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Eco de Maria Reina de la Paz 175 (Majo-Junio 2004)

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Mensaje de María del 25 de marzo de 2004
“Queridos hijos, también hoy os invito
a abriros a la oración. Especialmente
ahora, en este tiempo de gracia, abrid
vuestros corazones, hijitos, y expresad
vuestro amor al Crucificado.
Sólo así descubriréis la paz, y la ora-
ción comenzará a fluir de vuestro corazón
al mundo. Sed ejemplo, hijitos, y un
incentivo al bien. Yo estoy cerca de voso-
tros y os amo a todos. Gracias por haber
respondido a mi llamada.”
Amor al Crucificado
Cuando el alma anhela a su Señor se
abre como una flor, brota la oración. La ora-
ción se convierte así en el perfume del alma
expuesta totalmente al Amor y es canal de
este Amor. Así, mientras los labios pronun-
cian Ave, María el alma entra en la presen-
cia de la Santísima Madre y se sumerge está-
tica en Ella. Basta entonces con encaminar-
se por la vía del retorno al Padre para reen-
contrarse entre Sus brazos, antes de poder
pronunciar una palabra y este abrazo es
fusión instantánea de oración y de perdón,
(Lc 15, 20-21).
El poder de la oración no reside en las
palabras, sino en el espíritu que las concibe
y las recorre. Queridos hijos, también hoy
os invito a abriros a la oración.
Se pueden
utilizar palabras bellísimas pero que no
logran abrir el corazón, se puede estar en
silencio, incluso sin pensar, y ser vehículos
del Amor.
Especialmente ahora, en este tiempo
de gracia, abrid vuestros corazones, hiji-
tos,
y expresad vuestro amor al
Crucificado.
La invitación es clara y explíci-
ta: no estamos llamados a realizar algún
gesto o acto de piedad que no toque profun-
damente nuestra alma; Jesús no necesita que
nos apiademos de él. Él, que se hizo carne,
no quiere formas de piedad desencarnadas:
hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad
por vosotras y por vuestros hijos
(Lc 23, 28).
Mira el Crucifijo, permanece delante de
Él y deja que te mire hasta que te atraiga a Sí
(Jn 12, 32). Los signos del odio y de la vio-
lencia feroz serán sanados en tus heridas y la
mordedura de la serpiente antigua será pri-
vada de su veneno (Nm 21, 9; Jn 3, 14).
Entonces te resultará fácil reconocer a Jesús
agonizante entre los malhechores, los margi-
nados, los desamparados, entre quien sufre y
muere en los márgenes de tu vida. Te será
fácil amar a la víctima y también a su asesi-
no. Comprenderás entonces que Él está en tu
sufrimiento personal, en tu enfermedad, en
tu soledad, y todo lo que te parecía insigni-
ficante, carente de valor y de sentido, cobra-
rá ahora un significado profundo, un valor
inestimable. Y así nace espontáneamente tu
amor en respuesta al Suyo; y es un amor
concreto, encarnado, porque está vivo, pare-
cido al Suyo porque de Él procede.
Sólo así descubriréis la paz y la ora-
ción comenzará a fluir de vuestro cora-
zón al mundo.
Entonces descubrirás la paz,
no aquella que da el mundo (Jn 14, 27) sino
la que viene del Crucificado, aquella paz
que es don Suyo exclusivo y nada ni nadie
puede quitarte. Entonces la oración crecerá,
y se desbordará de tu corazón al mundo
entero. Viene a la mente el agua sanadora
que mana del Templo y lo sana todo a su
paso (Ez 47, 1-12); viene a la mente el agua
y la sangre que manan del Corazón de Jesús
(Jn 19, 34). Sed ejemplo y un incentivo
para el bien:
Jesús es el único auténtico
bien y tu oración puede darlo al mundo.
Así como yo me ofrecí a mí mismo por
tus pecados a Dios Padre, de mi voluntad,
extendidas las manos en la cruz, desnudo el
cuerpo, en tanto que no me quedase cosa
que todo no pasase en sacrificio para apla-
car al Padre, así debes tú, cuanto más
entrañablemente puedas, ofrecerte a ti
mismo de toda voluntad a mí en sacrificio
puro y santo.
(Imitación de Cristo, Libro IV,
cap. VIII).
Nuccio Quattrocchi
Mensaje de María del 25 de abril de 2004:
“Queridos hijos, también hoy os invito
a vivir aún con mayor intensidad mis
mensajes en la humildad y en el amor
para que el Espíritu Santo os llene con su
gracia y fuerza. Sólo así seréis testigos de
la paz y del perdón. Gracias por haber
respondido a mi llamada.”
Testigos de la paz
y del perdón
Dios es amor y se le conoce en la medi-
da en que se conoce su Amor. Si conocieses
el don de Dios…
(Jn 4, 10) dice Jesús a la
samaritana. El don de Dios es Jesús y acer-
cándonos a Él se apaga cualquier sed y nos
convertimos en manantial que salta dando
una vida sin término
(Jn 4, 14). Lo que le
pasa a la samaritana ocurre también hoy, es
historia cotidiana, y cada uno de nosotros
puede revivir en primera persona este
encuentro que cambia radicalmente la vida.
A menudo nos lamentamos de las difi-
cultades de la existencia, de las desgracias
que nos oprimen, pero raramente reconoce-
mos que la desgracia más grande que pueda
acontecernos es la de no conocer el Amor de
Dios. Conocer, en este contexto, no significa
tener conocimiento, sino tener experiencia.
No se trata de saber que Dios existe y no
basta tampoco con saber que nuestro Dios es
el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Acoger a Dios en nuestra vida, perderse en
Él, para saborear su Amor, su paz, su
Misericordia y, de este modo, conocerlo.
Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a
quien el Hijo se lo quiera revelar
(Mt 11,
27); por lo tanto es Jesús quien nos revela al
Padre, es en Él que lo conocemos.
A Dios le gusta definirse como Yo soy
(Ex 3, 14); Sólo Él puede decir Yo soy, y
cada uno de nosotros puede decirlo sólo en
la medida en la que Él está en nosotros, es
decir, en la medida en la que Cristo está vivo
en nosotros. Es necesario un nuevo naci-
miento, imposible para nosotros, como sos-
tiene Nicodemo (Jn 3, 4) pero no para el
Espíritu (Jn 3, 6). Por esto, esta acción
requiere nuestro consenso, nuestro sí. No se
trata de escoger entre un modo de vivir u
otro, sino de escoger entre la vida y la muer-
te. Y es en este punto en el que interviene
María. Nos anima a abrirnos, a abandonar-
nos a la acción salvífica del Espíritu y lo
hace con premura incesante. Al igual que
cualquier madre, sabe que no basta ofrecer
el pecho, una sola vez, para que el recién
nacido aprenda a alimentarse, así Ella sabe
que no es suficiente con que digamos “aban-
donados a Dios” una sola vez para aprender
a vivir el abandono.
También hoy os invito a vivir aún con
mayor intensidad mis mensajes en la
humildad y en el amor para que el
“Rezaba para que los espectadores ya
no me viesen a mí, sino a Jesús”
(Jim Caviezel en la película “The Passion…”)
Mayo -junio 2004 - Editado por: “Eco de Maria”, C.P.
27 31030 Bessica (TV)
(Italia) Tel/ fax (39) 0423.470331
A. 20 N° 5-6 - Esp. Ab. Post., art. 2, com. 20/c, leg. 662/96 filial de MN - Autor. Trib. MN: 8.11.86
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Espíritu Santo os llene con su gracia y
fuerza
. No podemos engañarnos y mucho
menos podemos engañar a los demás sobre
el valor salvífico de los mensajes de María.
Ello está estrechamente vinculado a la aco-
gida de sus invitaciones en nuestra vida. Ella
no nos invita a leer o a escuchar sino a vivir
sus mensajes, y hoy a vivirlos aún con más
fuerza,
es decir, con mayor seriedad, con
mayor determinación, con un compromiso
más profundo. Y todo esto en la humildad y
en el amor,
es decir, en el estilo que le es
propio y que es necesario para estar en sin-
tonía con Ella y con Jesús. Poniéndonos en
las condiciones que Ella nos sugiere (y no
será difícil porque es María quien nos lo
pide) el Espíritu Santo nos llenará con su
gracia y fuerza.
Esta acción del Espíritu nos permite cre-
cer en Cristo y al mismo tiempo hace que
Cristo crezca en nosotros; es en esta compe-
netración recíproca que el hombre asume
semblanzas divinas y las facciones de Cristo
emergen cada vez más en nuestro semblante
humano. Así es así como se progresa en el
camino de la santidad y podemos convertir-
nos en testimonios de la paz y del perdón.
No hay otro camino; sólo así, dice María.
Sólo dejándonos llenar por la gracia y la
fuerza del Espíritu
podremos ser testimo-
nios de la paz y del perdón.
No se habla
aquí de una paz cualquiera o de un perdón
cualquiera sino de la paz y del perdón que
vienen de Dios.
N.Q.
He prestado mi rostro
a Jesucristo
Estuvo presente el verano pasado en
Medjugorje para explicar a los jóvenes allí
reunidos su increíble aventura: la de prestar
su cuerpo a Jesucristo para una película que
iba a ser vista por cuarenta millones de per-
sonas en todo el mundo (éste es el número
hasta Pascua; una cifra que seguramente
aumentará).
Aún no se sabía que todo el mundo iba a
hablar del acontecimiento extraordinario en
el que se había visto envuelto; y precisa-
mente allí, en la tierra bendita, Jim
Caviezel
presentó a los jóvenes aquello de
lo que los periódicos y los medios de comu-
nicación, los teólogos y la gente común, los
creyentes y los agnósticos, los cristianos y
los hebreos, y aún muchos otros iban a escri-
bir, hablar, discutir y disertar… A favor y en
contra; con admiración y con disgusto; con-
firmados en la fe, o bien molestos por una
verdad que pone de manifiesto la propia
mentira. En suma, la película “La Pasión de
Cristo”
ha estado y continúa estando en
boca de todos.
