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Eco de Maria Reina de la Paz 178 (Noviembre-Diciembre 2004)

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Mensaje del 25 de septiembre de 2004:
“Queridos hijos, también hoy os invito
a ser amor allí donde haya odio, y alimen-
to allí donde haya hambre. Hijitos, abrid
vuestros corazones, y que vuestras manos
estén extendidas y sean generosas, para
que cada criatura, a través de vosotros, dé
gracias a Dios Creador. Orad, hijitos, y
abrid vuestro corazón al Amor de Dios;
no podéis hacerlo si no oráis. Por eso,
orad, orad, orad. ¡Gracias por haber res-
pondido a mi llamada!
Ser amor
Donde hay odio, que yo lleve el amor
dice una bellísima oración atribuida a San
Francisco; es ya un arduo programa de vida.
Aquí María va más allá: os invito a ser
amor allá donde hay odio.
No se trata sólo
de llevar amor; somos invitados a ser amor.
Esta precisión de María elimina cualquier
ilusión de poder honrar la oración francisca-
na sencillamente realizando alguna buena
obra. No basta con llevar un poco de amor,
dar un poco de nuestro dinero, de nuestro
tiempo; hay que ser un don para los demás,
como Francisco, como María, como Jesús.
Cada límite al amor es cerrazón al Amor sin
límites del Padre, cada frontera es el cerco
de una prisión en la cual buscamos en vano
a Aquél que los cielos y los cielos de los cie-
los no pueden contener
(1 Re 8, 27). Si no
nos liberamos de esta mentalidad que dema-
siado aprisa llamamos farisaica, permanece-
mos cerrados a la acción del Espíritu y lo
que hacemos no tiene peso en nuestra histo-
ria de salvación personal ni en la del mundo.
Ciertamente no es fácil llevar a cabo en
nosotros esta conversión, como también es
impensable pensar que la podemos alcanzar
con nuestras solas fuerzas. Sin embargo, es
necesaria, si queremos dar fe a las invitacio-
nes y peticiones de María. Quizás es por esto
que Ella no se deja vencer por nuestra tibie-
za y con insistencia, con paciencia infinita y
preocupación solícita y maternal, nos llama
al abandono y a la oración.
Ser amor significa vivir a Jesús en noso-
tros o mejor dejar que Él viva en nosotros, y
esto es posible sólo si dejamos al Espíritu
Santo la más amplia libertad de acción en
nosotros, si nos abandonamos realmente, sin
hipocresías, a Dios Padre. Ésta debería ser
nuestra oración, nuestra única oración: Aquí
estoy, Padre, hágase en mí según Tu santa
Voluntad,
que no es otra cosa que el Padre
Nuestro,
la estupenda oración que Jesús nos
enseñó, que Él honró en toda Su Vida, desde
que a los doce años se manifestó en el
Templo (Lc 2, 42-49) hasta el monte de los
Olivos (Lc 22, 42) hasta el último respiro
(Lc 23, 46). No tengáis miedo, abrid las
puertas a Cristo
nos repite desde el primer
día de su Pontificado nuestro gran Papa.
Ningún miedo ante Cristo Amor. Que estén
abiertas a Él, de par en par, las puertas de
nuestro corazón para que Él pueda vivir en
nosotros.
María sabe preparar nuestro corazón (ya
lo está haciendo), para que sea más acoge-
dor, menos indigno de recibir a Su gran
Señor. Jesús en nosotros y nosotros total-
mente ofrecidos a Él, para ser amor allí
donde hay odio y alimento donde hay
hambre.
Si Él vive verdaderamente en
nuestra alma, nosotros desapareceremos en
Él; surgirán en nosotros, en lugar de las
nuestras, sus semblanzas; seremos alimento
verdadero para quien tiene hambre, cual-
quier tipo de hambre: seremos Eucaristía
viviente. Con el corazón de Jesús vivo en
nosotros, nuestro corazón permanecerá
siempre abierto, porque Jesús no se deja
encerrar, nuestras manos permanecerán
extendidas y generosas porque al estar
sobre las Suyas, estarán siempre dispuestas
a bendecir, a acoger, a servir, a sostener, a
acariciar. Así cada criatura entra en con-
tacto con Jesús y agradece a Dios Creador.
¡Ánimo! Pidamos a Jesús que acoja
nuestro ofrecimiento; es poca cosa pero
Jesús lo aceptará porque es todo lo que tene-
mos (Mc 12, 41-44); no lo rechazará porque
será María quien lo entregue por nosotros.
Ésta es la oración que abre el corazón al
amor de Dios,
que nos obtiene el milagro
de vivir en plenitud nuestro bautismo. Ésta
es la oración a la que nos llama María y que
acabará con el odio, el hambre, la violencia
del mundo y lo abrirá a la civilización del
Amor. Recoge en esta oración tu sufrimien-
to, tu dolor, tu esperanza, tu gozo, todo lo
que tienes y vives y Cristo surgirá en ti y, a
través de ti,
en el mundo.
Nuccio Quattrocchi
Mensaje del 25 de octubre de 2004:
“Queridos hijos, éste es un tiempo de
gracia para la familia, por esto os invito a
renovar la oración. Que en el corazón de
vuestra familia esté Jesús. Aprended en la
oración a amar todo lo que es santo.
Imitad la vida de los santos, que ellos sean
para vosotros un estímulo y maestros en el
camino de la santidad. Que cada familia se
convierta en un testimonio del amor en
este mundo sin oración y sin paz. Gracias
por haber respondido a mi llamada.”
Que en el corazón
de vuestra familia esté Jesú
s
Mientras el tiempo que vivimos quiere
sepultar la institución de la familia, al menos
en su concepción católica, María nos dice
que éste es un tiempo de gracia para la
familia.
Estamos viviendo tiempos extrema-
damente difíciles para los individuos, las
sociedades, las naciones, las familias; sin
embargo, éste es un tiempo de gracia.
¿Pero cómo? María sabe, y también noso-
tros deberíamos saberlo, que las puertas de
los infiernos no prevalecerán sobre la
Iglesia
de nuestro Señor Jesús (Mt 16, 18) y
cuanto más manifiesto sea el trastorno de los
cielos y de la tierra, tanto más cerca estará
nuestra liberación (Lc 21, 28).
Ya es tiempo de despertarnos del sueño
porque nuestra salvación está más cerca
ahora de lo que creemos. La noche está
avanzada, el día se acerca. Echemos fuera
las obras de las tinieblas y pongámonos las
armas de la luz
(Rm 13, 11-12). Ponerse las
armas de la Luz significa armarse del Amor
de Dios, revestirse de Jesús, vivir de Él. Por
esto María nos invita a renovar la oración.
La gracia de Dios está dispuesta a derramar-
se sobre la familia y sobre el mundo si lo
deseamos e imploramos sinceramente.
Entremos en la oración tal como María nos
sugiere y pide insistentemente. No basta con
recitar oraciones, hay que vivir la oración,
hay que orar con la vida. Os exhorto, pues,
hermanos, por la misericordia de Dios, a
ofrecer vuestros cuerpos como sacrificio
vivo, santo y agradable a Dios; éste es vues-
tro culto espiritual
(Rm 12, 1).
Que en el corazón de vuestra familia
esté Jesús. Tomémonos en serio este deseo
de María; fundar la familia sobre Jesús, dejar
que sea Él quien la anime y le dé vida (ésta
es la función del corazón en todo ser vivien-
te), significa preservarla de cualquier insidia
y de cualquier peligro, conservarla santa e
inmaculada,
según el deseo de Cristo para su
Iglesia (Ef 5, 27); significa devolver la fami-
lia a su modelo original que reside en Dios
mismo y en el misterio trinitario de su vida
(Juan Pablo II, Carta a las familias, nº 6).
Con Jesús en el corazón la familia se
convierte realmente en una pequeña iglesia,
iglesia doméstica, célula viva de la Iglesia y
Es EL AÑO DE LA EUCARISTÍA
17 octubre 2004 – 29 octubre 2005
Noviembre - diciembre 2004 - Editado: por Eco di Maria, C.P.
27 31030 Bessica (TV)
(Italia) - Tel / fax 0423. 470331
A. 20, N° 11-12; Esd.a.p. art.2,com.20/c, leg.662/96 filiale di MN-Autor.tribun.MN: 8.11.86, ccp 14124226
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de la sociedad entera; en ella se vive la diná-
mica del Amor trinitario. Esta altísima con-
cepción de la familia llama a un compromi-
so de fe que apunta decididamente a la san-
tidad. Aprended en la oración a amar todo
lo que es santo,
es decir, todo lo que en Dios
es de Dios y que Él desea entregarnos.
Nosotros ni siquiera sabemos qué pedir pero
el Espíritu viene en ayuda de nuestra debili-
dad e intercede por nosotros con gemidos
inenarrables
(Rm 8, 26).
Imitad la vida de los santos, que ellos
sean para vosotros un estímulo y maestros
en el camino de la santidad.
Se acerca la
fiesta de los santos; podemos pedir, no algu-
na ayuda concreta, sino que nos empujen y
sean nuestros maestros en el camino de la
santidad. En Jesús la familia encontrará paz,
unidad, amor; encontrará fuerza para resistir
cualquier fuerza de disgregación, sabiduría
para desenmascarar el engaño, valentía para
atravesar todas las pruebas. Así la familia
estará viva en el Espíritu y se convertirá en
testimonio del amor en este mundo sin
amor y sin paz.
