uno
como si fuese el único ser sobre la tierra.
Un milagro llamado Amor
Cada uno desea ser único y especial a
los ojos de los demás porque Dios ha gra-
bado profundamente en nuestro corazón el
deseo y la necesidad de ser amados.
Un alma empieza a convertirse cuando
renuncia a ser centro de atención de los
demás y se abre a aquel amor de particular
predilección que Dios tiene para cada uno
de nosotros, para ir sólo en pos del Sumo
Bien: “Mi Dios y mi Todo”.
¿No es tal vez éste el milagro más gran-
de de Medjugorje? Desde hace 25 años, a
pesar de que algunas cosas hayan cambia-
do, continúa repitiéndose este único y mara-
villoso milagro: las personas descubren que
son amadas por Dios, deciden creer en Él y
seguir el amor del Dios uno y Trino.
Descubrimos este amor cuando lo sabe-
mos ver en nuestro prójimo, en personas que
lo saben comunicar gratuitamente a través
de sus vidas. Estos son los verdaderos após-
toles de la historia y los testimonios auténti-
cos que la Virgen llama para estos tiempos.
Y todos somos llamados a ser portadores de
gracia, pues María nos llama a cada uno sin
ninguna clase de distinción. Es algo natural,
una regla que llevamos escrita y descubrien-
do que somos colmados de amor, podemos
(y debemos) comunicarlo a nuestra vez.
La sonrisa de los testigos
Recordando lo que he vivido en estos años
pasados, puedo constatar cómo
aquellas personas que se dan
totalmente a Dios, expresen ine-
vitablemente este gozo auténtico
que se comunica, esta sonrisa
interior que se refleja en ellas, en
formas y matices diferentes.
Es la sonrisa de quien ha
experimentado el Amor de Dios
y sabe vivir para El cada día. La
sonrisa de quien vive el pleno
abandono y la confianza total en
Aquel que solo desea nuestro verdadero
bien. No hablo tanto de una sonrisa superfi-
cial sino de aquella que sabe afrontar el
sufrimiento con esperanza y que no huye
ante el dolor, sino que yendo a su encuentro
participa de él, porque sabe que es sólo un
medio.
Ésta es la sonrisa que brilla en el rostro
de quien acepta y hace experiencia viva del
sufrimiento y de la cruz y la muerte del
Resucitado y siente por tanto tener un gozo-
so anuncio para cada uno de sus hermanos.
La sonrisa humilde de quien no espera nada
y que por ello se siente libre de dar y de dar-
se de manera incondicional. La sonrisa de
quien experimenta que hay mayor alegría en
dar que en recibir. La sonrisa de quien ha
renunciado a sí mismo y vive por Dios y por
Dios en el prójimo. Es una sonrisa que no se
basa en ningún gozo material ni en las emo-
ciones, sino que es sólida porque viene de
una atmósfera interior y de un corazón que
se siente amado, porque “como casa sobre
la roca” está fundada sobre un amor inco-
rruptible y eterno.
Mensajeros de alegría
De vuelta de Medjugorje, conservé en el
corazón el recuerdo de aquella sonrisa. Me
acompañó en mi vuelta a los bancos de la
escuela, inmerso en la vida de cada día.
Pero había en mí además, un deseo nuevo
que me impedía aceptar que mi vida pudie-
ra volver a ser la misma de antes. La pleni-
tud del gozo y de la vida auténtica que había
descubierto, debía darla, debía comunicarla
y me sentía con fuerza para transfigurar en
el amor ante todo mi pensamiento y mi
mirada y después toda persona o realidad
con la que me encontrara.
Estoy seguro de que es ésta sonrisa la que
debe brillar en cada testimonio auténtico de
Dios y estoy seguro también, de que toda
alma por poco sensible que sea, esté en grado
de reconocer la autenticidad de esta sonrisa.
Es esta la misma sonrisa que he encon-
trado en el rostro de mis hermanos y mis
hermanas de la Comunidad a la que el
Señor me ha llamado (“Reina de la Paz,
completamente tuyos…
”). Es ésta la sonrisa
que he prometido reflejar siempre en mi
cara, porque siento que sea parte integrante
de mi llamada. Es ésta la sonrisa que quiero
dar al mundo, a toda alma, a todo hombre y
a toda realidad para anunciar sin mentira:
“¡El Señor te ama… déjate amar”.
Mirjana a los jóvenes:
¡La Gospa cuenta
con vosotros!