“He llegado a esta parte a través de
Medjugorje, a través de la Virgen.
Durante la preparación he utilizado todo lo
que Medjugorje me ha enseñado”, explica el
protagonista en una entrevista. “El director
Mel Gibson y yo íbamos a Misa todas las
mañanas. Los días en que no podía ir, al
menos comulgaba. Había oído decir que el
Papa se confesaba todos los días y pensé que
también yo debía confesarme más a menu-
do. No quería que Lucifer pudiese tener
algún tipo de control en lo que estaba
haciendo. Por esto, también ayuné…”
La corona del Rosario entre las manos
en las pausas entre las tomas, la Eucaristía
cotidiana
que se celebraba todas las maña-
nas en el set, las reliquias de los Santos y de
la Cruz cosidas en la túnica: “El vidente Ivan
y su mujer Laureen me dieron un pedacito
de Cruz. La llevo siempre conmigo.
Precisamente por esto, en mis vestidos se
hizo un trabajo especial. Llevo también con-
migo las reliquias del Padre Pío, de san
Antonio de Padua, de sta. María Goretti y de
san Daniel, el protector de los actores”.
Éstos son los instrumentos con los que
Jim afrontó el papel comprometido de los
últimos instantes de Cristo en la tierra, la
Hora de su Pasión. “Creo que este film ha
sido también mi pasión”, continúa el actor
americano. “He tenido que luchar contra el
frío, contra los calambres, contra el dolor de
cabeza que me daba la corona de espinas. He
dudado de mi fe… Pero luego he compren-
dido que no podría haber representado el
dolor sin sufrir de verdad…”
Aunque ya se ha gastado muchísima
tinta para comentar este film y aun a ries-
go de ser repetitivos, no podíamos omitir
estas palabras. Porque es un deber subrayar
el tono de fe con el que este film ha sido
pensado, afrontado y vivido por los protago-
nistas, y no podíamos permanecer ajenos a
la espesura de vida que todo esto comporta-
ba. Una trouppe y una lista de actores multi-
forme, compuesta de gente de distintos paí-
ses y convicciones. “Es una película que
ensalza el amor, la tolerancia… No he teni-
do ningún momento de vacilación” continúa
el actor. “Gibson me ha dicho muchas veces
que corría un riesgo, que cabía la posibilidad
de que después de esta película nadie me
dejara trabajar más en Hollywood. Le res-
pondí que era un creyente y que todos deben
llevar una cruz… No tenía idea de lo que iba
a tener que rezar durante el film para conse-
guir mantener la perspectiva adecuada…
Rezaba también para que detrás del maqui-
llaje los espectadores ya no me viesen a mí
sino el rostro del Mesías, de Jesucristo”.
La fascinación de Jesús es indiscuti-
ble. Casi todos, desde hace dos mil años, se
sienten de algún modo atraídos por Él, aun-
que el hombre se arrogue constantemente el
derecho de establecer cómo se le debe mani-
festar Dios. También esta vez Cristo ha sido
“signo de contradicción” para quien se ha
sentido provocado interiormente a responder
a la evidencia que el Hijo de Dios se ha
hecho carne, y que ha soportado humilde-
mente una pasión cruel hasta consumar
hasta el fondo su propio sacrificio para ofre-
cer al Padre.
Demasiada violencia, demasiada sangre,
demasiado de todo, se ha dicho. El hecho es
que una vez más la Verdad ha creado divi-
sión, no tanto en las mentes como en los
corazones. Ante este extremo acto de amor,
el hombre se pregunta si aceptar un “fraca-
so”, destruido en el cuerpo y contado entre
los malhechores,
o si en cambio desea para
sí un Dios ideal, que obra milagros, panacea
para todos nuestros males y rápido ejecutor
de cada petición nuestra. En sustancia, un
Dios-caramelo…
El miedo a quedar nosotros mismos
implicados nos hace retroceder y preferi-
mos sublimar la idea de la redención para
evadirnos del peligro de ser llamados a for-
mar parte, a derramar también nosotros la
sangre para “completar en la carne lo que
falta a los sufrimientos de Cristo”
(cfr Col
1, 24). Entonces se acusa: el film no es fiel
al evangelio, no es un tratado teológico, no
respeta a los hebreos, no… No, la película
no es lo que nosotros queremos que sea,
pero tiene el mérito de mostrar a todo el
mundo, en tinta fuerte, el amor de Cristo por
nosotros, que resiste hasta el último aliento
el ataque del Maligno rechazando utilizar el
mal para defenderse: “Maltratado, se dejó
humillar y no abrió su boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no abría la boca”
(Is 53, 7). Hizo lo que luego tendríamos que
hacer nosotros, como dice san Pablo: “No os
dejéis vencer por el mal, sino venced al mal
con el bien”
(Rm 12, 21).
No es una película que sólo se vea, es
una experiencia viva que pide contempla-
ción,
que te cierra la boca y que entra dentro
de ti para luego emerger poco a poco, des-
plegando los varios planos de lectura de
aquel tremendo y santo viernes de Pasión.
La traición de los amigos de Jesús, la
unión íntima con la Madre María, el duelo
que llevó a cabo con el verdadero responsa-
ble del crimen – satanás… “Una de las cosas
que deseo con esta película” declara el
director “es que cuando el público salga de
la sala, tenga el deseo de hacerse más pre-
guntas”. Él mismo quiso “firmar” el film de
una manera original: era de Mel Gibson la
mano que hunde el clavo en la palma de
Jesús. Una manera de “rubricar” también su
muerte, como diciendo: también yo lo he
crucificado.
Son muchos los elementos que han
contribuido a hacer de esta película una
obra maestra:
la fidelidad a los evangelios,
enriquecida por algunos elementos extraídos
de las visiones de la mística Anne Catherine
Emmerich, que vivió a finales del 700; las
atmósferas creadas con las luces y los colo-
Alexandrina da Costa Beata
“Vivía la Pasión en su cuerpo”
Se añaden otros cuatro nuevos beatos a la
larga lista recopilada por nuestro papa Juan
Pablo II; parece como si el S. Padre tuviera
prisa por llevar sus ovejas al paraíso… La
beatificación, que tuvo lugar el 25 de abril,
refiere también a una mujer portuguesa que
vale la pena mencionar, porque el modo en el
que vivió su sí a Dios recalca lo que hoy con-
tinuamente la Virgen nos pide que hagamos.
Es Alexandrina María da Costa (1904-
1955), nacida en Balasar, en la Archidiócesis
de Braga. Vivió con su madre y su hermana en
la localidad “Calvario”. Fue a la edad de 14
años que tuvo lugar un hecho decisivo en su
vida. Era el sábado santo de 1918 cuando tres
hombres consiguieron entrar en su habitación
y ella, para preservar su pureza, no dudó en
tirarse por la ventana…Como consecuencia
se quedó completamente paralizada durante
los treinta años que le restaban de vida.
En cuanto comprendió que el sufrimien-
to era su vocación, lo abrazó con prontitud.
Alessandrina comenzó una vida de gran
unión con Jesús en los Tabernáculos, por
medio de María Santísima. En cada Misa se
ofrecía al Padre Eterno como víctima por los
pecadores.
Durante182 veces vivió cada
viernes los sufrimientos de la Pasión.
Alessandrina, superando el estado habitual de
parálisis, se bajaba de la cama y con movi-
mientos y gestos , reproducía los diversos
momentos del Via Crucis, durante tres horas
y media. “Amar, sufrir, reparar” fue el pro-
grama que le indicó el Señor. En 1936, por
orden de Jesús, pidió al Santo Padre la consa-
gración del mundo al Corazón Inmaculado de
María,
y desde 1942 en adelante
Alessandrina dejó de alimentarse, viviendo
sólo de la Eucaristía.
En 1950, el 13 de octu-
bre, aniversario de la última aparición de la
Virgen en Fátima, se oyó que exclamaba:
“Estoy feliz, porque voy al cielo”. ***
2
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En Checoslovaquia Dios
no estaba en el vocabulario
La mayor parte de la población de la
República Checa – que hasta 1993 formaba
parte de Checoslovaquia – por varios moti-
vos que quizás no conoceremos nunca a
fondo, no profesa ninguna fe. Para compren-
der cuáles pueden ser las razones históricas
de esta situación, habría que retroceder al
siglo IX, a los tiempos de los santos Cirilo y
Metodio.
Los dos hermanos de Salónica tuvieron el
mérito de llevar a aquellas tierras el anuncio
del evangelio y la liturgia en lengua eslava, lo
que significaba también autonomía respecto
de los grandes pueblos germánicos (una auto-
nomía, sin embargo, muy breve). Quizás por
este motivo, desde entonces, en la conciencia
de una gran parte de la población cualquier
iniciativa para obtener la autonomía nacional
miraba a la Iglesia católica como la religión
de quien quiere ejercer el poder sobre el rela-
tivamente pequeño país checo.
Este fenómeno fue particularmente evi-
dente en 1918, año en el que la República
Checoslovaca obtuvo finalmente la autono-
mía deseada y en la que sacerdotes de la
moderna Iglesia católica checa constituye-
ron una nueva Iglesia checoslovaca, caracte-
rizada por varios elementos protestantes. Por
esto, cuando en 1948 el partido comunista
consiguió la victoria, encontró un estado de
la fe muy debilitado.
En torno a los años 50 varios monaste-
rios y conventos quedaron transformados en
campos de concentración para sacerdotes.
Permanecieron abiertas sólo las escuelas
estatales concebidas desde la ideología
comunista, y a las catequesis sólo acudía un
porcentaje bajísimo de niños, hijos de los
padres más valientes que no temían expo-
nerse al riesgo de no encontrar la escuela
que deseaban para sus hijos, o perder el
puesto de trabajo, o padecer algún otro tipo
de desventajas.