María dirige esta invitación
a todas las familias; así que nadie se sienta
excluido, que nadie se considere incapaz o
indigno. Nadie puede contar sobre sus pro-
pias fuerzas, sino que cada uno debe apoyar-
se en Dios y obtener de Él la gracia que en
este tiempo nos es dada en abundancia.
N.Q.
Nuevas beatificaciones:
Los enamorados
de la Eucaristía
Incesante el trabajo del Papa al servicio
del cielo y de la tierra, con el que Juan Pablo
II continúa aumentando la lista de los bea-
tos, proclamando siempre nuevos. Tras la
beatificación de los tres miembros de la
acción católica - que tuvo lugar en Loreto el
pasado 5 de septiembre - el 5 de octubre les
“¡Jesús en el centro!”
Se dieron cita en Roma para testimoniar
públicamente que Jesús está en el centro de
su vida y para transmitirlo con valentía a los
demás. El contexto: una misión de evangeli-
zación que los envió a las calles centrales de
la capital, con el significativo lema: “¡Jesús
en el centro!”.
Hablamos de los jóvenes reunidos en la
ciudad de Pedro del 1 al 10 de octubre y,
junto a ellos, representantes de diversas aso-
ciaciones laicas, reunidas con motivo del
Primer encuentro europeo de los grupos
juveniles de Adoración eucarística
(que
comenzó el día 6): una iniciativa que “ha
nacido pensando en todas las experiencias
comunitarias juveniles de adoración eucarís-
tica que surgieron después de la invitación
del Papa a poner la Eucaristía en el centro
de la propia vida”
(en Tor Vergata en el
2000, como conclusión de la Jornada mun-
dial de la Juventud).
La voz es la de mons. Mauro Parmeg-
giani, que participó en Medjugorje en el
festival de los jóvenes en agosto,
y donde
quedó impresionado por los miles de jóve-
nes que se dejaban atraer dócilmente por la
presencia viva de Jesús en el Santísimo
Sacramento. Por esto el responsable de la
pastoral juvenil diocesana no vaciló en pro-
mover el encuentro romano con el tema:
“La Eucaristía, fuente y culmen de la
misión”.
Jornadas ricas de reflexión, de
compartir, de oración; marcadas por los can-
tos que resonaban festivamente entre los
antiguos palacios romanos.
El momento más conmovedor fue cuan-
do Jesús recorrió los caminos “de las tien-
das”, en una hora en que estaban a tope de
gente: el sábado por la tarde. Una larga ser-
pentina de velas encendidas seguía la proce-
sión eucarística,
y mientras Jesús pasaba,
en los bordes del camino se veía en los ros-
tros de la gente una muy variada serie de
reacciones que revelaba cómo nadie queda
indiferente ante el Cristo. Alguno se para-
ba con curiosidad, otros se recogían con
recogido respeto, otros disimulaban mal su
disgusto y continuaban su camino.
Sobre todo los jóvenes en busca de pla-
ceres efímeros – exhibidos con un gusto
dudoso en los escaparates de las tiendas –
eran provocados por la presencia de otros
jóvenes que dejaban traslucir sin vergüenza
el gozo de seguir a Jesús. Y así se podía leer
en los ojos de los desconocidos transeúntes
sentimientos de todo tipo: incomodidad,
miedo, superioridad arrogante o incluso un
acerbo desprecio, que se mostraba hasta con
la blasfemia.
Y mientras ellos se sentían puestos al
desnudo por la Verdad que descubre el mun-
do de mentiras que los esclaviza, Jesús los
miraba, cubriéndolos con su amor. Era como
si Cristo estuviera allí precisamente para
ellos: para los alejados, para los heridos,
para los engañados por las lisonjas del peca-
do. No le importaba padecer insultos o el
hielo de la indiferencia; Él sólo quería amar-
los y así, salvarlos. Era un poco como cuan-
do en la Via dolorosa, atravesando la multi-
tud que lo rodeaba cargado con la cruz en la
que iba a morir, Jesús miraba los mil rostros
de la humanidad. Y asumiéndolos en su
mirada, los llevaba con él al Trono de la
misericordia. Esto es lo que significa llevar
a Jesús en el centro:
darle la posibilidad de
alcanzar a todos y de tocar los corazones con
su gracia. Los frutos surgirán cuando sea el
tiempo, lo importante es dejar que siembre.
Los jóvenes misioneros fueron también
recibidos por el Papa en una audiencia pri-
vada. Concluyamos pues con sus palabras,
que sintetizan muy bien la confianza que
hoy la Iglesia, a través del Pontífice, tiene
puesta en las jóvenes generaciones.
“¡Queridísimos jóvenes, es para mí un
gozo acogeros…! Eucaristía y misión son
dos realidades inseparables, como subraya
el apóstol Pablo: “Cada vez que coméis de
este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la
muerte del Señor hasta que venga”
(1 Cor
11, 26). A través del sacrificio en la Cruz,
Jesús “hace” la Eucaristía, esto es, da gra-
cias al Padre. Este misterio pide a cada uno
de nosotros que demos gracias con Cristo al
Padre, no tanto con las palabras como con
nuestra misma vida unida a la suya. No hay
pues una auténtica celebración y adora-
ción de la Eucaristía que no conduzca a la
misión.
Al mismo tiempo, la misión presu-
pone otro rasgo eucarístico esencial: la
unión de los corazones.
Recordad siempre que el primer lugar
de la evangelización es la persona huma-
na,
hacia la que nos proyecta la Eucaristía,
pidiéndonos capacidad de escucha y de
amor. Gracias por lo que sois y por todo lo
que realizáis por Cristo y por la Iglesia. ”.
S.C
ha tocado a otras cinco personas que con sus
vidas han manifestado concretamente la ter-
nura de Dios por sus hijos. Muy distintos
entre ellos, pertenecientes a épocas diversas,
están sin embargo unidos por un único
amor: la Eucaristía.
El francés PIERRE VIGNE, que vivió
entre el siglo XVII y el XVIII, desde la ado-
lescencia fue conquistado por la presencia de
Jesús en la Hostia Santa. Tras haber profesa-
do el sacerdocio y haber buscado su lugar al
“servicio de la gente pobre”, tuvo una voca-
ción singular: la de “misionero itinerante”.
Durante más de treinta años surcó a pie y a
caballo las calles de su región para hacer
conocer, amar y servir a Jesucristo, adminis-
tró los sacramentos hasta el punto de llevar a
cuestas “su” confesionario para estar siempre
dispuesto a ofrecer la misericordia de Dios.
Celebra la Misa, expone el Santísimo
Sacramento y enseña a adorar la Eucaristía.
María, “Bello Tabernáculo de Dios entre los
hombres”, ocupa también un lugar privile-
giado en su oración y en su enseñanza.
Tal es el fervor que lo vincula a la
Eucaristía que Pietro siente la exigencia de
fundar una Congregación femenina – las
Hermanas del Santísimo Sacramento – a las
que confía la misión de alternarse en la ado-
ración de Jesús presente en la Eucaristía y a
vivir juntas fraternalmente.
También Joseph-Marie Cassant testi-
monió en Francia – donde nació en 1878 –
un gran cariño a Jesús Eucarístico. Al con-
templar a menudo a Jesús en su pasión y
sobre la cruz, el joven monje trapense se
impregna del amor de Cristo. “El camino del
Corazón de Jesús” es una llamada incesante
a vivir el momento presente con paciencia,
esperanza y amor. Él es consciente de sus
lagunas y de su debilidad, pero se apoya
cada vez más en Jesús, que en su fuerza. No
le gustan las medias tintas, quiere entregarse
a Cristo completamente. Un testimonio de
ello es su lema: “Todo por Jesús, todo por
María”. Objeto de numerosas persecuciones
que herían profundamente su viva sensibili-
dad él se apoya en Cristo presente en la
Eucaristía, “la única felicidad de la tie-
rra”,
como a él le gustaba decir.
Entre éstos también SOR MARIA
LUDOVICA DE ANGELIS, una italiana
nacida en 1880 que, sin embargo, cuando
entró en la congregación de la Hijas de la
Misericordia, se fue a Buenos Aires, donde
transcurrirá el resto de su vida. Desde este
momento su vida es un florecimiento ininte-
rrumpido de humildes gestos silenciosos, de
una entrega discreta y activa. No es una
mujer de una gran cultura, sor Ludovica. Sin
embargo logra realizar cosas increíbles ante
los ojos estupefactos de cuantos la rodean.
El Hospital de Niños, al que es enviada y
que adopta inmediatamente como su fami-
lia, la ve primero como cocinera solícita y
luego como responsable de la Comunidad.
Serena, activa, resuelta, audaz en las inicia-
tivas, fuerte en las pruebas y en la enferme-
dad, con la inseparable corona del Rosario
entre las manos, la mirada y el corazón en
Dios y una constante sonrisa en los ojos, sor
Ludovica se convirtió, a través de su bondad
ilimitada, en un instrumento incansable de
misericordia, para que llegue con claridad a
todos el mensaje del amor de Dios. Él único
programa que formuló expresamente es esta
frase que en ella era recurrente: “Hacer el
bien a todos, no importa a quien”. Como
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aquel Jesús que desde la
Eucaristía le inspira conti-
nuamente
cómo llevar a buen
fin todas las obras que
emprende en nombre de la
Misericordia.
Entre los beatos, también uno
de la realeza: el emperador
Carlos de Austria, el último descendiente
del Imperio Austro-Húngaro. Carlos recibió
una educación expresamente católica y des-
de la infancia estuvo acompañado en la ora-
ción por un grupo de personas, pues una reli-
giosa estigmatizada le había profetizado
grandes sufrimientos y ataques contra él.
