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Eco de Maria Reina de la Paz 171 (Septiembre-Ottobre 2003)

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Eco di Maria
Regina della Pace

Español 171



Mensaje del 25 de julio de 2003

"Queridos hijos, también hoy os invito a la oración. Hijitos, orad hasta que la oración sea un gozo para vosotros. Sólo así cada uno de vosotros descubrirá la paz en el corazón y vuestra alma estará feliz. Sentiréis la necesidad de testimoniar a los demás el amor que sentís en vuestro corazón y en vuestra vida. Yo estoy con vosotros e intercedo ante Dios por todos vosotros. Gracias por haber respondido a mi llamada."

Paz y gozo

Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y permaneciendo unido a él, pues en ello está tu vida así como la prolongación de tus días (Dt 30, 19b-20a). Orar para permanecer unidos a Él, a nuestro Señor; queridos hijos, también hoy os invito a la oración. Orar para recibir la luz que nos permite discernir el camino de la vida del de la muerte, para tener la fuerza que nos permite escoger el camino de la bendición antes que el de la maldición. La elección no es fácil porque no puede hacerse de una vez por todas y porque la así llamada sabiduría del mundo a menudo conduce a la maldición más que a la bendición de Dios. Es lo que ocurre cada vez que la confianza en el hombre oscurece la fe en Dios. Y es lo que ocurre también cuando los intereses humanos dejan de lado el Evangelio, cuando la arrogancia del poder mina el fundamento de la justicia divina, cuando el orgullo de la inteligencia prevalece sobre la humildad del amor, cuando la ciencia pretende poder eliminar el misterio. En resumen, es lo que ocurre siempre que el hombre cree con el poder de rebajar a Dios, de sustituirLe. Es el antiguo engaño de satanás que aún hoy seduce y arrastra por el camino de la maldición. Hijitos, orad hasta que la oración sea un gozo para vosotros. Éste es el antídoto al veneno del maligno: orar, orar, orar. María viene a Medjugorje para arrancarnos de la maldición y conducirnos por el camino de la bendición. Orar con los labios no es suficiente si nuestro corazón permanece duro y lejano. Hay que entrar en la oración, vivirla. Ésta es tan o más necesaria que el aire que respiramos. La oración no es someterse al poder de un dios tirano, sino abrirse a la realeza divina a la que nos llama Dios nuestro Padre y entrar, en comunión con Cristo, en el Reino preparado para nosotros. La oración no limita nuestra dignidad humana sino que es exaltación de la divinidad que está en nosotros; no puede pues reducirse a la práctica externa sino que debe ser comunión de vida con Cristo. El alma abierta a Su presencia, la cabeza reclinada en Su Corazón para oír los latidos, para acoger los temblores, para entrar en Su respiración y dejarse penetrar de este modo por Su Espíritu. Entonces la oración se convierte en gozo, el gozo de Jesús viene a nosotros y nuestro gozo es pleno (Jn 15, 11). No es la alegría pasajera y efímera que está sujeta a las circunstancias de la vida, sino aquella alegría que procede de la comunión entre la criatura y el Creador y que ninguna vicisitud humana puede robarnos. Cristo, al venir al mundo, atravesó todas las realidades humanas, redimió todo lo que visitó; ahora no hay sufrimiento sin esperanza, no hay dolor sin consuelo. No hay pecado del que no se pueda implorar y obtener perdón, no hay muerte sin resurrección.
Sólo así cada uno de vosotros descubrirá la paz en el corazón y vuestra alma estará feliz. Cristo es nuestra paz (Ef 2, 14), Cristo es la plenitud de vida (Col 1, 19); la conciencia de Su presencia en nosotros da a nuestro corazón aquella paz que el mundo no puede darnos (Jn 14, 27) y nuestra alma puede gozarse en su Señor. Nace así la necesidad de testimoniar a los demás el amor que sentimos en nuestro corazón y en nuestra vida, tal como nos dice María. Tomémonos en serio Sus mensajes; mientras Ella interceda por nosotros tenemos la posibilidad de que sus enseñanzas den fruto. Paz y gozo en Jesús y María.
Nuccio Quattrocchi

 

Mensaje del 25 de agosto de 2003

"Queridos hijos, también hoy os invito a dar gracias a Dios en vuestro corazón por todas las gracias que os da también a través de los signos y colores que están en la naturaleza. Dios desea acercaros a él y os exhorta a glorificarlo y alabarlo. Por esto os invito de nuevo, hijitos, orad, orad, orad y no lo olvidéis: ¡Yo estoy con vosotros! Intercedo ante Dios por cada uno de vosotros para que vuestro gozo en Él sea pleno. Gracias por haber respondido a mi llamada."