Así, la tradición de la fe católica desapa-
reció casi totalmente, por lo menos el tipo de
tradición presente en los países vecinos que
no habían padecido una experiencia similar,
donde a menudo no se acoge a Dios pero la
referencia a Él es constante; donde la Iglesia
quizás es muy criticada pero permanece
siempre como una autoridad, algo que forma
parte de la vida incluso de quien no la fre-
cuenta.
En Checoslovaquia, en cambio, Dios
no estaba ni siquiera presente en el voca-
bulario, y mucho menos la Iglesia.
No se
hablaba de Dios y se vivía una realidad cre-
ada artificialmente. De hecho, después de la
revolución de 1989 se oían frases del tipo:
“la rueda de la historia ha empezado a girar
también entre nosotros…”, como diciendo
“¡finalmente también nosotros somos partí-
cipes de la realidad verdadera, la vida ya no
es un juego!”. Hay que recordar también que
algunas regiones de la República Checa –
como por ejemplo ciertas partes del sur de
Moravia – se mantuvieron fieles incluso en
el periodo más difícil para los cristianos.
El artículo que sigue es una mirada de
quien no había oído hablar de Dios en su
vida,
al menos en la primera parte… Su
intención no es tanto valorar lo que ocurrió
ni interpretarlo a través de su nueva expe-
riencia de fe, es más bien una invitación a
mirar con la mirada de quien se encontró en
esta situación, en ese mundo particular en el
que aparentemente no encuentras apoyos
pero en el que se continúa buscando intensa-
mente “algo”; y finalmente lo que encuen-
tras lo sientes como tu casa,
un lugar donde
te reconoces a ti mismo y encuentras con-
suelo. Viteslav Starostik
¡Vuelto a casa!
Desde que era pequeño, incluso antes de
ir a la escuela elemental, algunas preguntas
me preocupaban. Entre ellas, una en particu-
lar: “¿Qué será de nosotros cuando nos
muramos?”
Recuerdo como si fuera hoy
que intentaba respirar lo más lentamente
posible, sólo para que mi vida no se consu-
miese y alejar la llegada de la muerte. No
hablé de esto con nadie: ¡pienso que no
hubiera sido capaz!
Más tarde, cuando comencé a ir a la
escuela y el ritmo de la vida empezó a correr
más velozmente, estas preguntas se debilita-
ron; sólo en mi interior, en la parte más pro-
funda, resonaba de vez en cuando una pro-
funda inseguridad. En general, entre mis coe-
táneos, estas preguntas no se planteaban, ¡y
yo me preguntaba si era el único en el mundo
al que le venían pensamientos de este tipo!
Hacia los quince años estos interrogantes
volvieron a emerger. Pero más que los pen-
samientos sobre la muerte, me preocupaba
la idea de si yo existía realmente y si mi vida
tenía algún sentido. Descubrí, entre otras
cosas, que no era el único que se planteaba
estas cuestiones, y esto me confirmaba que
la vida existía realmente en el interior del
hombre, y que había que afrontarla.
Comenzó pues un periodo de búsqueda que
no estaba privado ni de confusión ni de
desesperación. Más tarde, durante el servi-
cio militar, me hice amigo de un chico cre-
yente. Si bien en aquel periodo nuestra vida
no era en absoluto un camino rico de virtud
( o quizás ésta era una razón de más), vi en
mi amigo una esperanza que yo no tenía.
Cuando volví del cuartel continué bus-
cando, durante varios años, pero con una
dirección más clara. Intenté leer la Sagrada
Escritura y la Iglesia me atraía cada vez más.
Más adelante decidí frecuentarla regular-
mente. Comencé a ir todos los domingos a
misa, solo, sin saber muy bien de qué iba,
pero intuía que ahí ocurría algo importante y
me sentía bien. Así que un día pregunté a los
padres dominicos qué había que hacer para
bautizarse… Era la Pascua de 1992 cuando
esto ocurrió. Escogí como padrino al amigo
del servicio militar.
También estuvo presente mi hermano, de
quien nunca imaginé que mi bautismo le iba
a interesar tanto. Comenzamos a ir a la Santa
Misa regularmente y después de un año me
convertí en su padrino. Su bautismo fue para
mí un acontecimiento muy importante.
Siempre he leído mucho, desde niño, y
esto se reflejaba también en la manera en la
que me empeñaba en conocer a Dios. Pero a
pesar de leer muchos libros, me di cuenta de
que no avanzaba y de que giraba sobre el
mismo círculo. Intenté entonces rezar, pero
mi oración no era muy profunda… Entonces
en aquel estado encontré ayuda en mi her-
mano, que me influyó positivamente y me
llevó a considerar la oración más en serio.
Luego su visita a Medjugorje fue
determinante… Cuando volvió a casa me
dijo que yo también podría haber ido y que
seguramente me habría gustado. Acepté su
consejo y, después de poco tiempo, comen-
cé mi peregrinación… Un poco por lo que
había oído, un poco por lo que había leído,
sabía que la presencia de la Virgen a veces
va acompañada de fenómenos extraordina-
rios, y por esto partí lleno de expectativas.
Verdaderamente me esperaba una sor-
presa, pero era de un tipo completamente
distinto de lo que pensaba… Era la sensa-
ción de haber vuelto a casa después de un
tiempo muy largo.
Era como si se desperta-
se en mí algo que hasta ahora había dormido
un sueño profundo. Experimenté claramente
que Dios puede estar mucho más cerca de
nosotros de lo que nos imaginamos.
Cuando volví a casa, estaba triste, aun-
que sabía que dependía de mí el modo en
que acogiera este don. Comencé a descubrir
la oración y mi vida adquirió otro ritmo: se
hizo más plena, pero no más sencilla.
Conseguí mirar de frente a las cosas que
antes rehuía desesperadamente. Luego ocu-
rrió algo muy importante: la decisión de mi
hermano de entrar en la Comunidad
“Kraljice Mira…”, una asociación que nace
de la experiencia de Medjugorje y que vive
la invitación de la Virgen de poner a Dios
siempre lo primero en la propia vida. Este
testimonio ha sido siempre para mí un gran
apoyo en el camino.
Radomir Starostik
res,
inspiradas en las pinturas de
Caravaggio; el uso de la lengua del tiempo
de Jesús - el arameo y el latín - que hacen de
la película algo aún más realista y lleno de
contenido; la valentía de los actores, impli-
cados en un papel que les ha sorprendido a
ellos mismos…
Sobre el set, Vittorio Messori ha escrito
“ha acontecido mucho más de lo que se sabe,
mucho quedará en el secreto de las concien-
cias: conversiones, liberaciones de las drogas,
reconciliaciones entre enemigos, abandono
de vínculos adúlteros, apariciones de perso-
najes misteriosos. Dos rayos irrumpieron en
el rodaje, uno de los cuales dio a la cruz…”
No ha nacido para obtener éxito, sino
para remover las conciencias. Intentaron
bloquearlo en su nacimiento motivando
polémicas de todo tipo, pero seguramente,
en el silencio de los corazones está haciendo
nacer nuevos hombres a la fe. “Cada espec-
tador - escribe Andrea Morigi - conserva
toda la libertad de su punto de vista. Escena
tras escena, a medida que Cristo va transfor-
mándose en el hombre de la Síndone, se le
puede mirar como Judas, desesperado por
haberlo traicionado, o tomarlo por loco - lo
que no excluye la posibilidad de latigarlo y
clavarlo en la cruz - . O bien sufrir con él.
Los personajes de la narración cubren ya
toda la gama de actitudes y de reacciones
posibles…”.
Es lo que afirma también la mujer del
protagonista, peregrina asidua también ella
de Medjugorje: “Cuando vi por primera vez
la cruz sobre él, maquillado, no parecía mi
marido, sino Jesús. Era tan realista que pare-
cía de verdad que estuviera viendo al Cristo:
algunos estaban llenos de respeto, otros
indiferentes y otros incluso se burlaban. A
los dos nos pasó lo mismo: hemos compren-
dido en nuestra medida cómo podía ser…”
Más allá de los comentarios y de las crí-
ticas, de las aprobaciones y de las acusacio-
nes, vemos cómo el Crucificado todavía hoy
no nos “deja en paz”. Y menos mal, para que
removiendo nuestros esquemas y nuestras
expectativas Él pueda crear en nosotros el
espacio para la paz verdadera. Aquella que
nace de la Verdad, del Amor, y no de las
ideas.
Stefania Consoli
3
Eco 175
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En los límites sin limitaciones
Del P. Tomislav Vlasic’
El hombre se infla, se enorgullece, se
da aires de grandeza para ensanchar el espa-
cio de las propias limitaciones. Los demás le
molestan porque le quedan muy cerca: tocan
sus intereses. Cada uno defiende las propias
limitaciones, las esconde como un punto
doloroso, como un defecto. Externamente se
comporta como si no las tuviese, pero por
dentro es mezquino, y está protegido por los
aguijones de la susceptibilidad. Las espinas,
de hecho, representan los distintos modos de
defensa que se justifican con la lógica, con
el derecho, con la responsabilidad…
Lo mismo ocurre en la vida espiritual.
En este campo la falsa devoción y la falsa
espiritualidad encubren un estado enfermo
del alma. Las devociones se convierten de
este modo en modos “santos” de defensa.
Por esto es importante volver la mirada a la
actitud del alma y liberarla de los comporta-
mientos enfermos, del encubrimiento de los
límites y de la tendencia a hacer guerra.
Los límites humanos son normales.
Son las líneas que hacen del hombre una
criatura. Crean la envoltura de su ser, expre-
san su imagen hacia el exterior. Los límites
representan elementos de nuestra individua-
lidad, sin ellos nos ensoberbecemos y nues-
tra personalidad se disgrega. Cuando los
ignoramos, caminamos en las nubes, sin con-
ciencia y nuestras concepciones espirituales
acaban por inflarse de manera desmesurada.