Bien pronto creció en Carlos un gran
amor por la S. Eucaristía
y por el Corazón
de Jesús. Toma todas las decisiones impor-
tantes en la oración y ve su misión imperial
como un camino para seguir a Cristo: en el
amor a los pueblos que le están confiados,
en el cuidado de su bien y en la entrega de su
vida por ellos.
El deber más sagrado de un Rey – el
compromiso por la paz – es puesto por
Carlos en el centro de sus preocupaciones a
lo largo de la terrible Primera guerra mun-
dial. Su sueño es el de superar los naciona-
lismos para formar una Gran Comunidad
Europea basada en la cooperación y en el
respeto a todos, consciente de que cada
hombre es único y querido por Dios. Pero
nadie lo comprende y su actitud le cuesta la
patria: vive el exilio, la pobreza, la enferme-
dad que acepta como sacrificio por la paz y
la unidad de sus pueblos.
Carlos soporta su sufrimiento sin lamen-
tos, perdona a todos los que le habían ofen-
dido y murió el 1 de abril de 1922 con la
mirada puesta en el Santísimo Sacramento.
La Mística de la Pasión
Finalmente una mística, ANNA KATHA-
RINA EMMERICK, de quien últimamente
se ha hablado mucho porque los relatos de
sus visiones inspiraron algunas escenas de la
película “La pasión de Cristo”.
Una gran mística nacida cerca de
Münster (Alemania), que desde muy peque-
ña mostró una gran sabiduría por “las cosas
de Dios” y alimentó el deseo de entrar en un
monasterio, pero su condición de pobreza no
le permitió gozar un privilegio que en aque-
lla época, entre el 700 y el 800, estaba desti-
nado sólo a las hijas de los ricos.
El Señor, sin embargo, oyó su deseo y la
joven pudo profesar sus votos en un monas-
terio, donde estuvo siempre dispuesta a asu-
mir los trabajos más pesados y no deseados.
Por su origen pobre, desde el principio fue
muy poco considerada y estuvo expuesta a
muchos conflictos por los dones especiales
sobrenaturales con los que era favorecida.
Anna Katharina soporta en silencio este
dolor y con resignación silenciosa.
En 1811, debido al movimiento de secu-
larización, el monasterio fue confiscado y así
la joven encontró acogida como empleada
doméstica de un sacerdote que había huido
de Francia. Pero pronto cae enferma y se ve
obligada a estar en la cama. Es en este punto
en el que comienza la auténtica vocación de
Anna Katharina: vivir en su cuerpo la
pasión de Cristo.
Recibió el don de los
estigmas, acompañado de una serie de expe-
riencias místicas muy ricas que fueron anota-
das por Clemens Brentano (gran escritor y
poeta alemán) y que publicó más tarde. Entre
PAPA WOYTILA
Una “estrategia pastoral”
fundamentada en la Eucaristía
“Me alegra anunciar un Año especial
dedicado a la Eucaristía. Comenzará con el
Congreso Eucarístico Mundial en octubre de
2004 y concluirá con la próxima Asamblea
Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que
tendrá lugar en el Vaticano en octubre de
2005”, anuncia el Papa el día de Corpus
Christi. Es ésta pues la próxima cita en el
camino de la Iglesia del Tercer Milenio. “El
Año de la Eucaristía se encuadra en el pro-
yecto pastoral que señalé en la Carta
Apostólica Novo Millenio Ineunte, donde
invité a los fieles a “partir de nuevo desde
Cristo” – añade el Pontífice en otra ocasión -
. Contemplando más asiduamente el rostro
del Verbo encarnado, realmente presente en
el Sacramento, los fieles podrán ejercitarse
en el arte de la oración y comprometerse en
esa medida alta de la vida cristiana, que es
condición esencial para desarrollar eficaz-
mente la nueva evangelización”.
La Eucaristía parece, pues, dominar el
pensamiento del Papa, desde el documento
Ecclesia de Eucaristia a las otras iniciativas:
toda su atención parece concentrarse en este
gran misterio, como corazón palpitante del
Cuerpo místico de Cristo.
Con un golpe de ala el Papa lleva la
Eucaristía del nivel celebrativo y devocional,
que vacía el Gran Misterio, a su lugar origi-
nario, es decir, a ser fuente de energía espiri-
tual y chispa para un nuevo impulso misio-
nero. El pensamiento del Santo Padre, que
luego es magisterio y doctrina de la Iglesia,
queda resumido en este binomio: “celebrar la
Eucaristía” quiere decir “anunciar a Cristo”.
Y, en efecto, ese Cristo al que el Papa
nos pide que miremos, ¿dónde lo encon-
tramos? Él vive y está presente por noso-
tros en la Eucaristía.
Para el Papa, como
debería ser para nosotros, la Eucaristía, la
Santa Misa no son un ejercicio pío o una
oración como otras que se hacen para ser
más buenos o para conseguir gracias; sino
algo esencial para la vida de la Iglesia y del
cristiano, algo sin lo que la vida espiritual
queda privada de su alimento y la misión
pierde impulso. La de Juan Pablo II no es
simplemente una devoción a la Eucaristía
debida a su formación tradicionalista polaca,
sino una auténtica y verdadera “estrate-
gia pastoral”, es decir, un modo de guiar
a la Iglesia,
poniendo en el centro todo lo
que es esencial para ella, y no medios de
moda para atraer a la gente.
Precisamente esta mirada llena de fe y de
amor del Papa hacia la Eucaristía hace justi-
cia a algunas críticas al documento de la
congregación para el Culto divino y la disci-
plina de los Sacramentos Redemptionis
Sacramentum
elaborado para señalar y
corregir formas de tratamiento superficial de
los misterios divinos o incluso verdaderos
abusos en la celebración de la Eucaristía o a
nivel ecuménico.
¿Demasiada meticulosidad? ¿Un celo
mal encauzado? “Los abusos y las negligen-
cias – dicen algunos – se corrigen con la for-
mación más que con la obligación y mucho
menos con la acusación. ? Los métodos son
siempre discutibles y perfeccionables; pero
es demasiado grande la importancia de la
Eucaristía para continuar callados y sopor-
tando faltas de respeto y abusos de corazo-
nes ligeros. Cuanto más se ama una cosa,
más se la defiende y protege, con todos los
medios que se puede.
“¿Qué es lo más preciado que tenéis
vosotros los cristianos?”, preguntaba el
Emperador en la Narración del Anticristo de
Solov’ev. Y el Staretz respondía con dulzura:
“Gran soberano, lo que tenemos más preciado
en el cristianismo es Cristo mismo. Él mismo
y todo lo que viene de Él; pues nosotros sabe-
mos que en Él mora corporalmente la plenitud
de la divinidad”. Cristo mismo y cuanto viene
de Él es el horizonte total y el significado últi-
mo de la vida. Los que confiesan a Cristo Hijo
de Dios no son una vanguardia intelectual ni
se distinguen por una marcada coherencia
moral; sino que son los que no han condes-
cendido en servir a dos amos, Dios y el mun-
do; los que han aprendido de Cristo el princi-
pio de cómo la Iglesia debe estar en el mun-
do; un principio que es fuente de salvación y
método de civilización. “Y de este Cristo –
podemos continuar nosotros - ¿qué es lo más
precioso? La Eucaristía, donde Cristo vive y
está presente por nosotros”.
Siendo así, las recomendaciones nunca
son suficientes; más cuando esta carta lo que
quiere es recuperar lo sagrado, así como
recuperar la fe y todo cuanto la hace siempre
más límpida y formada. Don Nicolino Mori
EL AÑO DE LA EUCARISTÍA
17 octubre 2004
29 octubre 2005
otras cosas, hizo famosos algunos lugares
geográficos especiales e históricos no alcan-
zables por la ciencia, como por ejemplo, la
supuesta casa de María en Éfeso, que fue
reencontrada por los arqueólogos gracias a
las informaciones que ella proporcionó.
La descripción de la Pasión de Cristo tie-
ne partes inverosímiles, sobre todo la de la
flagelación. Sus visiones se caracterizan por
ser interiores y simbólicas, como escribe
ella misma y “varían según el estado del
alma que las recibe. De aquí numerosas con-
tradicciones, porque se olvidan o se omiten
muchos detalles”.
En la humildad que caracteriza a los san-
tos, Anna Katharina no usó sus dones para
llamar la atención, sino todo lo contrario,
hizo todo cuanto pudo para asemejarse a ese
Cristo que ella mira directamente a los ojos:
para parecerse más a Jesús flagelado “pareci-
do a un trapo lleno de sangre” se habituó a
ponerse una camisa roja y finalmente, duran-
te los últimos 9 años de su vida se alimentó
sólo de la Eucaristía,
dando testimonio que
es el único alimento con el que el alma puede
vivir. Murió el 9 de febrero de 1824.
La voluntad del Papa de dar a la Iglesia
un número cada vez mayor de santos profe-
tiza una realidad fundamental para todo cris-
tiano: la casa auténtica no está aquí en la tie-
rra, sino en otro lugar, en la morada eterna
del Santo. Allí está el destino futuro y peren-
ne de cada uno de nosotros. Anticipar con
signos concretos la dimensión bienaventu-
rada significa hacernos aún más conscien-
tes de la meta a alcanzar.
A veces los pasos que hemos de dar en
nuestro camino se hacen inciertos, a menudo
equivocamos la dirección. La vida de aque-
llos que ya han recorrido el trayecto del
modo más acorde con Cristo, nos ayuda a
tener puntos de referencia, son faros lumino-
sos en el camino, para comprender de qué
está hecha la santidad e intentar también
nosotros hacer de ello un modelo de vida.