“Para mí es un gran honor estar aquí
hoy, ante vosotros jóvenes. Pero me gustaría
tanto encontrar las palabras justas para deci-
ros ¡Cuánto os ama nuestra Madre! Cada
día 2 del mes, recibo la aparición de María,
con la cual rezo por aquellos que no han
conocido todavía el amor de Dios. Ella nos
pide (en particular a los jóvenes, que son el
futuro del mundo) que pongamos en primer
lugar en la oración a aquellas personas que,
con su incredulidad (o ignorancia), son cau-
sa de muchos sucesos negativos en el mun-
do. La Virgen pide que los amemos y no los
juzguemos, pide que oremos y les demos
ejemplo. Rezando por ellos, rezamos por
nosotros, por nuestro futuro y por el de
nuestros hijos.
Hay muchos peregrinos que en
Medjugorje piensan que nosotros, los viden-
tes, somos privilegiados y que Dios escucha
más nuestras oraciones. ¡Nada más equivo-
cado! Para María que es madre no existen
hijos privilegiados… Somos todos, simple-
mente, sus hijos que Ella escoge para dife-
rentes misiones: nosotros los videntes para
dar los mensajes, vosotros para que como
apóstoles de la Virgen, llevéis al mundo este
mensaje. Y en cuanto a lo que la Virgen me
ha dicho en el mensaje del 2 de Enero de
este año: “Queridos hijos, yo os he llamado.
Abrid vuestros corazones, dejad que entre
para que pueda hacer de vosotros los mejo-
res apóstoles”.Significa que todos tenemos
la misma importancia ante nuestra Madre.
Mirándoos a vosotros jóvenes, mi cora-
zón está lleno de alegría. Veo banderas cro-
atas, italianas, austriacas, eslovacas… es
maravilloso, pero pienso que todos nosotros
estamos aquí reunidos bajo una única ban-
dera: la bandera de la Madre. Hemos venido
a Ella con nuestros dolores, tristezas, dese-
os, o simplemente con agradecimiento.
Os voy a relatar con un episodio lo que para
mí es Medjugorje. Un día me puse a cami-
nar hacia el monte Krizevac, y sabéis ¡lo
difícil que es subir! Delante de mí, había un
pequeño grupo de italianos, y seis jóvenes
transportaban sobre una camilla un joven
minusválido. Yo andaba detrás de ellos y
veía con cuanta felicidad lo hacían. Después
de unos minutos llegó un grupo de america-
nos, y sin muchas palabras, dijeron sólo
“cambio”, cogieron ellos la camilla, y se la
pusieron a las espaldas. Tras pasar un rato,
llegaron unos alemanes, y también ellos, sin
muchas palabras, cogieron al joven y lo
transportaron. Para sintetizar, ¡aquel joven
llegó a la cruz del monte Krizevac llevado
en manos de todo el mundo! Esto es lo que
la Madre desea de nosotros: que nuestras
manos sean” manos unidas”.
Red.
Mensaje a Mirjana el 2 de agosto
“Queridos hijos, en este tiempo de inquietu-
des vengo a vosotros para mostraros el cami-
no hacia la paz. Os amo con amor inmenso,
y deseo que también vosotros os améis los
unos a los otros, y que en todos veáis a mi
Hijo, al Amor inmenso. El camino hacia la
paz pasa sólo a través del amor. Dadme la
mano a mí, a vuestra Madre y permitidme
guiaros. Yo soy la Reina de la Paz. Os agra-
dezco que hayáis acudido a mi llamada
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Los traductores del Eco
en Medjugorje
Unidos en el ofrecimiento de sí
Es la quinta vez consecutiva que los tra-
ductores y estrechos colaboradores del Eco,
de diversas naciones, se han reunido en
Medjugorje en la Casa de la Comunidad
“Kraljica Mira”
, para aumentar la comu-
nión espiritual y compartir la esperanza vin-
culada al servicio de nuestro diario.
Procedentes de dieciséis países diferen-
tes, nos sentimos atraídos por una gracia
especial, la cual nos ha llamado y acogido
en estos días de finales de agosto . Es la
gracia unida al jubileo que todavía aquí fes-
tejamos: los 25 años de María en
Medjugorje. Es una gracia potente, pene-
trante y transformante, que no te deja partir
igual que has llegado. Es una gracia que ilu-
mina tu profundidad y te revela aquello que
todavía no es verdad, aliado con el espíritu
del mundo y con tu egoísmo. Es una gracia
que te provoca y te invita a cambiar de
dirección, te exhorta a enderezar tus pasos
para dirigirte hacia lo esencial: el encuentro
con Jesús, amor encarnado, cordero inmola-
do, Palabra viva del Padre.