Los límites son, pues, un don de Dios.
A través de ellos somos personas, origina-
les: por medio de los límites nos relaciona-
mos, expresamos nuestra necesidad de los
demás y nos amamos; los límites nos abren
al Omnipotente y a través de ellos participa-
mos de la vida de Aquél que es Infinito.
Cuando Dios desarrolla la vida en un
hombre, lo hace dentro de sus límites. Es
natural pensar que Dios recorta nuestra vida
y la circunscribe en unos límites para generar
algo mejor (cfr Jn 15). En su bondad Él sabe
como tener al alma dentro de unos confines,
para que ésta no se despierte antes de tiempo.
Dios, de hecho, espera el momento justo para
el crecimiento del alma y para su misión.
De la vida de los grandes santos sabe-
mos que Dios ha permitido que éstos
entrasen en la noche oscura
, en situaciones
en las que no encontraban vías de salida…
El mismo Jesús hizo un camino para entre-
garse a la muerte a nuestro favor, es decir, se
hizo pobre, se “limitó” hasta la muerte (cfr.
Fil 2), para que en Él se revelase la vida tal
como es en Dios. Jesús ofreció al Padre un
sacrificio de alabanza.
Quien entra en la conciencia de la omni-
potencia y de la bondad de Dios, se abando-
na a Él en el interior de sus propios límites,
con los límites y a través de ellos. Y así el
hombre entra en la humildad, en la gratitud,
en la alegría. No crea defensas en torno a sí
porque en él está el Defensor, que conoce
perfectamente su originalidad, su crecimien-
to y la misión que se le ha confiado. El
Espíritu Santo trabaja noche y día si encuen-
tra en el alma un espacio de docilidad.
Para el hombre es suficiente vivir
según el modelo de la Santísima Madre de
Dios, de la sierva humilde.
Aquí él se
abandona completamente a Dios; el Espíritu
Santo desarrolla la protección en el alma e
impulsa al hombre al encuentro con el próji-
mo. Entonces los límites se convierten en
una puerta para encontrar a los demás. El
Espíritu Santo suscita en el hombre el deseo
de unirse a Dios y de entrar en comunión
con los demás en Él. Así Dios transfigura al
hombre en una criatura nueva, lo colma con
una plenitud que no está circunscrita por sus
límites, lo hace partícipe de la vida infinita.
¿Qué hacer en la práctica? He aquí
algunas sugerencias.Es necesaria la entre-
ga completa de la propia vida a la potestad
de Jesucristo, sin condicionamientos, en la
confianza total y en el amor. Entonces desa-
parecen del alma el miedo, la susceptibili-
dad y los sentimientos negativos. Nadie
nunca podrá arrancar un alma así de la mano
de Dios (cfr Jn 10, 25-30). Hay que vivir
para Jesús, anunciarlo y testimoniarlo,
incluso si la vida corre peligro, es decir,
cuando se corre el riesgo de perderlo todo.
San Pedro nos dejó un bello testimonio:
“Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres… Y de esto nosotros damos testi-
monio y el Espíritu Santo, que Dios ha dado
a los que se someten a él”
(Hch 5, 29-32).
Esta actitud del creyente pone a sus ene-
migos en relación con Aquél por el cual él
vive: con Jesucristo. “Si su plan o su activi-
dad es cosa de hombres, fracasarán; pero si
es cosa de Dios, no lograréis suprimirlos y
os expondríais a luchar contra Dios.”
(Hch
5, 38-39). Quien está con Dios está protegi-
do, y quien está contra él, ya ha perdido.
Podemos contar siempre con Jesús,
pero no podemos aprovecharnos de Él
(cfr Jn 6, 1-5). Jesús siente los límites y las
necesidades del pueblo, toma la iniciativa
espontáneamente y nutre a la gente de modo
milagroso. Él actúa así en cada situación y
necesidad, pero no deja que nos aproveche-
mos de él. San Juan escribe: “La gente, al
ver la señal que había realizado, decía:
´¡Éste sí que es el profeta que tenía que
venir al mundo!’Jesús, entonces, dándose
cuenta de que iban a llevárselo para procla-
marlo rey, se retiró otra vez al monte, él
solo.”
(Jn 6, 14-15). Cuando intentan utili-
zarlo, Jesús se retira, y el hombre se queda
solo consigo mismo, en el vacío. Lo mismo
ocurre en la vida espiritual, en el plano de
cada pensamiento, sentimiento y acción.
Aun estando en los límites, se debe
permanecer activos en Dios: es una regla
muy importante.
Estar activos en Dios es,
en realidad, el espíritu de oración. Los cre-
yentes con la oración “despiertan” a Dios
“que duerme”, para que Él actúe. Él actúa y
ellos no son más débiles, sino potentes en
Dios. Un bello ejemplo de la Iglesia que ora
y de la acción de Dios, lo encontramos escri-
to en los Hechos de los Apóstoles (12, 1-7).
Amar infinitamente a Jesús, sin preo-
cuparnos de ser limitados o de si alguien
nos “atará” corresponde a la perfecta alegría
predicada por san Francisco.
Tras su resurrección Jesús dicta una
norma a Pedro, cabeza de los Apóstoles:
“En verdad, en verdad te digo: si de joven tú
mismo te ponías el cinturón para ir a donde
querías, cuando seas viejo extenderás los
brazos y será otro el que te ponga un cintu-
rón para llevarte a donde no quieres.”
(Jn
21, 18). Esta regla vale para cualquier cre-
yente. Pero no porque tenga la sensación de
estar atado, sino más bien de ser libre. Con
las alas del amor el alma sobrepasa todos
los límites
porque está plantada en la vida
de Dios que es ilimitada. Aquí el alma vive
su originalidad, la plenitud, y no conoce pre-
ocupación ni estrechez, aunque se quede en
sus propios límites. Así en el creyente todo
está reconciliado y vive una transfiguración
constante. ***
Los vehículos del Redentor
Entró en la vida terrena a través de un
seno virgen, un cuerpo inmaculado nunca
vivido antes. Jesús venía de la eternidad y
entraba así en el tiempo.
Luego entró en Jerusalén en la vigilia de la
Pascua a lomos de un burro “sobre el que
nunca nadie había subido”
(Lc 19, 30):
hacía así su entrada triunfal en el Templo
después de haber huido muchas veces a la
cautividad tras haber pronunciado su pala-
bra. Entonces, cuando llegó su hora, se
entregó libremente en silencio y dejó que
hablasen los acontecimientos.
Entró finalmente en el reino de la muerte
extendido en un sepulcro “en el que nunca
nadie había sido puesto”
(Lc 23, 53). El
Dios hecho hombre regresaba finalmente al
Padre, preparando así el camino al hombre
que todavía estaba apresado por el tiempo.
Pasajes fundamentales en la vida
terrena del Hijo de Dios, llenos de una
dimensión siempre nueva en continua ascen-
sión hacia el cielo. El Santo, el Puro, no
había desdeñado asumir en sí el fango del
pecado, las llagas de la infidelidad humana,
la corrupción de nuestra traición, pero sólo
instrumentos humildes y puros habían
sido hallados dignos de hacerse vehículos
del Redentor:
una mujer inmaculada, un
animal sobre el que nadie había montado,
una tumba de piedra que nunca había acogi-
do la muerte.
¿Es forzado unir estos acontecimientos?
No lo sé. Pero el corazón se siente provoca-
do para encontrar una respuesta que dar a
Dios que nos interpela de modo tan elocuen-
te. ¿Qué nos quiere decir el Señor con esto?
Como siempre la respuesta nos la da Él
mismo. Sabemos que el Cristo todavía no
ha finalizado su recorrido:
ha prometido
volver entre nosotros, definitivamente y en la
gloria. ¿Cuándo? ¿Cómo? No lo sabemos y
es bueno que permanezca un misterio, para
que Dios pueda continuar sorprendiéndonos.
Pero está claro que el Señor nos propone un
camino de purificación: el camino de la fe.
Nos da algunos instrumentos: el Espíritu
Santo y los sacramentos. Nos da una madre:
la suya. Todo esto hace pensar que Jesús glo-
rioso quiera realizar su retorno definitivo
pasando una vez más a través de alguien. Y
quizás aquellos somos nosotros. Por esto nos
predispone con su Palabra: Lavaos, purifica-
os, apartad de mi vista vuestras malas accio-
nes. Cesad de obrar mal, aprended a obrar
bien…”
profetiza Isaías (Is 1, 16).
María en Medjugorje nos está prepa-
rando desde hace muchos años, los tiem-
pos son graves y ella con una premura incan-
sable nos exhorta a que nos convirtamos en
instrumentos dóciles y puros: “Queridos
hijos, también hoy os invito a preparar vues-
tros corazones para estos días en los que el
Señor desea de un modo particular purifica-
ros de todos los pecados de vuestro pasado.
Vosotros, queridos hijos, no podéis hacerlo
solos, por eso estoy yo aquí para ayuda-
ros…”
En el momento del retorno de su Hijo
nuestro corazón tendrá que estar inmaculado
para ser digno de generar nuevamente el
Mesías para el mundo: “…orad para que de
vuestros corazones mane una fuente de amor
sobre cada hombre y sobre los que os odian
y os desprecian; con el amor de Jesús seréis
capaces de vencer cualquier miseria en
aquel mundo doloroso en el que no hay espe-
ranza para los que no conocen a Jesús”.
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El saludo de Dios
Te saludo, oh llena de gracia, el Señor
está contigo” (Lc 1, 28). Repetimos muchas
veces este saludo a la Virgen María cuando
rezamos el rosario, dedicándole un pensa-
miento a lo largo del día. De esta manera,
repetimos el saludo de Dios, que llegó a tra-
vés del ángel Gabriel, a Aquella que fue ele-
gida por Dios para cooperar de manera
sublime en el grandioso plan de salvación.