Redacción
3
Eco 178
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Sólo agua y harina
Nada más que harina con un poco de
agua. De esto está compuesta esa sencilla
hostia que en cada Misa el hombre lleva al
altar como ofrenda a Dios. Un montoncito de
harina empastada con algunas gotas de
agua… No podemos más que repetirlo sin
cansarnos porque es como hablar de “nada”,
de tan corriente que es. Y en el momento en
el que entregamos el alimento al sacerdote
antes de la consagración, es como si dijése-
mos: “Señor, estamos hechos de esto, de
cosas pobres, de poca sustancia, pero así es
como nos entregamos a ti…”
Y en ese momento sucede el milagro.
Aquella nada se convierte en el Todo, se con-
vierte en Dios mismo que asume en sí la
pobreza de la materia y la transforma en su
divino Cuerpo y en su Sangre. Y mientras lo
ordinario se convierte en extraordinario,
la impotencia se convierte en omnipoten-
cia.
Estamos llamados a participar cada día
de esta increíble transformación en la que
algo que está ligado al tiempo se hace eterno.
En cada Misa se nos invita a vivir ese
momento en el que el Dios infinito baja a
esconderse en el pan cotidiano para poder
estar con nosotros. Sin embargo, no siempre
nos damos cuenta de que esto es posible sólo
porque Jesús se ofrece allí, Jesús se sacrifica
allí, Jesús, allí, muere una vez más. Y éste es
el verdadero milagro, o mejor, la gracia que
nos es dada. El ofrecimiento del Cordero,
capaz de convertir en celestiales las humil-
des cosas de la tierra.
A veces vivimos momentos especiales de
gracia en los que nos sentimos elevados de
nuestra realidad cotidiana. En general pasa
cuando visitamos santuarios (es el caso de
Medjugorje) o con ocasión de fiestas litúrgi-
cas particularmente importantes. Nos senti-
mos bien, nos parece que volamos, que
somos mejores; nos parece que vamos más
allá de los límites que normalmente nos apri-
sionan; tenemos la sensación de que conse-
guimos amarnos a nosotros mismos y a los
demás incondicionalmente, tal como son.
Todo aparece más bello, más lleno de color,
más suave… Y en el fondo del corazón, dese-
amos que nunca acabe. Pero no puede ser así.
El retorno a la realidad de siempre es inevita-
ble, es normal, mientras nosotros peregrine-
mos por la tierra. Es nuestra cotidianeidad.
En el fondo es como vivir inmersos en un
poco de agua y un poco de harina… De
acuerdo, también podemos aceptarlo, pero
con la condición de que también aquí se rea-
lice una transformación.
Pero esta vez nos toca a nosotros trans-
formar las cosas ordinarias en extraordina-
rias. ¿Cómo? Con nuestro ofrecimiento,
con el sacrificio, con la muerte cotidiana. La
de nuestro yo, naturalmente: de esa parte
nuestra egoísta, atada al placer y al poder, ata-
da a los acontecimientos y a los sentimientos,
esclava de la caducidad de lo superfluo. Si
acogemos lo que nuestro día nos propone
como un don, incluso en su sencillez; si con-
seguimos gozar de ello sin lamentarnos por lo
que no nos es dado; si valoramos las cosas
sencillas dejando de verlas en “blanco y
negro” y las ofrecemos a Dios, veremos cómo
poco a poco todo se hace más ligero, se acla-
ra y se hace más bello. Sí, porque Jesús, asu-
miendo nuestro ofrecimiento, entra en nuestra
pequeña historia y la transforma, la llena de sí
y la hace divina. El día ya no será, en ese pun-
to, una sucesión de hechos y sensaciones, sino
una Liturgia vivida. Y nosotros, pequeños
hombres hechos de “agua y harina”, nos
sentiremos elevados como una “Eucaristía
viviente”.
Stefania Consoli
¿Acogemos los fenòmenos
o la Madre de Dios?
del Padre Tomislav Vlasic
La virgen nos visita desde hace
muchos años y desea que la acojamos. Sin
embargo nos debemos interrogar con since-
ridad: ¿acogemos a la Madre de Dios o los
fenómenos que acompañan su venida? Si
acogemos los fenómenos sin acoger a Dios y
a su Madre éstos se quedan vacíos, sin con-
tenido, quedan en una práctica solo de sig-
nos externos.
En el camino de la fe muchas personas
cogen las apariciones, las visiones, las intui-
ciones, los milagros más espectaculares, y se
quedan en eso. Pero debemos saber que
éstos sólo son puntos de partida mientras
que el camino para llegar a Dios es largo, e
implica que todo nuestro ser se despierte y
llegue a la contemplación de Dios. Por ello
es muy importante no detenerse solamente
en los medios que Él usa.
Pongamos el caso de un vidente. Es un
instrumento que nos aporta su experiencia
de gracia pero no puede ver a Dios y a la
Virgen en nuestro lugar, no puede sustituir
nuestra alma. Todos nosotros, de hecho,
estamos invitados a mirar a Dios y a su
Madre, no necesariamente a través de las
visiones sino en esa dimensión en la que
todo nuestro ser advierte su presencia y
entra en una relación filial y fiel con la
Madre y con el Padre.
Acoger a la Madre de Dios significa,
pues, permitir que María sea la madre de
nuestra vida, tal y como está previsto en el
plan de Dios.
La madre es madre: concibe,
genera, forma al niño y lo sigue en su creci-
miento. Incluso después de la muerte del
hijo, la madre permanece unida a él, en la
eternidad. En este orden natural Dios nos ha
dado una Madre Inmaculada, nos ha dado
una “cuna”. Acoger a María significa, pues,
acoger la maternidad divina dentro de noso-
tros, la maternidad perfecta: Dios presente
en una Madre. En la maternidad de María
nosotros nos unimos a la creatividad de
Dios. Por esto no podemos tratar a María
sólo como una mamita porque la misión
materna de María es la de generar hijos
libres, maduros, completos. Acoger a María
de este modo quiere decir ser generados en
la propia originalidad: generados por Dios.
¿Cuáles son los pasos que hay que rea-
lizar para que esto acontezca? Intentemos
mirarlos juntos.
A partir de los aconteci-
mientos de Fátima se ha hablado mucho de
la Consagración al Corazón Inmaculado de
María y se preanuncia su triunfo seguro. Sin
embargo, es importante precisar que esta
Consagración no puede reducirse a una reci-
tación, a un acto exterior, sino que debe con-
ducirnos a entrar en María, en su vida, para
ser una sola cosa con su Corazón y con su
alma: entrar en Ella y, a través de Ella, en
esa relación que María tiene con Dios.
María es inmaculada desde la concep-
ción, pero también nosotros estamos des-
tinados a ser Inmaculados.
En el bautismo
hemos recibido la gracia de la incorruptibili-
dad y estamos a la espera de la plena reali-
zación de la salvación. Nuestro camino
debería intentar volver a ese estado que per-
dimos con el pecado original.
Jesucristo nos ha dado todas las gracias
para hacerlo, entre ellas la gran gracia de
poder unirnos a la Inmaculada. Pertenece-
mos a una humanidad corrupta, hasta el pun-
to que, de ser inmortales nos hemos vuelto
mortales: ¡no se puede imaginar una corrup-
ción mayor! Pero nosotros no somos cons-
cientes ni del peso que esto comporta, ni de
la grandeza a la que hemos sido llamados: la
de salir de la incorruptibilidad. Por esto es
muy importante comprender que debemos
caminar continuamente en la fe. Juan Pablo
II en la encíclica Mulieris dignitatem ha
definido a la Virgen como peregrina de la fe
y no como una mística o una persona de
gran sabiduría sino como una mujer que
debía recorrer su camino. María era discípu-
la de Jesús, dócil y humilde; atenta a cada
enseñanza suya.
Debemos aprender de Ella a concebir
a Jesús en nuestra alma. No es imposi-
ble…
Como María, que se abrió más allá de
la lógica de la posibilidad humana: en la fe
dijo que sí a Dios, el Espíritu Santo bajó
sobre Ella y así Ella pudo concebir al Hijo
de Dios. Éste es el proceso necesario para
concebir: acoger todas las gracias y hacerse
partícipe de ellas.
Todos los hombres tienen momentos en
la vida en que todo parece herméticamente
cerrado. Es la experiencia de toda criatura;
pero en Dios siempre hay una puerta que per-
manece abierta. Como criaturas vivimos la
experiencia del límite, pero si estamos abier-
tos a la presencia del Espíritu Santo dentro
de nosotros, si permitimos que Él nos guíe
más allá de nuestro límite, tenemos la posibi-
lidad de superarlo. Es un paso interior quizás
muy sutil, los psicoterapeutas lo definirían
como inconsciente, pero en la gracia nada es
inconsciente. María se abandonó más allá de
la conciencia y dejó que el Espíritu Santo la
guiase. Si estamos atentos a estos pasos inte-
riores, encontraremos siempre pequeños
caminos y no nos sentiremos encerrados.
Demos otro paso con María: su paso
definitivo a los pies de la cruz, donde
María se abrió a la esperanza contra toda
esperanza.
El Hijo, el Salvador de mundo
había muerto y Ella, para superar el dolor y
la desesperación, se ofreció a sí misma. Se
ofreció más allá de toda lógica humana para
entrar en el amor infinito de Dios. Es en este
momento que María se convierte en Madre
de la Iglesia y de la humanidad: después de
haber traspasado las barreras de la muerte,
del pecado y de satanás se encontró libre,
hasta el punto que Dios usó libremente su
maternidad para llegar a nosotros.