A esta meta nos guía cada día María, y
también en esta ocasión, ha utilizado la
experiencia pastoral del p. Tomislav Vlasic,
para ayudar a los participantes del retiro a
dar nuevos pasos en el camino. Es un cami-
no que habíamos ya emprendido, pero esta
vez la decisión de recorrerlo juntos, ha sido
aún más fuerte y comprometida.
N o s
sentimos llamados, nosotros la familia del
Eco, a ofrecer nuestra vida a Jesús a tra-
vés de María,
para la salvación del mundo.
Hemos comprendido que solamente a través
de nuestra comunión en el ofrecimiento la
publicación puede canalizar el pensamiento
de María de modo auténtico y puro, sin ins-
trumentalizaciones ni manipulaciones. Sólo
si nos dejamos “despojar” de nuestro yo,
para dejar actuar a Dios, podremos transmi-
tir su amor de forma directa, sin mediacio-
nes ni intereses de ninguna clase.
Rezando, cantando, conversando, cele-
brando la Eucaristía juntos, nos hemos sen-
tido “un solo corazón y una sola alma”, a
pesar de las profundas diversidades cultura-
les y lingüísticas. Hemos comprendido que
sólo abriéndonos incondicionalmente a la
acción de Dios en nosotros, Él puede demo-
ler nuestras barreras interiores y exteriores,
y transformarnos en Iglesia viva, corazón
latiente del mismo Cuerpo.
Con este alimento queremos nutrir al
Eco, no con bellas palabras que nacen de la
teoría, sino con la sabiduría que nace de la
completa donación a María, que desde
Medgugorje continúa llamándonos.
La invitación es a ser levadura en nues-
tros países, no una masa sin forma y sin sus-
tancia. La invitación es a ser un grano capaz
de “morir” en la tierra de la que procede-
mos, para dar fruto a su tiempo, según los
proyectos del Padre. No está en nosotros el
conocerlos, debemos solamente donarnos y
permanecer unidos en el Corazón de la
Virgen: hermanos y hermanas capaces de
amarse con el Amor trinitario, con ese amor
que siempre fluye y nunca se agota. Con ese
Amor que genera y se regenera sin cansar-
se, con ese Amor que purifica, eleva e intro-
duce en la vida resucitada. Hermanos y her-
manas capaces de dar la vida los unos por
los otros, para sostener a cuantos esperan
del Eco alimento para sus almas.
Es un camino largo, estrecho, pero bellí-
simo porque conduce al corazón del miste-
rio Trinitario. Es el paso pascual, vivido
cada día con plena conciencia para acceder
continuamente a la libertad , que nace de la
muerte de uno mismo.
La recorreremos juntos, nosotros los del
Eco, pero queremos también extenderla a
vosotros que nos leéis. Entonces, de ahora
en adelante, en cada número publicaremos
una firma con la que explicaremos los
fundamentos de esta llamada,
intentando
poco a poco trazar el camino a quien sienta
recorrerlo.
La Virgen María bendiga este nuevo año
de actividad de todos los colaboradores y
todo lo que nacerá de nuevo. Amén.
Stefania Consoli
La Virgen llama a sus hijos
a la donación completa
Hemos podido participar por primera
vez en el retiro de la Comunidad “Kraljice
Mira”, como colaboradores de la distribu-
ción del Eco en Hungría. Este año, es la
quinta vez que se han reunido representan-
tes de diversas naciones, para juntos pro-
fundizar en la misión del Eco.
En Hungría, el 13 de cada mes rezamos
delante del Santísimo Sacramento, cerca de
la Parroquia “Sagrada familia” en
Budapest, para que el Eco transmita siem-
pre más la gracia de Medjugorje. Al finali-
zar la adoración se distribuyen 3000 ejem-
plares de la revista, para que un número de
hermanos cada vez mayor lo pueda recibir.
En este retiro hemos comprendido que el
Eco es una fraternidad
, unida en la deci-
sión (tomada de común acuerdo) de respon-
der a esta llamada para entrar en el amor de
Dios, y que esto es lo que da sentido a nues-
tras vidas.