El momento de la anunciación fue para
María Santísima el momento privilegiado
del encuentro con Dios, preparado desde
el principio de los tiempos, y actuali-
zado en el momento en el que la
Virgen pronunció su sí.
El Dios de Israel, a quien
María amaba profundamente y
servía con fidelidad, se hizo
presente, irrumpiendo en su
vida con toda la fuerza de su
amor. Le indicó la misión,
esperó su respuesta sin for-
zarla, respondió a sus pre-
guntas. En aquel encuentro
entre Dios y la Virgen, flore-
ció la Gracia de la que María
Santísima estaba colmada
desde su concepción, y que
esperaba estar operativa para
el bien de toda la humanidad.
María Santísima no es
para nosotros sólo un modelo,
sino la figura de aquello a lo que
todos estamos llamados, es la nueva
humanidad donde Dios pondrá su
morada. María vivía en Dios, y Dios en
María, una con el Otro y Uno para la otra,
hasta el punto que el ángel dice: “El Señor
está contigo”.
En esta donación bajó el Hijo
de Dios para hacerse hombre, y encontró el
espacio inmaculado, el templo vivo de su
presencia. En la humilde acogida de María,
el Padre generó la Semilla de salvación,
Al burro de Betania se le pidió que lle-
vase el cuerpo del Cristo que estaba a punto
de ser colgado de una cruz. A nosotros hoy
Jesús nos propone cargar con su cruz para
liberarnos del peso del pecado: “…decidíos
también hoy por Dios, para que Él en voso-
tros y a través de vosotros transforme los
corazones de los hombres y también los
vuestros. Sed portadores gozosos de Jesús
resucitado en este mundo inquieto, que
anhela a Dios y todo lo que es de Dios”.
Ya no es pues tiempo de demorarnos.
A través de una oración profunda y auténti-
ca limpiemos nuestras profundidades de las
escorias del egoismo. Muriendo a nosotros
mismos, abramos la puerta a Dios para que
entre en nuestros “sepulcros interiores” y
transforme en vida todo lo que está muerto.
Acogiendo a María en nuestra vida, dejemos
que su Corazón Inmaculado lata en nuestros
pechos para hacernos, también nosotros,
inmaculados.
Nos daremos cuenta poco a poco que
todo nuestro ser se transformará en un cami-
no ancho y sin obstáculos, que Jesús podrá
recorrer cuando esté maduro su retorno:
“Hijitos – continúa María en Medjugorje –
quiero que comprendáis que Dios os ha
escogido a cada uno de vosotros en su plan
de salvación para la humanidad. No podéis
comprender lo importante que sois en el
plan divino…”.
Y entonces, nosotros, ¿a qué
esperamos?
Stefania Consoli
Jesucristo, nuestra esperanza y nuestra paz.
Creo que es justo reflexionar sobre el
saludo dirigido a María, porque en Ella,
humanidad nueva, aquel saludo se dirige a
cada uno de nosotros. Todos estamos llama-
dos por Dios a una misión, todos colabora-
mos con Él por la salvación de la humani-
dad, nadie está excluido y nadie puede exi-
mirse de colaborar. Dios busca incansable-
mente los operarios para su mies, personas
sencillas y de buena voluntad.
Por el bautismo también nosotros nos
convertimos en “llenos de gracia”, y debe-
mos dejar que den fruto los talentos que la
gracia bautismal lleva consigo. ¿Cómo?
Será el mismo Dios que nos lo indique, en el
momento de nuestro encuentro con Él, en el
momento en el que Él irrumpa en nuestra
vida, como en la de María, para revelarnos
nuestro destino, para pedirnos un sí. Cada
uno experimenta este encuentro de un modo
original, porque Dios se manifiesta a cada
uno según su sabiduría multiforme, cada uno
experimenta en su vida el saludo de Dios. En
realidad, toda la vida del cristiano debería
ser un encuentro gozoso con el Señor, que
habla a lo íntimo, responde a las preguntas,
indica el camino.
¿Por qué entonces nos cuesta tanto
encontrar a Dios, y a veces le oponemos
resistencia?
Porque Él no fuerza a nadie a
encontrarlo, se manifiesta y espera la res-
puesta. “Estoy a la puerta y llamo. Si algu-
no escucha mi voz y me abre la puerta, yo
vendré a él…”
(Ap 3, 20). La plenitud de
nuestra vida, el florecimiento de la Gracia en
nosotros depende de la llamada de Dios y de
nuestra respuesta, una no puede darse sin la
otra. Dios necesita nuestro sí incondicional,
como el de María, para llevar a cabo su obra.
Pero nosotros también necesitamos decir sí a
Dios para ser felices, y para convertirnos en
instrumentos de salvación. Sin nuestro sí a
Él, no estaremos en grado de realizarnos
como personas ni tampoco podremos ayudar
a los demás, porque Jesús nos ha dicho cla-
ramente que sin Él no podemos hacer nada
(Jn 15, 5).
La felicidad, que luego es la plenitud de la
vida, no se alcanza con trucos o fór-
mulas mágicas, sino a través del
camino humilde hacia Él, la espera
confiada de su venida, la entrega
de sí, la búsqueda amorosa de su
presencia y la disponibilidad
para atravesar con Él y por él
las pruebas de la vida. María
Santísima lo hizo así, su vida
fue un sí total a Dios, desde
la Anunciación hasta la
Cruz, y su sí continúa reso-
nando en la gloria del
Paraíso, continúa abriendo
el camino a cuantos quieren
seguir su ejemplo.
Debemos mucho a la
Madre de Dios y Madre
nuestra, debemos mucho a su
sí valiente y humilde. El cami-
no está abierto ante nosotros, y
es un camino luminoso. Dios nos
espera para hacer de nosotros su
pueblo, como anuncia el profeta:
“Haré con ellos una alianza de paz…
pondré mi santuario en medio de ellos para
siempre, mi morada estará en medio de
ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi pue-
blo. La gente sabrá que yo soy el Señor que
santifico a Israel cuando mi santuario esté
entre ellos para siempre”.
Stefania Caterina
Universalidad del mensaje
de la Reina de la Paz
En este a tiempo en el que parece preva-
lecer a nivel planetario el demonio del odio
y de la división, esparciendo la esencia de
aquel veneno satánico destilado por el cora-
zón perverso del “diabolos” (literalmente
“aquel que divide”), están ante los ojos de
todos las imágenes conmocionantes de hom-
bres que llevan a cabo como un servicio en
nombre de Dios violencias abominables
sobre sus hermanos y “guerras santas” de
todo tipo, con el inevitable cortejo de lutos,
lágrimas y sufrimientos inocentes, que se
ensañan con mayor crueldad sobre los débi-
les y los indefensos. Se evoca desde diversos
ámbitos, y no siempre sin razón, un escena-
rio espantoso de catastróficos “enfrenta-
mientos de civilizaciones”, capaces de
implicar enormes multitudes de pueblos
divididos únicamente por el distinto credo
religioso que profesan. Y esto, aunque
parezca increíble, ocurre no sólo entre los
“hijos de Abraham”, cristianos, hebreos y
musulmanes, que profesan la fe en el mismo
Dios, Padre de todos, sino también entre los
bautizados de distintas confesiones, prota-
gonistas de feroces luchas fratricidas, que no
cesan de ensangrentar vergonzosamente
regiones enteras del planeta.
La tentación de servirse de la religión
para hacer de ella un instrumento indebi-
do de afirmación
y a menudo de un intole-
rable atropello de una comunidad particular,
grupo o etnia, en perjuicio de otra de distin-
to credo religioso, se agudiza y evidencia
más en las zonas fronterizas entre culturas y
religiones diversas, donde la confusión entre
fe e identidad étnico-nacional tiene raíces
seculares. No sin una profunda vinculación
con la existencia de estas concretísimas
“estructuras de pecado” colectivo, la Virgen
en este tiempo ha escogido aparecer, con el
título de Reina de la Paz, precisamente en
Medjugorje, en el corazón de una región que
históricamente ha sido escenario de violentí-
simos enfrentamientos entre etnias de diver-
sas confesiones religiosas, en las que
muchas veces se han visto implicadas escan-
dalosamente las propias comunidades cris-
tianas locales.
La Virgen en Medjugorje reafirma
con fuerza el carácter universal del don
gratuito de la salvación y de la paternidad
de Dios,
desenmascarando en este delicadí-
simo ámbito cualquier ambigüedad insana,
fruto únicamente de la perversión del cora-
zón del hombre: “Hay un solo Dios y en
Dios no hay división. Sois vosotros en el
mundo los que habéis creado las divisiones
religiosas”
(Mens. 23.02.1982). Con la
misma fuerza, en contraposición radical a
cualquier derivación sincretista, la Virgen
nos recuerda que sólo del misterio pascual
de su Hijo, muerto y resucitado, mana la
gracia de la salvación para todo el género
humano. “Y entre Dios y los hombres hay un
único mediador de salvación: Jesucristo.
Tened fe en Él”
(ibídem).
En otro mensaje fundamental, la Virgen, en
perfecta consonancia con los contenidos
magisteriales de la declaración solemne
“Dominus Iesus” - que no por casualidad
levantó una polémica furiosa e incomprensi-
“Volved al fervor primitivo”
5
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ble incluso en el ámbito eclesial – reafirma
con luminosa sencillez las verdades eternas
reveladas por Dios a los hombres, pero que
a menudo están dolorosamente oscurecidas
en los corazones de muchos creyentes: “¡En
la tierra vosotros estáis divididos, pero
todos sois hijos míos!
Esto no significa que
todas las religiones sean iguales delante de
Dios, pero los hombres sí. No basta con per-
tenecer a la Iglesia Católica para ser salva-
dos: hay que respetar la voluntad de Dios.