Gloria y alabanza a Dios

Altísimo, omnipotente, buen Señor, a ti la alabanza, la gloria y el honor / y toda bendición…Alabado seas, mi Señor, por todas las criaturas, especialmente por el hermano sol… por la hermana luna y las estrellas, por el hermano viento… por la hermana agua… por el hermano fuego y por nuestra madre tierra…por los que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación…Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal (Del Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís).
Junto a San Francisco, alabemos y demos gloria y honor a Dios por los signos de Su presencia en el mundo y en toda criatura. Captar los signos significa disponerse a recibir las gracias de Dios. Os invito a dar gracias a Dios en vuestro corazón por todas las gracias que os da también a través de los signos y colores que están en la naturaleza. Las gracias del Señor son sobreabundantes pero no siempre nos damos cuenta de su esencia y así las echamos a perder sin acoger sus beneficios. Dios desea acercaros a sí y os exhorta a darLe gloria y alabanza. La alabanza de Dios es bendición para nosotros y para el mundo entero. Alabar a Dios en toda circunstancia, en todos los momentos de nuestra jornada, en cualquier actividad. Alabar y glorificar a Dios en todas nuestras acciones, en cada pensamiento, en cada relación. Alabarlo en el hermano, en la hermana que están a nuestro lado pero también en aquellos que encontramos ocasionalmente; en quien nos quiere y en quien no, en quien nos cae simpático pero también en quien nos resulta antipático.
Alabar y glorificar a Dios en los signos y en los colores de la naturaleza; en el sol que es fuente de vida, pero también en el hielo mortal, en el mar calmado pero también en la tempestad, en la vida que nace al mundo pero también, e incluso más, en la que florece para el cielo. Alabar y glorificar a Dios en las distintas vicisitudes de nuestra existencia, en el gozo y en el dolor, en las horas alegres y en las horas tristes, en la salud y en la enfermedad, para que nuestro gozo en Él sea pleno. No es evasión ni fantasía; la concreción verdadera reside en reconocer la presencia de Dios en el mundo y actuar en consecuencia. La realidad expresa lo que es, y sólo de Dios puede decirse que Él es.
Alabar y agradecer a Dios mirando los pájaros del cielo, observando cómo crecen los lirios del campo, superando toda ansia y afán por lo que comeremos o beberemos o por cómo nos vestiremos (Mt 6, 24-34). Alabar y glorificar a Dios en el abandono confiado en Su amor. Bendice al Señor, alma mí, todo mi ser Su santo Nombre (Sal 102 (103), 1). Todo en mí debe ser un canto de alabanza y de gloria a Dios; mi alma, mis sentidos, mi cuerpo, todo debe expresar gloria y alabanza a Dios, porque todo procede de Él y está llamado a volver a Él. Dios desea acercarnos a Él; dejemos que Él nos esté cercano. Su cercanía nos transforma, nos renueva, nos redime, nos asimila al Hijo. Dejémonos vivir por Jesús, dejemos que el Padre cumpla en nosotros Su voluntad, tal como pedimos en la oración que Jesús nos ha enseñado. Que María, que intercede ante Dios por cada uno de nosotros, nos obtenga la plenitud de la vida de Jesús en nosotros y será un gozo pleno en Tu presencia, oh Padre, dulzura sin fin a Tu diestra (Sal 15 (16), 11b). Madre mía, confianza mía, María, en Ti yo reposo para reposarme en Dios. Paz y gozo en Jesús y María.

N.Q.

 