La consecuencia lógica de todo esto es la
experiencia de Pentecostés donde María reu-
nida en el cenáculo con sus Hijos, está en
disposición de acoger la plenitud del
Espíritu Santo. Es un paso importante tam-
bién para nosotros: si nuestra respuesta a
Dios es íntegra e incondicional, la plenitud
de Dios se derrama en nosotros y Dios Trino
y Uno baja y se manifiesta. Esto es
Pentecostés.
Resumo este punto: para recibir la
plenitud es importante nuestra respuesta
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íntegra y plena. Quien desea vivir la
Consagración al Corazón Inmaculado de
María y permanecer en ella que intente
entrar en esta integridad en María; y si fuese
necesario que pida ayuda: le será dada junto
a toda la protección que necesitará en este
camino. A veces nos puede parecer que la
protección falte, que estamos abandonados,
hasta el punto de preguntarnos “¿Dónde está
Dios? ¿Por qué me ha abandonado?”. Pero
precisamente porque Dios nos protege tiene
que abandonarnos aparentemente; como la
madre que deja al niño de pie solo para que
intente aguantarse y caminar. Todo entra en
la bondad de Dios cuando lo miramos con
los ojos de la fe, de la esperanza y del amor.
Es el tiempo de la elevación de las
almas, de la Iglesia y de la humanidad. Es
el tiempo de un cambio radical para quien lo
desea. El cambio del triunfo de Dios, de la
Inmaculada, del triunfo de todos los que per-
tenecen completamente a Dios.
Acojamos a María como la Madre de
Dios; entremos en esta relación vital con la
Madre que nos encamina hacia el Padre.
Entonces entre nosotros y Ella no quedará
ninguna duda, ni perplejidad, ni oración en el
aire, porque cada palabra y cada oración que
entran en relación con María recibirán una
respuesta. Entrar en una relación viva con
María significa saber acoger esta respuesta.
Entonces todos seremos videntes, cada uno
en su originalidad propia, porque Dios escla-
recerá en nosotros el misterio de nuestra
vida, en el Corazón Inmaculado de María. *
Llamados a ser
inmaculados
No es una presunción ni una
herejía, como la que sostuvieron
los cátaros (miembros de una
secta del s. XII que se considera-
ban mejores que los demás,
puros y perfectos). La llamada a
ser inmaculados es un serio llamamiento,
una invitación de Dios y, al mismo tiempo,
su promesa.
Ser inmaculados es nuestro destino,
pues es la condición para entrar en la Patria
Eterna. En la carta a los Efesios San Pablo
escribe que “Dios nos eligió antes de la cre-
ación del mundo para encontrarnos en su
presencia santos e inmaculados en su amor

(Ef 1, 4-5). Así pues es Dios que nos quiere
así. Él pagó el precio de nuestro rescate y eli-
minó la deuda poniéndola a los pies de su
cruz. Es Él mismo quien desea, anhela y
hace posible esta transformación, cumplien-
do así su promesa. El don nos ha sido dado,
pero es un don que hay que acoger. Como
siempre, Dios no nos obliga, no se impone,
sino que quiere estar autorizado por nuestra
libertad, acogido por amor y espera una
adhesión siempre libre.
No es nuestro esfuerzo humano el que
nos hace santos e inmaculados, sino que es
la unión amorosa y continua al Santo la
que nos hace tales.
Inundados por su santi-
dad nos hacemos bellos y sin mancha.
Volviendo a Él, a nuestro origen, volvemos a
nosotros mismos, a nuestra auténtica identi-
dad, es decir, al estado primitivo sin pecado
y a la dignidad perdida de los hijos de Dios,
que Él no renuncia nunca a seguir propo-
niéndonos. Cómo se acoge el don que Dios
nos ofrece, lo vemos perfectamente en María
que desde el principio acogió el don divino y
lo custodió intacto durante toda la vida. En
su Seno inmaculado la Virgen generó al
Cristo, Cabeza de la Iglesia, y ahora continúa
generando todo el Cuerpo Místico, para que
como es la Cabeza sea todo el Cuerpo, del
que formamos parte todos nosotros, conti-
nuamente santificados y purificados de cual-
quier mancha.
María en estos años en Medjugorje
está muy cerca de nosotros. Y no es una
casualidad.
Jesús nos manda a la Madre
Inmaculada para generar y preparar a los
hijos inmaculados, pues Cristo necesita
poder contar sobre cada miembro de su
Cuerpo: que esté unido a Él y con Él ofreci-
do al Padre. Somos hijos de una mujer libre
que nunca fue sometida a la esclavitud del
pecado porque nunca perdió la unidad total
con Dios. En nosotros acontece un recorrido
inverso: somos llamados durante esta pere-
grinación terrena a volver a esta unión,
dejándonos alcanzar por Dios que se inclina
sobre nosotros, deseoso de restablecer esta
unión definitivamente.
Sólo por amor llegamos a ser santos e
inmaculados,
revestidos de esa humildad
que nos revela en lo que somos verdadera-
mente y de simplicidad; dos virtudes que
permiten a Dios hacer en nosotros grandes
cosas, como hizo en María.El corazón inma-
culado de nuestra Madre es una llama que
arde continuamente: arde por amor, sin hacer
grandes discursos. Ella está aquí, y vela
nuestro camino. Cuando nos convirtamos en
hijos verdaderos de la Madre, seremos tam-
bién su descendencia que aplasta la cabeza a
la serpiente (cfr. Genesis 3,15).
María busca a estos hijos
que la ayuden con un cora-
zón totalmente libre y dis-
ponible para Dios, a quienes
les importa y gozan solo
con lo que Dios desea y con
lo que Él necesita. Ésta es la
experiencia de todos los
santos -conocidos y desco-
nocidos- en los que mora
una fidelidad profunda a la
unión con Dios, más fuerte
que el miedo al dolor y a la muerte.
Dios nos quiere inmaculados porque
quiere hacerse ver en nosotros, quiere
hacer brillar su imagen dentro de nosotros
para siempre. A través de los cristianos,
Cristo desea mostrar su rostro a todos, darse
a conocer y amar. Nos toca a nosotros, que
somos los miembros vivos de su cuerpo, dar
un testimonio auténtico, vivo y activo de
nuestra Cabeza: mostrar a todos su belleza
que encanta y enamora.
Ser inmaculados quiere decir pues, ser
transparentes, claros y límpidos; renunciar
a todos esos estratos de máscaras acumula-
dos durante la vida o bien heredados por
generaciones: estratos que cubren, oscurecen
y esconden la imagen de Dios impresa den-
tro de nosotros.
Quien es transparente transparenta a
Dios. Es una persona que anhela sólo poner-
se al servicio de Dios y complacerle en todo,
en las intenciones y en las obras, y “amar lo
que manda y desear lo que promete, tenien-
do el corazón siempre fijo allá donde está la
auténtica alegría”
(oración del 21º domingo
del tiempo ordinario). Viviendo así somos
liberados de nuestra Babilonia, de todo eso
que tenemos tendencia a construir para nues-
tra gloria haciéndonos independientes de
Dios. ¡Todo en nosotros debe ser por Cristo,
con Cristo y en Cristo! Sólo así somos hijos
en el Hijo y amados en el Amado, santos e
inmaculados en el amor.
Sor Ana Simic’
Volved al fervor primitivo
María, Madre de
la Eucaristía viviente
Hay una relación profunda que vincu-
la de modo vital la presencia de María en
el mundo en este tiempo con la Eucaristía.
Ya en Fátima los tres pastorcitos fueron pre-
parados para el encuentro con la santísima
Virgen a través del “Pan de Vida” y el “Cáliz
de la salvación” que les administró de mane-
ra prodigiosa el ángel de la Paz, en las apa-
riciones celestiales que tuvieron en el
Cadejo (cfr. Diario de sor Lucía de Fátima).
Fue seguramente en virtud de esta especial
gracia eucarística, extraordinariamente viva
y operativa en el corazón de los pequeños
testigos del amor purísimo de la
Inmaculada, que Ella luego pudo pedirles,
desde la primera aparición: “¿queréis ofre-
ceros a Dios… en reparación por los peca-
dos… y en súplica por la conversión de los
pecadores?” (cfr. Diario de sor Lucía de
Fátima) obteniendo de ellos inmediatamente
un “¡sí!” sin reservas.
En Medjugorje, donde María desea
que “se cumpla, con nuestra ayuda, todo lo
que ella quiere realizar, según los secretos
que comenzaron en Fátima”
(cfr. Mens.
25.08.1991), la dimensión eucarística es
todavía más explícita y central. Aquí, de
hecho, tal como nos repite en el último men-
saje, la Virgen nos llama no sólo a acercar-
nos cotidianamente, con la íntima participa-
ción del corazón, al misterio eucarístico:
“Participad cada día en la Santa Misa reci-
biendo la Santa Comunión”
(Mens.
24.06.1983), “participad activamente en la
Eucaristía”
(Mens. 26.07.1984), sino aún
más radicalmente, a involucrar cada espacio
de nuestra vida en el vértice inflamado del
Amor trinitario presente en la Eucaristía,
nos invita a hacernos, “por Cristo, en Cristo
y con Cristo”, verdadero “alimento” espiri-
tual para el mundo: “Queridos hijos, tam-
bién hoy os invito a ser amor allí donde hay
odio, y alimento donde hay hambre”
(Mens.
25.09.04).
María, “mujer eucarística en toda su
vida” (Ecclesia de Eucaristía nº 53) nos lla-
ma a convertirnos, como lo fue Ella de modo
ejemplar, en verdadera “eucaristía viviente”
entregada a todos los hombres para la salva-
ción del universo.