También los no católicos son criaturas
hechas a imagen de Dios y destinadas a
alcanzar un día la salvación si viven
siguiendo rectamente la voz de la propia
conciencia. La salvación se ofrece a todos
sin excepciones.
Se condenan sólo los que
rechazan deliberadamente a Dios. A quien
poco se le dio, poco se le pedirá. A quien
mucho se le dio, mucho se le pedirá. Sólo
Dios conoce el grado de responsabilidad de
cada hombre y emite el juicio final”
(Mens.
20.05.1982).
Como a cualquier palabra profética, a
estos mensajes fundamentales de María evi-
dentemente se deben aplicar diversos planos
de lectura. Desde el más inmediato, que
refiere a la realidad local de la Parroquia de
Medjugorje a otros, con un alcance más
amplio y universal. Las palabras de la
Virgen abordan un tema de extraordinaria
actualidad: cuál debe ser en concreto según
el Corazón de Dios la relación entre los
bautizados y los que profesan una religión
distinta de la cristiana.
Las palabras de
María ponen de manifiesto que el único pri-
vilegio del que pueden gloriarse legítima-
mente los bautizados y en particular los
miembros de la Iglesia Católica, donde resi-
de la plenitud de la Verdad, es el de ser lla-
mados de una manera especial a ofrecer “el
auténtico culto espiritual”
(Rm 12, 1),
“ofreciendo los propios cuerpos como sacri-
ficio viviente, santo, agradable a Dios.
¡Éste es el verdadero ecumenismo
espiritual al que nos invita María! Ofrecer
la propia vida para unirla perfectamente a la
del Cordero, para que Él, a través de cada
uno de nosotros, pueda llevar a su plena rea-
lización el gran servicio profético, sacerdo-
tal y real que el Padre le ha confiado. Y ello
en beneficio de todos nuestros hermanos, sin
distinción de credo, cultura y nacionalidad,
para que todos los hombres y el universo
entero al final sean “recapitulados en
Cristo”,
Señor de la nueva creación, para
gloria de Dios Padre.
Las palabras de la Reina de la Paz
también contienen, sin embargo, una
advertencia grave,
que actualiza con una
fuerte evidencia profética una expresión
análoga del Evangelio. “A quien mucho se le
dio, mucho se le pedirá”
¡A nosotros se nos ha dado todo! Por
esto debemos estar dispuestos a entregar-
lo todo.
Todo de nosotros mismos a Dios,
que en este tiempo, a través de la Reina de la
Paz, nos invita de manera apremiante a un
paso concretísimo: a ofrecerle incondicio-
nalmente nuestra vida a través del Corazón
de su Madre, por la salvación del mundo.
Ésta es la invitación a hacer la voluntad
del Padre, poniendo en práctica el “manda-
miento nuevo”
(Jn 15, 12) del Amor sacrifi-
cado que hoy Jesús confía de nuevo a Su
Iglesia a través de María. Seremos juzgados
sobre el Amor, y se nos juzgará en este
punto. ¡Debemos tener cuidado de no trai-
cionar la misión inscrita desde siempre en el
Corazón de Dios para cada uno de nosotros!
¡Cuidado con tener oídos de mercader a la
En coloquio con sor Emmanuel:
“El Pan vivo,
centro de nuestra vida”
Me preguntabas qué deseaba compartir
esta vez con los lectores del Eco…
Orando, me vino un pensamiento que
espero sea una iluminación de Dios. Desde
hace muchos años, la Virgen María nos invi-
ta a cosas muy claras, sencillas y concretas.
El problema es que nosotros tenemos la ten-
dencia a no tomarnos en serio el hecho que,
si la Virgen se mueve del Cielo para venir a
hablarnos, debe de haber una razón muy
importante. Pienso en particular en su gran
insistencia para que pongamos la Eucaristía,
y por lo tanto a Jesús vivo en su cuerpo y en
su Sangre, en el centro de nuestra vida.
El pasaje del Evangelio en el que se dice
que María “guardaba todas estas cosas en su
corazón”
es muy claro. ¿Qué eran todas estas
cosas?
Eran la contemplación de Jesús vivo
ante sus ojos y también después, cuando ya
no lo veía físicamente, el Hijo continuaba
viviendo en el corazón de la Madre: conti-
nuaba siendo el centro de sus ideas, de sus
pensamientos, de sus sentimientos, de su
vida, de sus reacciones, de sus palabras; era el
centro, era el punto de encuentro con el cielo.
Nosotros, en cambio, estamos des-centra-
dos.
En la sociedad actual es difícil encontrar
tiempo para orar cuando se lleva a cabo un
trabajo normal de ocho horas al día, porque
toda la sociedad está basada en el principio
de que Dios no existe; sencillamente no se le
toma en consideración. Se organiza todo sin
Dios y cuando queremos llegar a él nos
resulta muy difícil, porque hemos llenado el
tiempo con un gran número de otras ocupa-
ciones, más o menos importantes.
La Sma. Virgen ha venido a ofrecernos
una contracultura.
O mejor, a darnos la verdadera cultura -
la del amor - para invitarnos a contrarrestar la
mentalidad actual poniendo a Jesús vivo en
el centro de nuestra existencia. Así encontra-
remos de nuevo la auténtica alegría, la verda-
dera paz y aquella seguridad que buscamos
desesperadamente y que hemos sustituido
con mil otras cosas para crearnos segurida-
des ilusorias. No es una casualidad que se
multipliquen los contratos con las mutuas de
salud para garantizarnos una buena salud
cuando estemos enfermos: ¡queremos asegu-
rar nuestra vida, que luego no sirve para nada
cuando nos hemos muerto!
La Gospa ha venido para darnos la segu-
ridad verdadera, el verdadero seguro.
Si la escuchásemos, nos daríamos cuen-
ta de que el auténtico centro de nuestra vida
es Jesús y no el trabajo, la familia, la salud,
el cuerpo, la sexualidad, las diversiones, los
hobbies, etc… Hasta que no ordenemos toda
nuestra vida a partir de este centro, no empe-
zaremos a vivir el mensaje de María. Ella
continúa apareciéndose para recordarnos
con mucha humildad, con paciencia, dulzu-
ra y perseverancia que Jesús es el centro y
que no existen otros “centros”.
Una mirada sobre el ayuno nos ayuda a
comprender mejor este concepto.
No todos han comprendido todavía que
la Madre de Dios habla del ayuno en rela-
ción con la Eucaristía. Es bien sabido que en
Medjugorje (según los videntes) María no
ha ligado nunca la práctica del ayuno dos
veces por semana a la idea de la penitencia o
del sacrificio, sino que ha pedido que se
ayune el miércoles y el viernes por una
razón muy sencilla: el miércoles es el día
que precede al jueves y el viernes el día que
sigue al jueves.
Es como si Ella hubiese querido rodear
al jueves con una pantalla de protección y de
gracia. De hecho, María desea que cada jue-
ves sea para nosotros una fiesta en la que
celebrar el Pan de Vida, en memoria de la
Última Cena que tuvo lugar en ese día en
Jerusalén - la cena del paso celebrada por los
Hebreos. La razón más importante, pues,
por la que María nos pide ayunar el miérco-
les es para prepararse para el jueves, y tam-
bién para olvidar las distracciones de la
comida, para entrar con libertad de corazón
en la contemplación del pan para compren-
der mejor el Pan de Vida.
¿Por qué el pan en concreto?
Hay un amor común por el pan que no
tiene nada que ver con el día de ayuno… La
Stma Virgen ama de un modo especial el pan
porque es la materia que Jesús ha escogido
para transformar en él su Cuerpo. Pienso
que también María, como cualquier mujer,
hacía el pan, ¡y me imagino que sería tam-
bién un pan bastante especial! En la vida de
Santa Catalina de Siena se cuenta que un día
la joven, deseando hacer el pan, se dio cuen-
ta de que no tenía harina. Entonces rezó a la
Virgen para que la ayudase y Ella lo hizo,
multiplicando la harina para poder hacer el
pan. Quien se lo comió luego exclamó:
“¡¿Pero qué es este pan celestial que has
hecho, es algo extraordinario?! ¡¿ De dónde
has sacado la receta?!”
María nos pide que comamos el pan el
miércoles para inducirnos a contemplar
una comida hecha con harina.
Un elemento que, a su vez, procede del
grano de trigo: Jesús en el Evangelio lo usa
a menudo en referencia a la propia vida.
Para convertirse en pan, el grano de trigo
primero debe caer en tierra y morir: una
imagen que recuerda la Pasión de Jesús, su
muerte y su deposición en la tumba.
Cuando la semilla que ha caído en la tie-
rra muere, se reproduce a sí misma multipli-
cando los granos, símbolo de la resurrección
de la vida que se multiplica y de la
Resurrección de Jesús, con todos los frutos
Noticias de la tierra bendita
voz del Altísimo y de su Madre, valiéndonos
hábilmente de argumentos “pseudo-teológi-
cos” para engañar a nuestra conciencia!
¡Cuidado con calumniar las obras de Dios y
escandalizarse de su Amor misericordioso y
del materno e incansable de María!
Desde esta perspectiva se comprende
bien cómo la presencia en el mundo de la
Reina de la Paz
, y todas las gracias que
manan de ella, son un don extraordinario
ofrecido no sólo a los cristianos, sino tam-
bién a todos los hombres de buena volun-
tad,
de cualquier religión o cultura, para que
todos, en su diversidad, queden finalmente
asociados a aquella “muchedumbre innume-
rable de toda nación y raza, pueblo y len-
gua”
(Ap 7, 9), que “estaban de pie ante el
trono y ante el Cordero”
(ibídem) “para que
el Cordero”
(Ap 7, 17) les guíe “a las fuen-
tes de las aguas de la vida. Y Dios”
enjua-
gue “las lágrimas de sus ojos” (ibídem).