Nuestra vida es un rosario

Me encontraba en una pequeña aldea para celebrar la Santa Misa y, hablando del Rosario, pregunté a la gente: Pero para vosotros, ¿qué es el Rosario? Ninguno me respondió. Insistí ayudándolos: con el Rosario, ¿qué contemplamos? Tras un breve silencio una niña de seis o siete años me respondió: con el Rosario contemplamos la vida de Jesús. Quedé estupefacto. Y al igual que Jesús cuando exultó en el espíritu, también yo dije: te alabo oh Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has revelado a los pequeños los misterios del reino de los cielos y los has escondido a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido (Mt 11, 25-26). Llevo a cabo mi ministerio sacerdotal cerca del Santuario de la Virgen del Rosario en Pompeya, fundado por un laico, el beato Bartolo Longo. Éste era un abogado napolitano, marcado por una experiencia negativa al haberse visto implicado en temas de espiritismo. Un día, preso de la angustia, pues tenía una gran aflicción interior porque estaba preocupado por la salvación de su alma, sintió claramente una voz en el corazón: "¡Si quieres salvarte, propaga el Rosario!"
Era la Virgen que le hablaba. Las campanas de una pequeña iglesia marcaban en aquel momento el mediodía. Arrodillado después de la oración del Ángelus respondió decididamente: si María hace la promesa de que quien propaga el Rosario se salva, yo no dejaré esta tierra sin haber propagado el Rosario. ¿Qué suponía todo esto? Implicaba que desde ese momento el beato comenzaba un auténtico proceso de asimilación del Rosario. ¿Qué quiere decir asimilar el Rosario? Quiere decir asimilar a Cristo, pues el Rosario es la vida misma de Cristo. Hace algún tiempo nos costaba comprender esta oración considerada de poca importancia por muchos, pero hoy, también gracias al Santo Padre que nos ha obsequiado con un documento de autoridad &endash; la carta Rosarium Virginis Mariae- comprendemos con claridad su significado. El Rosario es: contemplar el rostro de Cristo con María.
Contemplando este rostro nos abrimos para acoger el misterio de la vida trinitaria para experimentar siempre de un modo nuevo el amor del Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo (RVM 9). Reflejando como en un espejo la gloria del Señor, nos transformamos en esa misma imagen, de gloria en gloria, según la acción del Espíritu del Señor (Cor 3, 18). Guiados por María, poniendo nuestra mano en su mano, Ella con el Rosario lleva a cabo su misión de transformar en Cristo nuestra vida. Así el misterio de la vida de Jesús va calando en nuestra vida, y nuestra vida en Cristo se convierte en un Rosario. Los misterios del Rosario son los misterios de nuestra vida y, mientras recorremos nuestro camino de fe, nos damos cuenta de que las etapas de la vida de Jesús son como las nuestras.

Con los Misterios de gozo vivimos las grandes alegrías de las que el Señor nos hace partícipes. ¿No es la alegría una de las principales características del cristiano? ¿Cómo no vamos a estar alegres cuando el Señor nos hace comprender su plan sobre cada uno de nosotros tal como le ocurrió a María en el momento de la Anunciación? También nosotros, como María, recibimos el anuncio de Dios del deber de concebir a Cristo en nuestras almas. Pero para concebirlo tenemos que estar dispuestos interiormente a acogerlo y así Jesús puede encarnarse en nosotros. Luego comunicarlo ya no cuesta: el Espíritu Santo comunica nuestra intimidad con Jesús. 

Con los Misterios de la luz contemplamos su vida pública, su revelarse a sí mismo y al Padre, en signos, palabras y prodigios.
¿Qué discípulo no está llamado a señalar a Cristo como lo hizo Juan en el momento del Bautismo: He aquí el Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo (cfr Jn 1, 29), y revelar al mismo tiempo el rostro misericordioso del Padre?

Con los Misterios dolorosos contemplamos el amor infinito que Dios ha tenido hacia cada uno de nosotros, hasta tocar el punto más alto: no hay realmente amor más grande que dar la vida por los hermanos. Obediente al Padre hasta la muerte, y una muerte de cruz (cfr Fil 2, 8).
Si dices que tu amor a Dios es grande, ¿cómo te viene a la mente actuar de otro modo? ¿Cómo no valorar tantos sufrimientos, tantas injusticias y opresiones que existen en torno a nosotros? Todo el mal que hay en el mundo nos da la posibilidad de unirnos a la pasión de Cristo.