Éste es el núcleo profundo de la llama-
da espiritual de Medjugorje, una gracia
intensamente eucarística,
que tiene sus raí-
ces y su fundamento constitutivo más autén-
tico en aquel misterio de Amor “sin medida”
encerrado en el corazón del Altísimo, que
palpita incesantemente en la Eucaristía. Una
gracia que quiere hacer de cada uno de noso-
tros un signo vivo y un canal puro para la
creación entera de aquel mismo fuego de
Amor divino que arde en el Sacramento del
Altar: “Vosotros nunca comprenderéis sufi-
cientemente la profundidad del amor divino
dejado en la Eucaristía”
(Mens. 26.07.04).
Ésta es la gracia inefable que el
Espíritu “con gemidos inenarrables” pide
hoy para su Esposa
. Ésta es también la lla-
mada profética que el Pontífice actual dirige,
particularmente en este año consagrado a la
Eucaristía, a la Iglesia universal: “María
hizo suya, en toda su vida junto a Cristo, la
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dimensión sacrificial de la Eucaristía” y
“toda la Iglesia está llamada a imitarla en su
relación con este Misterio santísimo”
(Ecclesia de Eucaristía, nº 53, 54).
Para que la vida de Dios fluya plena-
mente en nosotros y, a través de nosotros,
llegue a las almas y al universo entero, es
necesario, tal como lo hizo María en grado
sublime, acoger sin reservas esa “locura de
la Cruz” que abrasa el Corazón de Cristo,
por medio del ofrecimiento incondicional
de la vida “como sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios”
( Rm 12,12).
Para que esto se realice concretamente en
nuestra vida, la virgen nos guía por un cami-
no espiritual encaminado a abrir -en quien
responde a su llamada- todo el espacio inte-
rior, para que el Corazón eucarístico de Cristo
pueda dilatarse plenamente en nosotros, has-
ta llegar a transformar nuestros pobres
corazones heridos en auténtico alimento
celestial y en una fuente de agua viva para
el mundo.
Por esto María nos llama a la con-
templación incesante – en íntima unión con
su Corazón Inmaculado – del rostro de
Cristo, vivo y presente de forma especialísi-
ma en el Santísimo Sacramento, para condu-
cirnos gradualmente a una comunión estable
del alma con el Esposo celeste, donde anida
el manantial del Amor puro de Dios para la
Creación entera. “adorad sin interrupción el
Santísimo Sacramento del altar. Yo estoy
siempre presente cuando los fieles están en
adoración. En ese momento se obtienen gra-
cias especiales”.
(Mens. 15.03.1984).
Así, María nos invita a ir más allá de
cualquier nivel devocional por loable que
sea,
para instaurar con el Hijo vivo y resuci-
tado en la Eucaristía “un auténtico diálogo
de amor”(cfr Novo Milenio Ineunte número
33), capaz de suscitar “una verdadera trans-
formación del corazón”(Ibidem), una autén-
tica ebriedad de comunión nupcial con el
corazón eucarístico de Jesús, única fuente de
vida nueva para el universo entero, de aquel
“río de agua viva limpio como el cristal”
(Ap 22), que germina frutos de vida “que
sirven para sanar las naciones.
(ibídem):”Queridos hijos, os invito a
enamoraros del Santísimo Sacramento del
altar. Adoradlo, hijitos, en vuestra parro-
quias y así estaréis unidos con todo el mun-
do. Jesús se convertirá en vuestro amigo y
no hablaréis de Él como de alguien que ape-
nas conocéis. La unidad con Él será un gozo
para vosotros y os convertiréis en testigos
del amor que Jesús tiene a cada criatura.
Hijitos, cuando adoráis a Jesús también
estáis cerca de mi”.
(Mens. 25.09.1995).
¡Éste es el auténtico camino de la paz,
sobre el que María no cesa de atraer incan-
sablemente los pasos vacilantes de sus hijos!
¡Sólo de aquí podrán brotar corrientes deci-
sivas de vida nueva para la Iglesia y para el
mundo!
El anhelo supremo de la madre es hacer
entrar a sus hijos en el santuario celeste a
través de la puerta inmaculada de su
Corazón
, para introducirlos plenamente en
la liturgia cósmica del Cordero Inmolado,
para que en cada uno de nosotros palpite el
Corazón eucarístico del hijo divino ofrecido
por la salvación del mundo. Ésta es la única
fuente de todo don perfecto, el signo y el
anuncio auténtico de esos nuevos cielos y
tierra nueva que toda la creación espera con
impaciencia, y que ya resplandecen en el
corazón de quien ha decidido responder
incondicionalmente a la llamada de la Reina
de la Paz.
Giuseppe Ferraro
Noticias de la tierra bendita
En Medjugorje
con las peregrinaciones
de la caridad
por Alberto Bonifacio
Aparición en el Podbrdo
Acabábamos de llegar a Medjugorje,
pero ya sabíamos que aquella tarde se podía
participar en la Colina de la oración del
vidente Ivan con su grupo, y luego presen-
ciar la aparición. Fueron miles las personas
que subieron. Una noche sin luna pero con
un firmamento fantástico, deslumbrante de
estrellas. Con los cantos y el santo Rosario
esperamos la llegada de la Estrella más
bella: María. ¡Y llegó! Un silencio profun-
do, irreal. Todos estábamos prendidos de
Ella, en un coloquio íntimo con ella.
¡Cuántas cosas cada uno de los miles pre-
sentes allí le dijo a Ella en esos largos minu-
tos de silencio! ¡Cuántas invocaciones!
¡Cuántas peticiones! ¡Cuántos agradeci-
mientos! Intensísimos ese Padre nuestro y
ese Gloria que rezamos con Ella hacia la
mitad de la aparición.
Al final, después del “Magnificat”, Iván
explicó:“Esta tarde la Virgen ha venido espe-
cialmente contenta. Ha venido con tres ánge-
les. Apenas ha llegado nos ha saludado
diciendo: “¡Alabado sea Jesucristo, queri-
dos hijos míos!”.
Luego ha orado durante un
tiempo bastante largo sobre todos los que
estábamos ahí presentes con las manos exten-
didas y nos ha bendecido a todos con su ben-
dición maternal. También ha orado especial-
mente sobre los enfermos presentes aquí. Yo
le he encomendado a todos nosotros, nuestras
necesidades, nuestras intenciones, nuestras
familias y especialmente los enfermos.
Esa tarde la Virgen dijo: “Queridos
hijos, os invito a orar por la paz, la paz, la
paz, la paz, queridos hijos. Gracias, queri-
dos hijos, por haber respondido a mi lla-
mada”.
Con la Virgen rezamos un Padre
Nuestro y un Gloria. Luego Ella se fue con
el signo de la luz y de la cruz, saludándonos:
“Id en paz, queridos hijos míos”.
Bajamos con el corazón desbordante de
alegría, pero conscientes de una responsabi-
lidad más clara: debemos intensificar la ora-
ción para obtener el don de la paz. Basta
mirar lo que pasa en el mundo para com-
prender que la Virgen tiene razones para
estar preocupada.
En el Krizevac con
motivo de la fiesta de la Cruz
Muy intensas y numerosas las peregrina-
ciones con motivo de la fiesta de la exalta-
ción de la Cruz. Como tradición, muchos
peregrinos croatas llegaron a pie, incluso
desde lejos, caminando durante días y repo-
sando durante la noche en las aceras de las
calles.
Durante las largas décadas del régimen
comunista, poder celebrar en esta fiesta la
Santa Misa allá arriba, bajo la cruz, era un
acontecimiento del todo excepcional. E
igual de excepcional era la respuesta nume-
rosa, conmovedora y sufrida de los fieles
católicos de toda la región.
Desde hace 23 años se añaden también
las peregrinaciones procedentes de todas
partes del mundo y todos suben por los
escarpados senderos de la montaña santa, el
“Calvario” de Medjugorje, que se llena de
forma increíble.
La Cruz de cemento fue construida en
1933, cuando el Papa Pío XI, proclamando
el Año santo de la redención, sugirió a las
comunidades y parroquias que tuvieran cer-
ca un lugar elevado, construir una cruz, para
recordar a todos y continuamente la reden-
ción llevada a cabo por Jesús. La Cruz del
Krizevac mide 8,56m y el párroco de enton-
ces, fray Bernardin Smoljan, acompañado
de sus fieles, metió dentro una reliquia de la
Santa Cruz que habían traído de Roma y
esculpieron estas palabras: “A Jesucristo,
redentor del género humano, como muestra
de nuestra fe, amor y esperanza, en recuer-
do del 1900º aniversario de la pasión de
Cristo”. “¡Jesús, líbranos de todo mal!”
En 1988 se esculpieron los relieves de
bronce del Via Crucis, obra del escultor ita-
liano Carmelo Puzzolo de S. Piero in Bagno
(Forli), que son de gran ayuda para la medi-
tación y la oración a lo largo de la subida.
Tras haber llevado ayudas a tantos pobres
y refugiados serbios, musulmanes y croatas,
también nosotros participamos de la fiesta
subiendo en meditación al monte santo.
Pensando en el sacrificio de Jesús, allí
unimos al Suyo, el sacrifico el sufrimiento
de muchos hermanos y hermanas. No sólo
los 800.000 refugiados de Bosnia, sino los
millones de pobres y perseguidos completa-
mente olvidados en tantos rincones de la tie-
rra: las víctimas del terrorismo satánico, los
rehenes inocentes…
Volvimos a meditar en las palabras que
nos había dicho dos tardes antes la Reina de
la Paz, cuando se apareció a las 22.30 a Iván
en la Colina de las apariciones; así, junto a
Ella oramos bajo la Cruz por la paz, tal
como Ella misma pidió en el mensaje del 6
de septiembre de 1984.