Queremos anunciar este camino a nues-
tros hermanos húngaros. Lo esencial de esta
llamada, es a través de la donación comple-
ta, de nuestra vida en fraternidad, compartir
entre nosotros el amor de Dios. Esto es
posible sólo si realmente nos entregamos a
la Virgen completamente.
Con gratitud recordamos estos días, en
los que nos hemos reafirmado en nuestra
misión, y con la ayuda de la Mamá Celeste
queremos convertirnos en miembros activos
al servicio de la comunión fraterna, en
medio del pueblo húngaro.
Aniko y Kinga
Una impresión personal
El que viene a Medjugorje, siente de
forma particular la presencia de María. Este
año en el retiro internacional ubicado en la
casa “Kraljice Mira”, lo he percibido así: en
la cara de los hermanos, en su modo de
hacer, en el contenido de sus palabras he
percibido novedad, ternura, simplicidad,
gozo, ligereza y como brisa leve.
Me parece ver algunas cualidades de
María en esta vivencia. Quizás se las ha dis-
tribuído a los hijos que se han reunido aquí
con el intento común de encontrarla.
Pietro Squassabia
La cima inalcanzable
Como en todos los encuentros anuales
en Medjugorje que tiene la redacción del
Eco entre traductores y otros colaboradores,
el “Via Crucis” al monte Krizevac estaba en
el programa. Ya antes de salir de casa sabía
que esta subida ya no era para mí por mi
debilidad corporal y mis dolores de espalda.
Pero quería acompañar a mis amigos a los
pies del monte, orar con ellos antes de la
subida, quizás subir a la primera estación,
con un buen bastón, y posiblemente llegar a
la segunda estación, participar en la medita-
ción de Jesús llevando en la espalda la cruz,
quizás hasta la tercera, cuando Jesús cae por
primera vez; pero no creí que iba a llegar a
la cuarta, donde una bellísima tabla de bron-
ce muestra el encuentro de Jesús con su
Madre. Recordaba la subida rápida, las pie-
dras irregulares, la dificultad para encontrar
el lugar adecuado donde poner los pies, la
dificultad de avanzar de una piedra hasta
otra más alta, incluso con ayuda.
Comenzó la subida. Me puse en movi-
miento con el grupo, pero no tuve que cami-
nar completamente sola: vino en mi ayuda
uno de los sacerdotes de la Comunidad, fray
Lino, que me cogió de la mano izquierda
con firmeza, y de repente caminar fue
mucho más fácil. Pude andar hasta la pri-
mera estación, apoyándome también en el
bastón que tenía en la mano derecha.
“Te adoramos Cristo y te bendecimos,
porque con tu santa Cruz has redimido al
mundo”.
Hemos querido orar por nuestras
naciones, para que la redención de Cristo
venza en nuestra vida y en la de nuestros
compatriotas.
El calor del verano no era demasiado
intenso, pero una botella de agua era útil,
tanto para beberla como para echarla sobre
la cabeza. El grupo estaba unido, avanzába-
mos más o menos fatigosamente, metro tras
metro. El amigo sacerdote me cogía fuerte-
mente con su mano y llegamos a la segunda
y a la tercera estación. Pero luego me senté
allí, cansada y muy acalorada. “Me quedo
aquí. No sigo más” – “¡Sí, adelante, lo con-
seguirás!”. Y una vez más esa mano segura
y fuerte me animaba.
Continuábamos. Quise
abandonar varias veces, y
cada vez él me exhortaba
con palabras de aliento:
“¡Lo conseguirás!” ¿Cómo
lo sabía?
La cima no se ve duran-
te el camino, sólo matas,
árboles y piedras, usadas
por los devotos durante
muchos años, y ahora por
millones de peregrinos
durante 25 años de apariciones; se ve la tie-
rra roja, pequeñas piedras que pueden
hacerte resbalar cuando ruedan por la lade-
ra. Mirar abajo da miedo, llegar a la siguien-
te estación parece imposible, lo mejor es
sólo mirar el camino para encontrar un lugar
adecuado para poner el pie a cada paso: un
pequeño espacio entre las piedras, una pie-
dra plana u otra también adecuada.