Giuseppe Ferraro
6
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La aparición anual a Mirjana
La vidente Mirjana Dragicevic-Soldo
tuvo apariciones cotidianas desde el 24 de
junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de
1982. Con motivo de su última aparición
cotidiana, al tiempo que le revelaba el déci-
mo secreto, la Virgen le reveló que tendría
apariciones anuales cada 18 de marzo, y así
ha sido durante todos estos años.
Más de mil peregrinos se reunieron para
rezar el Rosario el pasado 18 de marzo en la
comunidad “Cenáculo”. La Virgen dio el
siguiente mensaje:
“Queridos hijos, también hoy, mirándo-
os a vosotros deseo deciros, con el corazón
lleno de amor, que lo que buscáis insistente-
mente, lo que anheláis, hijitos míos, está
aquí delante de vosotros. Basta con que
pongáis a mi Hijo en el primer lugar en un
corazón purificado, y lo comprobaréis.
Escuchadme y dejadme conduciros mater-
nalmente a esto.”
Encuentro internacional
de sacerdotes
Tendrá lugar en Medjugorje del 5 al 10
de julio de 2004. El tema del encuentro es:
“La identidad del sacerdote”.
Las inscripciones pueden enviarse a la
siguiente dirección e-mail: seminar.mari-
ja@medjugorje.hr, personalmente en la ofi-
cina de información, o bien por teléfono al
número 00387 36 651 988 (a/a Marija
Dugandzic), fax 00387 36 651 999.
Invitamos a todos los sacerdotes que
consiguen alojamiento por su cuenta en las
familias de Medjugorje, que nos comuni-
quen, en su inscripción, el nombre, apellido
y número de teléfono de la familia en la que
se hospedarán. Los sacerdotes que no tienen
conocidos o posibilidad de encontrar aloja-
miento por sí mismos, pueden comunicár-
noslo en su inscripción y nosotros se lo
encontraremos.
Los gastos del seminario se cubren con
cinco intenciones para las Santas Misas.
Hay que traer: celebret del superior, alba
y estola, Biblia, una pequeña radio FM y
auriculares ( para la traducción simultánea).
Muchos sacerdotes no tienen acceso a
Internet y quizás no tienen conocimiento de
la existencia de este encuentro internacional
en Medjugorje, por lo tanto invitamos a
todos los organizadores de las peregrinacio-
nes, de los grupos de oración y de los cen-
tros de la paz a informar de esto por todos
los medios de comunicación a su alcance,
para que pueda participar el mayor número
posible de sacerdotes. Os exhortamos tam-
bién, en la medida de vuestras posibilidades,
a ayudar materialmente a los sacerdotes que
desean venir pero no tienen los medios para
pagar el viaje. Os agradacemos por adelan-
tado vuestra ayuda e invocamos sobre vues-
tro trabajo la bendición de Dios y de la
Reina de la Paz.
El programa de verano del
santuario comienza el 1 de mayo
El horario de verano del programa de
oración del santuario de la Reina de la Paz
en Medjugorje comienza el 1 de mayo. El
Rosario en la iglesia parroquial comienza a
las 18, la S. Misa a las 19, seguida de las
bendiciones y la tercera parte del Rosario.
La adoración del Santísimo Sacramento del
Altar tiene lugar el jueves después de la S.
Misa vespertina, el miércoles y el sábado
desde las 22 a las 23. La adoración de la cruz
del Señor tiene lugar el viernes después de la
S. Misa vespertina.
El Rosario en la Colina de las aparicio-
nes tiene lugar el domingo a las 16 y el Via
Crucis en el Krizevac el viernes a la misma
hora. Hay confesiones todas las tardes
durante el programa de oración vespertino.
Seminarios en la “Domus pacis”
En la casa de oración Domus Pacis han
tenido lugar 4 seminarios de ayuno, oración
y silencio para peregrinos ucranianos, aus-
tríacos, italianos y alemanes. La guía de los
seminarios la ha llevado a cabo fray Ljubo
Kurtovic.
15º Festival internacional
de jóvenes
¡Del 1 al 6 de agosto de 2004… son
invitados todos los jóvenes de buena
voluntad…!
Hay que traer auriculares y transistores con
frecuencia FM, Biblia, paraguas. Los grupos
que participan en el Festival no deben pro-
gramar otras actividades durante los días del
encuentro. El programa vespertino comien-
za para todos a las 18 h con el Rosario. La
Santa Misa a las 19 h. A la llegada a
Medjugorje, los jefes de grupo deben inscri-
bir a su grupo en el lugar designado. Durante
todo el tiempo del Festival está asegurada la
traducción simultánea.
(del Press Bulletin)
consiguientes. Finalmente, cuando la espiga
está madura, el segador la recoge y luego la
siega, el grano es aplastado y tiene lugar
algo que pertenece a la vida de Jesús. Sí,
porque Él fue aplastado, quebrantado por
nuestro amor - como dice el bellísimo texto
del profeta Isaías (52) en la carne del siervo
sufriente - para que nosotros pudiésemos
tener la vida… ¡Por eso, el grano de trigo
cuenta la historia de nuestro Salvador!
El miércoles se hace un parón
No se gasta, no se llena la casa de buenos
olores de comida y nos concentramos en el
pan, para entrar de nuevo en el corazón de
María y con Ella en la vida de su hijo Jesús y
en la contemplación del amor que Él ha teni-
do por nosotros haciéndose Pan. Como los
hebreos, que fueron preparados durante lar-
gos años por Dios por medio del pan venido
del cielo - el maná- un pan de sabor especial
que se adecuaba al gusto de cada uno; un pan
dado por Dios ya desde entonces para prepa-
rar el corazón de los hombres para más tarde
a Jesús, el Pan de Vida.
¡El jueves se convertirá entonces en una
auténtica explosión!
Es el auténtico Pan de Vida el que nos es
dado en la celebración del jueves; hagamos
pues fiesta en nuestro corazón e intentemos
de un modo especial ir a la iglesia para
entrar en el misterio de la Eucaristía. El jue-
ves es también el día en el que se nos invita
a rezar por los sacerdotes, por los que tienen
la posibilidad de hacer que baje el Pan del
Cielo sobre la tierra, Pan vivo en sus manos
a través de la Palabra de Jesús.
Luego llega el viernes, otro día de
ayuno…
Que quiere decir que hemos amado tanto
a este Pan de Vida, que la Virgen quiere
dejarnos un día más con el sabor del pan. Se
nos pide quedarnos en el pan para no volver
apresurados a las distracciones de hacer gas-
tos, de cocinar, de organizar; se nos pide
mantener el mayor tiempo posible el gusto
de este alimento sencillo para no caer dema-
siado deprisa en el sistema, es decir, en la
obsesión por la comida.
Los hebreos no tienen esta fe en el Pan de
Vida, en la Eucaristía.
Ellos celebran el Shabbat el viernes por
la tarde y durante todo el sábado, hasta que
cae el sol; se detienen así hasta el momento
en el que recomienza el primer día de la
semana. Celebran el Shabbat con todo el
corazón y, cuando está a punto de acabar,
recitan oraciones como si quisieran impedir
que se acabe, porque saben que el Mesías
vendrá en el día del Shabbat. Lo quieren
retener para darle aún una pequeña oportu-
nidad de que Él llegue antes del primer día
de la semana.
Me da la impresión que la Santísima
Virgen tiene este mismo espíritu. El viernes
– y más aún el jueves con la celebración – se
retiene el gusto del pan, se prolonga al máxi-
mo por amor del Pan de Vida, por el deseo
de permanecer el mayor tiempo posible con
la Eucaristía. Éste es el ayuno que María nos
pide; cuando se entra en esta mentalidad, se
vive el gozo del encuentro con Jesús vivo y
se pierde la idea de penitencia.
La Reina de la Paz nos acompaña…
…y nos quiere hacer entrar más profun-
damente en el misterio de su Hijo que es el
Pan de Vida, un pan muy bueno porque es el
alimento de la vida. ¿Y qué es el pan? Es
algo que entra en nuestro cuerpo y que
alcanza todas nuestras células, también
aquellas de las que no tenemos conciencia.
Ésta es la imagen que Jesús escogió al hacer-
se alimento Él mismo. Él desea alcanzar la
intimidad de nuestra alma de modo tan fuer-
te, que no quiere que ninguna zona de nuestra
alma se quede cerrada a Él. Por esto tuvo la
idea de hacerse comida. Así cada parte de
nuestra alma es alcanzada por el Dios vivo
para iluminarla, para resucitarla, para sanarla,
para tocarla desde dentro, para liberarla del
mal, para impulsarla hacia el Reino y hacia el
Amor y para comunicarse a ella.
Jesús se comunica a sí mismo.
Afortunada el alma que lo acoge con
corazón abierto, sin dudar, sin miedo y, sobre
todo, sin distracciones. Pienso que el Señor
se manifestará de una manera mucho más
evidente a través de su Cuerpo Eucarístico,
porque María siempre ha venido para formar
a Jesús, para dárnoslo y ayudarnos a acoger-
lo. Por esto también viene hoy, después de
todos estos años de apariciones. Nosotros
ahora lo tenemos, no nos olvidemos de acer-
carnos a Él siempre con gran amor.
(de una grabación traducida del francés)
Los lectores escriben…
Edna Hart de Inglaterra – Las distintas
medicinas que me tomo tienen nombres lar-
gos y complicados, pero la medicina más
eficaz que yo conozco tiene un nombre corto
y sencillo: Eco. El Eco me da salud espiri-
tual y alegría. Espero que mi donativo ayude
al Eco a llegar a todos los rincones del
mundo.
Danielle B Gauthier de la Provincia de
Québec (Canadá) – No me apaño mucho
con el ordenador pero llevo en el corazón el
7
background image
Villanova M., 1° de Mayo 2004
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
Que la bendición del Resucitado
llegue a vuestros corazones
y encuentre en ellos su morada.