También los autobuses de
peregrinos pueden ayudar a
los refugiados
Una peregrinación organizada a princi-
pios de septiembre por una pareja, volvió de
Medjugorje con una experiencia extraordi-
naria.
Además del éxito de la peregrinación
gracias a los variados encuentros, subidas a
las Colinas, liturgias, etc…, este grupo vivió
una fuerte experiencia de caridad.
Habían leído mi artículo sobre los cen-
tros de refugiados cercanos a Medjugorje,
con muchos niños y jóvenes, donde falta lo
necesario para sobrevivir. Por eso decidieron
ir a un supermercado de la periferia de
Medjugorje para comprar alimentos de todo
tipo, hasta llenar del todo el maletero del
autobús. Pidieron información y luego fue-
ron al centro de refugiados de Tasovcici, en
las afueras de Capljina, en el camino hacia
Stolac. Allí encontraron muchas familias de
refugiados que viven desde hace más de 10
años en barracas que no tienen ni agua.
Hablaron con la responsable, la señora
Lucija, descargaron, y todo fue distribuido
rápidamente a las madres, que de este modo
pudieron dar algo de comer a sus hijos.
Todos felices: tanto los pobres como los
peregrinos bienhechores, que tuvieron una
experiencia muy fuerte, que dejó en ellos un
signo indeleble. Muchos afirman que ese
6
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El Padre Slavko
Barbaric
se ha
quedado en el cora-
zón de todos noso-
tros. Su carga
humana y la pro-
fundidad espiritual
que lograba trans-
mitir están impre-
sas en nuestro
recuerdo y continú-
an viviendo a través
de los numerosos
escritos que ha
dejado. Extraemos
un fragmento de su libro “Orad juntos con
corazón gozoso”
para continuar reflexionan-
do sobre los diversos aspectos de la oración
comunitaria.
Y también aprovechamos la ocasión para
recordar el aniversario de su muerte, que
aconteció el 24 de noviembre de 2000.
El silencio del corazón,
condición para el
encuentro con Jesús
A menudo la Virgen en sus mensajes
nos invita al silencio del corazón y de este
modo nos enseña una de las condiciones
fundamentales de la oración. El encuentro
con Dios necesita tiempo y el silencio del
corazón, que deriva de la libertad interior y
del amor. Quien está libre y ama, en el cora-
zón tendrá paz y silencio, y gracias a ello
estará dispuesto a escuchar a los que le
rodean y a Dios.
En este punto es importante com-
prender cómo se puede perder el silencio
del corazón.
Cada forma de dependencia,
de uno mismo, de los demás o de las cosas
materiales, amenaza este silencio y esta paz.
Cuando alguna vez nos hemos sentido
ofendidos, puede que en nuestro corazón
hayan surgido pensamientos que han gene-
rado rabia, egoísmo, orgullo, deseo de ven-
ganza, y ya no estamos dispuestos a escu-
char ni a los que nos rodean ni a Dios. Para
que nuestra oración sea un encuentro en el
silencio y la paz, ante todo debemos orar
hasta que el corazón se haya liberado
de
todo lo que es obstáculo para el encuentro
con Dios. Por este motivo, la primera parte
de la oración debe ser siempre purificación y
en ella debe acontecer el perdón y la libe-
ración. Sólo cuando esto se verifica es posi-
ble un nuevo encuentro. Muchos cristianos
no oran o oran muy poco, y por ello no viven
nunca la oración como algo que libera y dis-
pone al bien, de forma que la oración va per-
diendo su significado.
Cuanto más oprimido está el hombre y
más experiencias negativas tiene, mayor es
su necesidad de una oración de preparación
para el encuentro de oración.
En el programa de oración vespertina de
Medjugorje se hace esta preparación que
consiste en rezar el Rosario una hora antes
de la Santa Misa. La virgen siempre ha reco-
mendado rezar la oración de purificación
para poder orar correctamente.
Sin esta preparación no habrá un
encuentro y sin encuentro tampoco habrá
fruto de la oración.
Quien después de orar
sigue nervioso, triste, egoísta, cerrado a los
El Padre Slavko
nos enseña la oración
contacto humano con esos pobres fue el
momento más bello de toda la peregrina-
ción. Experimentaron que la oración no es
estéril, sino que dilata el corazón y lo abre al
amor. Esperemos que muchos otros grupos
de peregrinos sigan este ejemplo. Indicamos
también el centro de refugiados de Dubrava
cerca de Grude. En los supermercados loca-
les se compra bien, y si se hace la compra
acompañado de los responsables del alber-
gue se pueden obtener mejores precios; así
se puede comprar más. Si alguno quiere más
información puede contactar conmigo.
A pesar de las crecientes dificultades en
las aduanas, nuestras peregrinaciones de
caridad continúan con furgonetas y camio-
nes para socorrer a los más pobres. Un gran
gracias a todos los que colaboran con noso-
tros o nos envían donativos.
Alberto Bonifacio – Centro Información
Medjugorje - Via S. Alessandro, 26 -
23855 PESCATE (LC) -
Tel. 0341-368487 - fax 0341-368587 -
e-mail: b.arpa@libero.it
Para eventuales ayudas y donativos enviar-
los a: A.R.PA. Associazione Regina della
Pace Onlus (misma dirección):
* cuenta corriente postal n. 46968640
* El 12º Encuentro Internacional de
los Guías de los centros de la paz, oración
y caridad vinculados a Medjugorje, tendrá
lugar del 6 al 10 de marzo de 2005.
El tema del encuentrao es: “Guía y pere-
grino”. El número de plazas es limitado, por
eso os invitamos a apuntaros al seminario
cuanto antes y en cualquier caso no más tar-
de del fin de noviembre de 2004, al siguien-
te número de fax: 00387-36-651999 o bien
en la siguiente dirección e-mail:
seminar.marija@medjugorje.hr. Se aconseja
traer un transistor y auriculares para la tra-
ducción simultánea
El miedo
no nos hace cristianos
A finales de septiembre, antes de aban-
donar Medjugorje para una misión, fui a ver
a MIRJANA para preguntarle qué era lo
más importante que debía transmitir a los
americanos en mis conferencias. Sin ni
siquiera pararse a pensar, ésta es la respues-
ta que me dio:
“¡Dales esperanza!
¡Muéstrales el amor!”.
Recordando algunos de los pesos y de
los problemas de la gente en Occidente, atra-
jo mi atención sobre la epidemia de miedo
que hoy infecta tantos corazones. Sabemos
bien que Mirjana, al igual que los otros cin-
co videntes, no edulcora las exigentes pala-
bras de la Virgen. Sin embargo, aquella
mañana, Mirjana me sorprendió cuando me
dijo: “Los que tienen miedo no son cre-
yentes”.
A primera vista estas palabras pue-
den parecer duras, pero reflexionando sobre
ellas, nos ofrecen buenas razones para ale-
grarnos y para esperar. Es sencillo: cuanto
más unidos estamos a Jesús, menos miedo
debemos tener. Cuanto más nos acercamos
a Dios, más se aleja el miedo.
Deberíamos
realmente meternos en la cabeza que el mie-
do y el amor son incompatibles. Allí donde
hay amor, el miedo está ausente, y como
Dios es amor puro, el amor aplasta el miedo.
Mirjana me recordó ese bellísimo mensa-
je recibido en los años ’80: “Los que toman
a Dios Padre como padre en sus familias, los
que me toman a mí (María) como madre y a
la Iglesia como su casa, no deben temer el
futuro ni los secretos”. ¡Que estas palabras
queden grabadas en todas las familias! Me
gusta mucho cómo san Pablo resume esto:
“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros?”
(Rom 8, 31).
En efecto, el único miedo que debemos
dejar entrar en nosotros es el de ser sepa-
rados de Dios
(por el pecado grave y el
rechazo de la misericordia). Ser separados
de Dios es el auténtico desastre. La Virgen lo
recalca así: “Os lo ruego, no dejéis que yo
derrame lágrimas de sangre a causa de las
almas que se pierden por el pecado.” (22 de
marzo de 1984).
Tras haber hablado del miedo, Mirjana
continuó diciendo con convicción: “¿Sabes?
No hay nada que no podamos obtener con la
oración y el ayuno. Alguna vez la gente me
pregunta: Mirjana, ¿qué tengo que hacer en
esta situación además de orar? ¡Lo pregun-
tan porque todavía no han comprendido el
gran poder de la oración! ¿Por qué íbamos a
buscar otro medio, si ya tenemos el mejor y
más potente? ¡Nuestro esfuerzo debería con-
centrarse en orar mejor, orar más, teniendo
una mayor confianza en Dios que nos guía
como un padre guía a sus hijos! Esta con-
fianza no deja lugar al miedo. Es la confian-
za la que hace poderosa nuestra oración.”
Sor Emmanuel
demás, debe preguntarse seriamente qué
debe hacer y cuánto debe orar todavía para
poder vivir las promesas que Dios ha hecho
a los que lo encuentran en la oración.
Esforcémonos en la oración individual,
familiar y de grupo, para que nuestra vida
cristalice según la voluntad de Dios y noso-
tros podamos, en esta tierra, vivir la plenitud
de la vida de Dios
y prepararnos a la pleni-
tud final de la vida que el ojo humano nunca
ha visto, el oído todavía no ha escuchado ni el
corazón ha deseado, como dice San Pablo.