“¡Nada te turbe, nada te espante, sólo
Dios basta! El grupo se para en cada cuadro
de bronce, se hace una meditación para
todos en voz alta, oramos, cantamos y mira-
mos el paisaje con las torres gemelas de la
iglesia lejana allí en la planicie. Vemos las
7
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Villanova M., 8 de septiembre de 2006
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
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En búsqueda del corazón
(pensamientos sencillos)
por Pietro Squassabia
A veces somos capaces de decir: yo
puedo hacer esto, yo esto otro, yo he reali-
zado esta empresa, desprendiéndose de
estas expresiones, una autocomplacencia y
a veces también un orgullo. Y entonces me
pregunto: ¿cómo veremos nuestra vida
cuando se aproxime su fin? Pienso que ten-
dremos un recuerdo sereno y luminoso de
cuanto Dios ha hecho en nuestra existencia
y en la de los demás y esto será seguramen-
te para nosotros motivo de gozo y de paz.
Quizá tendremos un vago e indiferente
recuerdo de lo que hemos hecho por nuestra
cuenta; probablemente tendremos también
motivos para lamentarnos de no tener ya la
capacidad ni la posibilidad de hacer cuanto
habíamos hecho en el pasado. Ciertamente
Dios no mira tanto a nuestro hacer, Él que
en un abrir y cerrar de ojos puede crear el
universo, sino que mira a nuestro corazón:
es allí donde encuentra sus delicias.
Jesús va también en búsqueda de nues-
tro corazón, para habitar en él con el Padre,
como ha dicho: “Si uno me ama… el Padre
lo amará y haremos morada en él” (Jn
14,23). Cuánto consuelo y cuánta dulzura
infunden estas palabras del Señor, que
denotan verdaderamente su amor por el
hombre, que busca su amistad y su corazón.
La Virgen nos ha dado a entender
muchas veces que no cuenta tanto el
hacer como el corazón.
En la Anunciación,
el ángel no pide a María hacer cosas, sino
que abra su corazón al Señor: habiendo
consentido se ha convertido en Madre de
Dios, Aquella que ha generado al Hijo.
En las bodas de Caná, María tampoco
hace cosas, sino que abre su corazón de
Madre al Hijo y por ello cuando dice a los
sirvientes: “haced lo que Él os diga” (Jn
2,15), Jesús opera el milagro y el agua se
transforma en vino. ¡Y qué vino y cuánto!
María sabe bien que nuestra vida es esté-
ril si Jesús no mora en nosotros
, sabe que
todo nuestro hacer es inútil sin Él.
Quizá por esto en Medjugorje habla al
corazón, enseña la oración del corazón y
quiere formar los corazones. Quiere predis-
poner nuestros corazones a acoger al Señor
porque sabe bien que Jesús no fuerza para
entrar en los corazones cerrados, que no
obliga al hombre a dejarle entrar en su alma.
María sabe también que nos cuesta
abrir nuestro corazón a Jesús y por ello
viene en nuestro socorro.
Ella sabe que
Jesús va en búsqueda de nuestros corazones
indistintamente, sea de aquellos fuertes
como de los débiles porque así actúa el
Amor.
Pero sabe también que Jesús tiene predi-
lección por aquellos que Ella forma, por los
corazones que Ella prepara y adorna porque
conoce los gustos de su Hijo: Él ama ver en
el hombre la belleza de la Madre y sentir en
él, su perfume.
Acojamos pues la invitación de María
a abrir nuestro corazón y con su podero-
sa ayuda dejemos morar a Jesús en noso-
tros.
Si así lo hacemos, nuestras obras lleva-
rán fruto porque serán bendecidas por el
Padre que verá en nuestro actuar el modo
de hacer de su Hijo, verá que nuestras
acciones se asemejan un poco a las de Jesús
y verá también en ellas un poco el sem-
blante del Hijo y de ello no podrá más que
complacerse.
Así se nos darán alas para volar en ayu-
da del prójimo y para contemplar el cielo;
nos será dada una vista aguda para ver las
necesidades del hermano y socorrerlo y
para distinguir claramente el bien del mal.
Así nuestro hacer llevará fruto, quizá el
céntuplo y haremos cosas maravillosas por-
que no será nuestro hacer sino el de Jesús en
nosotros. Comprenderemos también las
palabras del salmo: “Si el Señor no constru-
ye la casa, en vano se fatigan los construc-
tores” (Sal 127).