Con los Misterios gloriosos contemplamos ya aquí en la tierra aquellas cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni entraron nunca en el corazón del hombre (cfr Is 64, 3). Y la esperanza no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. (Rm 5, 5) Con esta esperanza en el corazón se vive de forma diversa. Por esto el santo Cura de Ars decía que incluso los dolores se derriten como la nieve al sol. Nuestro camino no es diverso del de Jesús. Él es el primero que ha pasado por todas estas etapas: ha pasado de la aflicción a la alegría, del fracaso al éxito, de la desesperación a la comodidad, de las tentaciones a la victoria, del nacimiento a la muerte. En todo igual a nosotros excepto en el pecado (cfr Hb 4, 15), aunque vivió todos los efectos del pecado. Y, finalmente, pasó de la muerte a la gloria. Por este motivo, en virtud de la humanidad de Cristo que asumió de la Virgen &endash; y que fue vivida en plenitud y glorificada por el Espíritu Santo &endash; asumiéndola confiadamente, nos hacemos partícipes de su misma vida.
Todo en nuestra vida tiene un valor. En Cristo nada se pierde, incluso nuestra trágica fragilidad, nuestros pecados, tantos han sido que hemos merecido un gran Redentor. Cuando rezamos el Rosario queremos manifestar todo esto. Queremos manifestar el Evangelio vivido en nosotros. Queremos manifestar la vida de Cristo en nosotros. Así lo entendió el Beato Bartolo Longo. Así lo entendieron todos los demás santos, aunque no hablaran de ello explícitamente o lo difundieran, porque se dieron cuenta de que en realidad su misma vida se había convertido en un Rosario.
Sac. Andrea Fontanella

 

Rosas para María

Hay que recordar brevemente la génesis y los componentes del Rosario, pues nosotros no somos los primeros discípulos del Señor ni los primeros devotos de su Madre. UN POCO DE HISTORIA…

LAS SEMILLAS

Las semillas que irán creciendo poco a poco para conformar finalmente el Rosario, fueron sembradas en los siglos XII-XIII, sobre todo por los monjes cistercienses, fruto de una devoción a María especialmente sentida y practicada. El compromiso del monje, su servicio a Dios, se divide entre el culto y el trabajo manual. En el trabajo del campo a los monjes les ayudaban los braceros con un trabajo que une a los religiosos y a los laicos y que se hace oración y alabanza perenne: oración continua, vocal, que acompaña la fatiga del artesano y del campesino, y que por razones obvias tenía que ser sencilla y repetitiva porque servía de columna viva al trabajo de gente prácticamente analfabeta. Y las oraciones más sencillas para los sencillos eran el Pater, el Ave y el Credo, que todos debían saber de memoria para poder recitarla, además de en la iglesia, en el trabajo y de camino.

LA DIFUSIÓN

Es principalmente obra de las Órdenes mendicantes y en particular de los Dominicos, llamados y enviados a predicar al pueblo, puestos al servicio de la Palabra para la conversión del corazón: penitencia y oración son siempre los frutos solicitados. Había pues necesidad de una oración sencilla, repetitiva, recitable por todos en todo momento y en cualquier ambiente, capaz de adaptarse a cualquier cultura, que compromete a la persona y pone en movimiento la lengua, con momentos abiertos para la meditación o, mejor aún, la contemplación.

LA ORACIÓN DE TODOS

El Rosario se convierte en la oración de todos, príncipes y mendigos, doctores y analfabetos, con una difusión acelerada por la amenaza de la peste, del hambre, de la guerra, los tres grandes servidores de la muerte y por lo tanto del miedo. Desde san Pío V a Pablo VI, todos los papas han insistido en el rezo del Rosario, sobre todo en los momentos difíciles, cuando la historia parece enmarañarse de tal modo que parece cerrarse a toda esperanza.

ROSARIO - ROSAL - ROSALEDA

No sé quién fue el primero que transformó las Ave Marías en rosas para componer un rosario "rosal", "rosaleda", una corona de rosas para la Madre del Señor. Fue ciertamente un poeta. El nombre especifica el tipo de encuentro con la Madre del Señor: un deber, una obligación, una práctica aburrida, una piedad obsoleta… No: es el ofrecimiento de una corona de rosas, por ser la rosa sinónimo de cortesía, afecto, amor, respeto, ofrecimiento de servicio, don gratuito, reconocimiento y gratitud hacia la propia Madre y Madre del Señor.

UN CUERPO QUE ORA

El Rosario es de hecho una persona-cuerpo que ora: de rodillas, sentado, en los oficios o en las tareas domésticas, de camino, mientras conduce o va estrujado en el metro… Son palabras dichas, repetidas, vueltas a decir, repetidas en el filo de la memoria que se devana, incluso distraídos, mientras en la ciudad se esquivan los coches, o se trabaja en el campo con la fatiga consecuente o incluso se goza del prodigio de la naturaleza que se renueva, o de vacaciones en los montes mientras se suda al subir una montaña escarpada y el Ave María marca el paso, o en el mar cuando el Ave María concuerda con el tenue chapoteo de la marea…
Ciertamente, nuestro Rosario está lleno de distracciones-atenciones, con momentos imprevistos y profundos; llegando a veces hasta el estupor y el gozo sencillamente con el ritmo del Ave María. Y en la civilización de los calmantes renace la "esichia", la tranquilidad-serenidad: el alma constreñida con violencia por las tenazas del cuerpo, poco a poco se distiende y se pone cómoda. Es la paz.