Deja que tu amor
Resuene en mi voz
y se pose sobre mi silencio.
Déjalo entrar,
a través de mi corazón,
en todos mis movimientos.
Haz que tu amor brille como estrellas
en la oscuridad de mi sueño
y haz que vele mi despertar.
Hazlo arder en el fuego
de mis deseos
y fluir en todas las corrientes
de mi amor.
Déjame llevar tu amor
en mi vida
como el arpa lleva su música,
y deja que yo te lo devuelva
al final de mi vida
Tagore
La Eucaristía es el sacramento en el que
viene a hacerse presente la eternidad
en el tiempo, la Trinidad en la historia…
la Eucaristía es el acontecimiento
de la belleza que salva”.
Bruno Forte
7
background image
Alimentemos
la familia del ECO
La dimensión familiar que
une a todos los que gravitan
entorno al Eco de María
es una
realidad cada vez más evidente:
desde quien lo concibe a quien lo
produce hasta aquel que lo recibe
en los rincones más variados de la
tierra. El amplio espacio que el
Eco llega a recorrer es increíble si
pensamos en la sencillez de su presentación
tipográfica y en la pobreza de los medios
que se usan para que el Eco viva.
Humanamente es casi impensable, sobre
todo a la luz de esta nuestra sociedad cada
vez más refinada tecnológicamente, con
unos parámetros estéticos exigentes y regu-
lada por la ley del aprovechamiento. Sin
embargo este pequeño periódico llega a las
manos de innumerables personas,
“de
toda lengua, raza o nación”
(Cfr Ap 7-9).
No podemos dar datos oficiales sobre los
ejemplares editados, porque muchos son
ejemplares reproducidos a través de las foto-
copiadoras o bien “descargados” de Internet
y también difundidos manualmente.
Son 17 las lenguas “oficiales” en las que
el Eco es traducido, pero muchas más las
lenguas locales en las que se vuelve a tradu-
cir para favorecer su lectura a minorías lin-
güísticas dialectales esparcidas por la tierra.
La sutil tentación de sentirse orgulloso
desaparece enseguida por la conciencia clara
de que todo esto no puede ser obra del
hombre,
y que sólo la fuerza de la gracia
hace posible lo imposible. María lo experi-
mentó en su propia vida en el momento de la
Anunciación cuando de la nada se encontró
encinta de un hijo “no suyo” (Cfr Lc 1,34,
ss). Hoy, con amor tierno, la Santísima
Virgen continúa siendo testimonio y misio-
nera de la actitud de Dios para crear de la
nada, y para hacer de lo pequeño grandes
cosas. De hecho es
suyo el corazón de
quien escribe el perió-
dico, suyas las manos
que lo confeccionan,
suyos los pies que lo
distribuyen, suyos los
hijos que lo reci-
ben…EL ECO es DE
MARIA,
y por esto
nosotros lo queremos
mucho.Al concluir
este año en el que
hemos celebrado el
veinte aniversario del Eco, hacemos balan-
ces y fijamos la mirada más allá para garanti-
zar un futuro siempre más fecundo y fructí-
fero a este humilde instrumento editorial.
Tomando ejemplo de la primera comuni-
dad de creyentes reunida entorno a María,
vemos cómo fue necesario que cada uno
diese algo de sí mismo
para que todos
tuvieran de qué vivir: “Todos los creyentes
vivían unidos y tenían todo en común; ven-
dían sus posesiones y sus bienes y repartían
el precios entre todos, según la necesidad de
cada uno.”
(Hch 2, 44 y ss). Con este mis-
mo espíritu, conscientes de que la Reina de
la Paz desea continuamente reunir y hablar a
sus hijos, sentimos el impulso de compar-
tir con todos vosotros la necesidad de sos-
tener concretamente el Eco:
ante todo con
la oración - como ya hacen muchísimos –
pero también con una contribución econó-
mica
adecuada a las propias posibilidades.
Queda en el corazón de cada uno de noso-
tros la medida y la naturaleza de las cosas
que puede ofrecer:
servicio, dinero, oracio-
nes, sacrificios... Que cada, en lo íntimo de
su alma, hable con Dios, que es el Padre de
esta familia, y seguramente le quedará claro
qué puede hacer para “ser alimento” para los
demás también a través de las líneas de
nuestro periódico. A todos, de corazón, un
gran gracias.
Sor Stefania Consoli
(Jefa de redacción)
Villanova M., 1 de noviembre de 2004
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
Para nuevas suscripciones o para modifica-
ciones
en la dirección escribir a la Secretaría
del Eco
CP 27 31030 BESSICA (TV)
E- mail: info@ecodimaria.net
Los lectores escriben…
Padre Giuseppe Buffone de Malawi
(África) - A todos un gran gracias por la
solicitud al enviar el “Eco de María”. Lo
recibí ayer y en estos días lo distribuiré. Es
un bello regalo. Como he dicho siempre al
Grupo: Medjugorje se hace propaganda por
sí mismo con los hechos, esto es: con el
amor a la oración, con la Confesión, con la
conversión, etc… Las palabras son y se
quedan tal como son, pero los hechos per-
manecen y hablan por sí mismos. Siempre
un recuerdo en la oración mutua. Acordaos
de sonreír…
Por mi parte, celebraré Santas Misas
según las intenciones de la Virgen, y las del
Grupo reforzarán su oración, y así confia-
mos en que la Providencia realice esos mila-
gros que la caracterizan; a nosotros nos toca
aplaudir Su generosidad. Bendigo y saludo a
todos con un gran “¡Gracias!”.
Marie-Therese Honrad de Suiza -
Gozo cada vez que me llega el Eco. Gracias
infinitas.
Margarita Rincón de Australia -
Gracias, mil gracias por el envío del Eco de
Medjugorje. Gozo mucho con su lectura.
Héctor Fundora de Cuba - Un caluro-
so saludo desde Cuba y mi buen deseo de
paz y bien para vuestro colectivo.Vuestro
Eco es formidable y me enriquece mucho en
mi vida espiritual,asi como a otros hermanos
de mi parroquia.sin mas mis mejores votos
de confianza en que nuestra madre y Dios
derramen cada dia numerosas bendiciones.
afectisimo
Edwin Romero Martínez de Bogotá,
Colombia - Con mucha alegria, hace algu-
nas semanas recibir mi primer ejemplar del
Eco de Marìa, y deseo agradecer a ustedes el
haberme enviado tan extraordinario mensaje
el cual ha servido para conocer y despertar
el interes por las apariciones de la Virgen
Marìa, a sido tambien una exhortaciòn a
aumentar la pràctica del rosario y la devo-
ciòn a nuestra madre del Cielo. Leer el men-
saje de las apariciones permite comprender
la magnitud e importancia de un cambio de
vida en el mundo actual y palpar claramente
la misericordia de Dios que a traves de
Nuestra Señora se nos va transmitiendo mes
a mes y se hace actuante y actual.
Dios Padre Misericordioso encuentre su
complacencia en ustedes y les de la gracia
de continuar llevando el mensaje de Marìa
por el mundo entero.
Espero pronto recibir mi segundo ejem-
plar y coloborar con esta noble causa.
Beatrice Laureti de Casperia (I) -
Estimada redacción, os escribo porque dese-
aría que me enviarais vuestra publicación
Eco de María. Acabo de volver de
Medjugorje y me lo he encontrado, y es muy
interesante porque es claro y explica bien
muchas cosas. Me gustaría recibir los núme-
ros atrasados del 2004 porque leer esta
publicación es alimentarse de comida verda-
dera, y beber cuando se está sediento.
Eco su Internet: http://www.ecodimaria.net
abbon.: info@ecodimaria.net
E-mail redazione: ecoredazione@infinito.it
El Eco de María es gratuito y vive sólo de
donativos
que pueden hacerse por
CORREO: en este número de cuenta:
141 242 226 a nombre de Eco de María
Cas. Post. 27 – 31030 BESSICA (TV) o
por VÍA BANCARIA:
Associazione Eco di Maria
Banca Agricola Mantovana (BAM)
Agenzia Belfiore
Codice IBAN:
IT 02 Z 05024 11506 000004754018
De los amigos albaneses...
Respetable Redacción,
Somos un grupo de la Legión de María
“Madre del Buen Consejo”. Os saludamos y
os damos las gracias desde Bushati de
Scutari. Hace ya mucho tiempo que somos
lectores regulares de la revista Eco de
María,
que no sólo leemos y discutimos en
nuestro grupo, sino que también distribui-
mos con mucho gusto. Os felicitamos, os
damos las gracias por toda la voluntad que
ponéis en la publicación del Eco que, como
portavoz de los mensajes de la Virgen,
Nuestra Madre Celeste, no es sólo un ali-
mento espiritual insustituible, sino también
un impulso para trabajar sin descanso por la
divulgación de los mensajes de la Reina de
la Paz.
Conservamos muchos números de vues-
tro maravilloso periódico, pero nos gustaría
tener al menos uno de los volúmenes de la
colección que contiene los 100 primeros
números de la revista.
Confiando en que consideraréis nuestra
petición, os deseamos de todo corazón a
vosotros y a todos los colaboradores del Eco
salud y un buen trabajo en vuestra noble
misión. Que el buen Dios y la Virgen,
Nuestra Madre Celeste os bendigan, os guí-
en y os sostengan siempre.
Que Dios os bendiga con todas
las bendiciones del cielo y de la tierra,
y os haga puros y santos a sus ojos;
infunda sobre vosotros
las riquezas de su gloria,
os instruya con las palabras de verdad,
os ilumine con el evangelio de salvación,
os haga alegres en la caridad fraterna.
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