De esta manera tal vez podremos decir
con la esposa del Cantar de los Cantares:
“Yo duermo, pero mi corazón vela” porque
el Esposo, Jesús, no duerme nunca, sino
que vela siempre y actúa en nosotros conti-
nuamente, aún en el sueño. *
casas del pueblo, la corona de montañas
alrededor, el cielo, este cielo tan especial,
claro, bello. Tu Amor, Dios, nos llega a tra-
vés del soplo del viento, la amistad del gru-
po, de toda la belleza que nos rodea; a tra-
vés de la memoria de tu sufrimiento por
nosotros, tu profundo sufrimiento, tu Amor
profundo. Y me veo acompañada a lo largo
de todo el camino gracias al apoyo seguro
de mi amigo sacerdote. ¿Cómo es esto posi-
ble? No siento los dolores en la espalda y
esto es extraño. En casa, en mi cocina, sien-
to a menudo golpes de dolor como de lum-
bago y me tengo que quedar durante un
momento en una postura rígida y fija, espe-
rando que pase el dolor, pero… ¡aquí en el
Via Crucis no tenía dolores! Y las rodillas,
que chirrían por la artrosis cuando las
doblo, ¿cómo es posible que haya subido a
este monte?
Al llegar a la cruz de cemento, construi-
da en 1933 por los habitantes del pueblo de
Medjugorje para honrar la muerte de Jesús
1900 antes, mi gratitud y mi maravilla eran
grandes. Nos paramos en la cruz durante 15
minutos en silencio, cada uno quiere decir
algo personal a Aquél que buscamos, quere-
mos agradecer, traer a nuestros amigos y las
situaciones de nuestro hogar, ofrecernos
como un don… ¡Qué don la verdadera
amistad altruista! No fue fácil para fray
Lino, comprendí que tuvo un trabajo duro.
Cuando me exhortó a ir más lentamente:
“¡Despacito!”, en mi egocentrismo creí que
lo decía por atención a mí; pero luego he
comprendido que él sentía el peso: “Suecia
pesa” fue su comentario.
Traje a mi nación conmigo, y la situa-
ción espiritual en Suecia no es fácil.
Comprendí que él había llevado mi peso.
Como Jesús. Pero creo que no lo llevaba
totalmente solo, toda la Comunidad “Reina
de la Paz” nos ha llevado a todos nosotros
invitados, antes de nuestra llegada, luego
durante la convivencia e incluso ahora que
hemos vuelto a nuestros países. Este Via
Crucis en el monte, la subida como la baja-
da, que no habría podido realizar sola, me
dio una experiencia fortísima del amor
generoso que no piensa en sí mismo, de la
vida que sigue las huellas de Jesús.
Christina Agnani
(Traductora del Eco en sueco)
Las peregrinaciones de Caridad
Continúa nuestro compromiso con los
pobres de Bosnia. En agosto acompañé dos con-
voys con muchas furgonetas cargadas de alimen-
tos, detergentes y pañales para varios centros de
refugiados, orfanatos, hospitales psiquiátricos,
centros para minusválidos, centros sociales, resi-
dencias de ancianos, comedores para pobres,
etc… Nos paramos con todo el grupo de 65
voluntarios en el “Festival de los jóvenes” de
Medjugorje y el 2/8 también yo di un testimonio
a los jóvenes procedentes de 50 países diferentes.
Mencioné nuestras peregrinaciones de caridad
que seguimos organizando para los pobres, pero
presenté sobre todo la bellísima figura de IVAN
MERZ, muerto en 1928 con 31 años, y a quien el
Papa Juan Pablo II beatificó cuando estuvo en
Banja Luka, su ciudad natal, indicándolo como
modelo para todos los jóvenes y como ejemplo
de los laicos que se consagran a Dios.
En el centro de refugiados y de asistencia de
ancianos de Domanovici (ex manicomio, a 20 km
de Medjugorje) encontramos una situación terri-
ble. El Estado en este periodo no manda ningún
alimento y el agua llega en el mejor de los casos
una vez a la semana (porque allí no hay agua). No
tienen nada que comer, no pueden lavarse.
Volveremos cuanto antes, pero entre tanto.
Buscamos amigos que adopten a distancia
niños de Bosnia y de Rumanía. El gasto es de 30
euros al mes. El compromiso es durante al
menos dos años. ¡Gracias!
Bonifacio Alberto
Centro Información Medjugorje – Via S.
Alessandro, 26 – 23855 PESCATE (LC) –
Tel. 0341-368487 – fax 0341-368587 – e-mail:
b.arpa@libero.it
Para eventuales ayudas y donativos enviarlos a:
A.R.PA. Associazione Regina della Pace Onlus
(misma dirección):
* cuenta corriente postal n. 46968640
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