UN ALMA QUE ORA

Y la persona-alma goza. Goza de distracciones-reflexiones, espléndidas, donde maduran pensamientos y proyectos, y se resuelven los problemas, y se abren en todo su esplendor verdades buscadas por largo tiempo. Es verdaderamente y en plenitud el vacare Deo, el otium que se abre a Dios, el tiempo libre que se dispone a llenarse de Él; cuando el alma se vacía para recibir y gozar su presencia. Y la repetición de los Rosarios, durante días, meses y años, con su repetitividad martilleante, hace que nos sumerjamos poco a poco, como espectadores-actores, en los misterios de la redención.

ES FIEL QUE ORA

Y es contemplación. No meditación: la meditación requiere silencio y concentración para penetrar verdades y valores. Los misterios del Rosario no hablan de verdad o de virtud, sino que son memoria de los hechos de la historia de la salvación que tienen su plenitud en el Padre que manda al Hijo nacido de mujer para rescatar a sus hermanos y conducirlos a la adopción de hijos; y manda el Espíritu del Hijo que en nosotros llama al Padre Abbà (Gal 4, 4s.)
"En el primer misterio se contempla…" Es contemplación de hechos, escenas, episodios que vuelven a la memoria; hechos antiguos de los que somos espectadores-actores por estar misteriosamente presentes en nosotros desde el Bautismo en la Muerte y Resurrección del Señor Jesús (Rm 6,3): éste es el memorial que nos pone junto y en comunión con los personajes que han llevado a cabo nuestra salvación y que dan fundamento a nuestra esperanza…

LA ORACIÓN POR EXCELENCIA

Una oración que ha constituido y formado generaciones de fieles: la oración por los vivos y por los difuntos. La oración de la gente pobre, que deposita en ella con confianza todas las tribulaciones del presente y las esperanzas del futuro, y la oración de la gente rica y culta, de los laicos, de los obispos y de los presbíteros, la oración recomendada por los papas desde hace al menos medio milenio, y recitada en todo el mundo católico. Todos unidos en la dimensión de los "pobrecillos de Dios", los que no son arrogantes ante Dios y la Madre del Señor.
(extraído libremente de "el Rosario", de Serafino Zardoni)

 

El papa a los jóvenes: "¡He aquí a tu madre!"

Una vez más el papa recurre a María… No deja de proponérnosla, protagonista de un testamento que desea dejar a sus hijos y del que repite insistentemente su importancia: vivir la entrega a la Madre.
Esta vez lo hace a través del Mensaje que Juan Pablo II ha preparado en vista de la XVIII Jornada Mundial de la Juventud y en el que, como en todo lo que el papa nos propone, está impreso el rostro de la Virgen.
Deseamos por ello transcribir una versión casi integral del mensaje, para llegar a los corazones de quien, en el mundo, no tiene la posibilidad de leer las palabras que el Espíritu sugiere al Santo Padre y para recalcar la importancia de la acción de María en el mundo de los jóvenes de hoy.

¡Queridísimos jóvenes!