* El Eco de María es gratuito y vive sólo de
donaciones que se pueden hacerse mediante
giro postal (o giro postal internacional) a favor
de "Eco di Maria", Casella Postale 27, I-31030
Bessica (TV , Italia.
El envio deberà ser en euros o en dòlares
USA. Tambien es posible hacerlo mediante
transferenciabancaria a la siguiente direcciòn:
BANCA AGRICOLA MANTOVANA
(BAM), AGENZIA BELFIORE, Mantova,
Italia, C/C nº 4754018, ABI 05024, CAB 11506,
a favor de ASSOC. ECO DI MARIA
.
Para nuevas suscripciones o para modifica-
ciones
en la dirección escribir a la Secretaría
del Eco:
CP 27 31030 BESSICA (TV)
e-mail: info@ecodimaria.net
Eco su Internet: http://www.ecodimaria.net
E-mail redazione: ecoredazione@infinito.it
placer de transmitiros toda mi gratitud por
los textos tan cargados de inspiraciones que
me llegan con el Eco. Tengo la certeza que
María os inspira para guiarnos a nosotros
lectores a que nos convirtamos en portadores
de luz y de paz. Este pequeño mensaje desea
ser una pequeña cápsula de reconocimiento.
Muramira M. Nobert de Ruanda –
Muchísimas gracias por el Eco que nos man-
dáis. Yo y otros estudiantes lo valoramos
mucho, y los mensajes de la Virgen nos han
cambiado la vida. ¡Bendiciones para todos
vosotros!
María Vazelis de Australia – Os amo a
todos por el Eco que seguís mandándome.
¡Gracias! Siempre encuentro consuelo y paz
en las palabras de la Virgen.
Mary Veale de Irlanda – Gracias por-
que con vuestro Eco nos acercáis a la Madre
de Dios.
Awazie Sap Emmanuel de Nigeria –
Estoy muy agradecido por vuestra publica-
ción. Cada vez que recibo el paquete que
contiene la voz, el consejo, la visión, las
palabras de mi amada Madre no puedo dejar
de decir “¡Venga Tu Reino!”
M. Dingli de Malta – Os agradecemos
vuestra dedicación hacia nuestra Madre
Celeste. Vuestra publicación es una inspira-
ción y conduce a todos los que la leen a una
vida mejor.
MC Malikite de Etiopía – Gracias por
el envío del Eco que nos llega desde hace
varios años. Yo lo distribuyo, y hemos for-
mado un grupo de oración. Os aseguro que
el Eco es muy esperado.
M. Stewart de Inglaterra – Hace poco
encontré en una iglesia de Londres una
copia de vuestra excelente publicación, Eco
de María. Era de diciembre de 2000. Me
gustaría suscribirme…
Hermana Evangelina de América del
Sur – Queridísimos hermanos, me hubiera
gustado escribiros mucho antes y os pido
excusas por no haberos agradecido suficien-
temente los envíos del Eco que me enviáis
de manera tan desinteresada y fiel desde
hace muchos años. Que Dios os lo pague
con una gran bendición. Eco es para noso-
tros la Palabra de Dios a través de los men-
sajes de Nuestra Madre y gracias a vosotros
podemos recibirlos
B. Scarpinella de Roma (Italia) – Os
estoy muy agradecida, porque aprecio
mucho vuestra revista por la riqueza de los
temas que trata.
Hermanas Clarisas de Asís (Italia) –
Gracias por el envío puntual del esperadísi-
mo y apreciadísimo Eco. Que por interce-
sión de la B. V. María, el Señor Crucificado
y Resucitado os bendiga.
Luiz Garelos – Gracias por el periódico
que me enviáis gentilmente y que leo con
atención, me da esperanza, consuelo y ayuda
espiritual. Al abrirlo he tenido una sensación
maravillosa y ahora la lectura de estas pocas
páginas me hace exultar y gozar. Os doy las
gracias por todo lo que escribís, por el amor
que transmitís y por la espiritualidad que
contagiáis. Doy gracias al Señor y a la Virgen
que están cerca de vosotros.
Sor Edesia Rossato de Ecuador – Con
todo el reconocimiento de mi corazón mando
mi más profundo agradecimiento por esta
preciosa obra divina y mariana que como una
red lanzada en el mar tempestuoso del
mundo, está recogiendo grandes cantidades
de peces para ponerlos a buen recaudo.
También aquí en Ecuador está haciendo un
gran progreso con su extensión, penetrando y
conquistando muchos corazones y almas.
Hena Carla de Chile – Os agradecemos
por el envío de la publicación en español. Lo
damos a las familias que lo leen con mucho
interés y oran. Nos sentimos muy unidos a
vosotros.
Brigitte Kratz de Rouhling (Francia) –
No son más que dos folios, ¡pero cuánto
amor contienen! Se respira en ellos a pleno
pulmón la presencia de la buena mamá del
cielo, y nunca nos cansa… Su grito de amor
por nosotros, que vosotros sabéis transmitir
con tanto detalle, vuestros consejos para
ayudarnos a continuar por el buen camino, el
de Nuestro Señor, ¡y que también es el cami-
no de Medjugorje!
Gracias por todo esto. Año tras año, en esta
pequeña y pobre aldea la Virgen nos trans-
forma, dulcemente, sin forzarnos… ¡Al final
uno se encuentra conmocionado, pero lleno
de amor! Cada uno tiene su pequeño cami-
no, pero también – en el buzón de las cartas
– el Eco de María. Y nos sumergimos en la
bella atmósfera que se vive allí. Es un don de
amor y de paz el que nos hacéis.
Sor Kim Song – Hi Teresa de Corea
del Sur - ¡Gracias por el periódico que me
enviáis!
P. Domenico de Rutherford, Méjico –
Os agradezco de corazón por el Eco que
desde hace años mandáis a mi misión aquí
en Méjico. Gracias por vuestra disponibili-
dad y el servicio que ofrecéis a la Reina de
la Paz para que se cumpla pronto el Triunfo
de Su Corazón Inmaculado y la promesa de
paz a la humanidad hecha en Fátima.
Nuestra casa de misión fue construida en
1987 y dedicada a la Reina de la Paz. En la
entrada se encuentra la bella imagen de la
Virgen de Medjugorje con las palabras
“MIR”. La imagen es una inspiración para
todos aquellos que entran en nuestra casa y
que sin excepción me preguntan qué quiere
decir la palabra “mir”. Yo espero siempre esa
pregunta para hablarles de las apariciones de
la Virgen en Medj. El Eco llega a algunas de
las 33 comunidades de la parroquia. Los
ministros de la Palabra comparten con la
gente los mensajes y las hermosas cateque-
sis. La Legión de María espera con ansiedad
la llegada del Eco para cargar su espíritu y
continuar su apostolado. Yo lo leo con un
gran interés y devoción y os aseguro que
vuestro periódico llega hasta aquí y siempre
llega al corazón. Gracias por ser preciosos
instrumentos en las manos de María que
viene a ofrecernos su paz en Jesús.
Hermana Evangelina - Muy estimados
Hermanos, Hubiese querido escribirles
mucho antes y les pido disculpas por no
haberles agradecido suficientemente el
envio de Eco de forma tan desinteresada y
fielmente como la han venido haciendo por
muchos años. Que Dios se lo pague con una
bendicion muy amplia. Eco es para nosotros
La Palabra de Dios a traves de los mensajes
de Nuestra Señora y gracias a Uds podemos
recibirlos.
¡No basta para todas las manos
que se extienden para tenerlo…!
Emanuelita Rossi Candlago de
Brandsen (Buenos Aires – Argentina) –
Gracias por los gruesos paquetes de copias
del Eco que nos enviáis - en mi escuela
“Dante”, entre los alumnos y los ex-alumnos
distribuyo unos sesenta; además de una
decena de italianos en mi ciudad. El resto
está en español, todo distribuido y aún… ¡no
basta para todas las manos que se tienden
para tenerlo!
Con el último paquete que recibí me
sucedió una cosa simpática: como todos los
meses voy a otra ciudad con mi marido a
cobrar en un banco italiano su pensión, me
llevé conmigo una treintena de Ecos en ita-
liano y los esparcí como el que no quiere la
cosa en los sillones de la sala de espera de
los ancianos pensionistas (más mujeres que
hombres). Tendríais que haber visto con qué
velocidad desaparecieron de los sillones y
con qué sorpresa, curiosidad y atención los
leían y se los guardaban en la bolsa o en el
bolsillo, sin saber quién los había dejado.
¡Bendita sea María! ¡Quién sabe donde ha
ido a parar por todo el distrito de La Plata!
Mi marido y yo nos quedamos felices y
sorprendidos, tanto que la próxima vez pen-
samos… hacer lo mismo. ¿Qué os parece? Y
quizás alguno os pida suscribirse.
Esperémoslo. El problema es que no creo
que os pueda llegar nunca ningún apoyo
económico (sí apoyo de oraciones) pues
aquí la clase media ha desaparecido y sólo
hay o gente muy pobre o muy rica ( y éstos
creen que no necesitan ni al Señor Dios ni a
su Gospa). Pero, como ha dicho Él, nada Le
es imposible. Por esto yo sigo creyendo en
los milagros.
Muchos entre los más
pobres esperan con ansia el Eco en español
y en cuanto a mis alumnos, junto a la copia
en italiano les entregamos la española, y así
con la excusa de hacer un ejercicio de tra-
ducción con la correspondiente “retrover-
sión” al italiano y la sucesiva “autocorrec-
ción”, aprenden a escuchar a la “Mamá
bonita” de Medjugorje y a amarla mucho.
Luego dan el ejemplar en castellano a sus
familias. Y si todavía la conservan, la copia
en italiano a sus abuelos.
¡Que la Virgen os sostenga en vuestro traba-
jo tan importante para quien lee el Eco en
todo el mundo!
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