Para la XVIII Jornada Mundial de la Juventud que celebraréis en las distintas diócesis del mundo, he escogido un tema en relación con el Año del Rosario: "¡He ahí a tu madre! (Jn 19, 27). Antes de morir, Jesús entrega al apóstol Juan lo más precioso que posee: su Madre, María. Son las últimas palabras del Redentor, y por esta razón adquieren un carácter solemne y constituyen su testamento espiritual. Las palabras del ángel Gabriel en Nazaret: "Te saludo, oh llena de gracia" (Lc 1, 28) iluminan también la escena del Calvario. La Anunciación se sitúa en los comienzos, la Cruz marca el cumplimiento. En la Anunciación, María da en su seno la naturaleza humana al Hijo de Dios; a los pies de la Cruz, en Juan, acoge en su corazón a la humanidad entera. Madre de Dios desde el primer instante de la Encarnación, Ella se convierte en Madre de los hombres en los últimos momentos de la vida del Hijo Jesús. Ella, que no tiene pecado, en el Calvario "conoce" en su propio ser el sufrimiento del pecado, que el Hijo toma sobre sí para salvar a los hombres. A los pies de la Cruz sobre la que está muriendo Aquel que ha concebido con el "sí" de la Anunciación, María recibe de Él casi una "segunda anunciación". "¡Mujer, he ahí a tu hijo!" (Jn 19, 26).
En la Cruz, el Hijo puede derramar su sufrimiento en el corazón de la Madre. Cada hijo que sufre siente esa necesidad. También vosotros, queridos hijos, os encontráis ante el sufrimiento: la soledad, los fracasos y las desilusiones en vuestra vida personal; las dificultades para integrarse en el mundo de los adultos y en la vida profesional; las separaciones y los lutos en vuestras familias; la violencia de las guerras y la muerte de los inocentes. Sabed sin embargo que en los momentos difíciles, que no faltan en la vida de nadie, no estáis solos: igual que a Juan a los pies de la Cruz, Jesús os da también a vosotros a su Madre, para que os consuele con su ternura. El Evangelio luego dice que "desde ese momento el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19, 27). Esta expresión, tan comentada desde los orígenes de la Iglesia, no designa sólo el lugar donde vivía Juan. Más que el aspecto material, evoca la dimensión espiritual de tal acogida, del nuevo vínculo que se instaura entre María y Juan.
Vosotros, queridos jóvenes, tenéis más o menos la misma edad de Juan y el mismo deseo de estar con Jesús. Hoy es a vosotros a quien Cristo pide expresamente que acojáis a María "en vuestra casa", que la acojáis "entre vuestros bienes" para aprender de Ella, que "guardaba todas estas cosas en su corazón" (Lc 2, 19), la disposición interior a la escucha y la actitud de humildad y de generosidad que la distinguieron como primera colaboradora de Dios en la obra de la salvación. Es Ella quien, llevando a cabo su misión materna, os educa y os modela hasta que Cristo se forme plenamente en vosotros (cfr Rosarium Virginis Mariae, 15). Por esto repito también hoy el lema de mi servicio episcopal y pontifical: "Totus tuus". He experimentado constantemente en mi vida la presencia amorosa y eficaz de la Madre del Señor; María me acompaña cada día en el cumplimiento de la misión de Sucesor de Pedro.
María es Madre de la divina gracia, porque es Madre del Autor de la gracia. ¡Entregaos a Ella con confianza plena! Resplandeceréis con la belleza de Cristo. Abiertos al soplo del Espíritu, os convertiréis en apóstoles intrépidos, capaces de difundir en torno a vosotros el fuego de la caridad y la luz de la verdad. En la escuela de María, descubriréis el compromiso concreto que se espera de vosotros, aprenderéis a ponerlo a Él en el primer lugar en vuestra vida, a orientar a Él los pensamientos y las acciones.
Queridos jóvenes, lo sabéis: el cristianismo no es una opinión y no consiste en palabras vanas. ¡El cristianismo es Cristo! ¡Es una Persona, es el Viviente! Encontrar a Jesús, amarlo y hacerlo amar: ésta es la vocación cristiana. María os es dada para ayudaros a entrar en una relación más auténtica, más personal con Jesús. Con su ejemplo, María os enseña a poner una mirada de amor sobre Él, que nos amó primero. Con su intercesión, Ella plasma en vosotros un corazón de discípulos capaces de ponerse a la escucha del Hijo, que revela el rostro auténtico del Padre y la verdadera dignidad del hombre. Con María, esclava del Señor, descubriréis la alegría y la fecundidad de la vida escondida. Con Ella, discípula del Maestro, seguiréis a Jesús por las calles de Palestina, convirtiéndoos en testigos de su predicación y de sus milagros. Con Ella, Madre dolorosa, acompañaréis a Jesús en la pasión y en la muerte. Con Ella, Virgen de la esperanza, acogeréis el anuncio gozoso de la Pascua y el don inestimable del Espíritu Santo.
Juan Pablo II

 

 

NOTICIAS DE LA TIERRA BENDITA

El Festival de los jóvenes en Medj: Una corona para la Gospa

Llegan a pocos por vez, tímidos, llenos de esperanzas, cansados y deseosos de reposo auténtico. En definitiva, de lo que ofrece el corazón de una Madre que acoge, que abraza, que escucha y que se ocupa personalmente de sus "hijitos". Para muchos es una cita ya acostumbrada, para otros es la primera vez, en este calurosísimo verano en Medjugorje, la participación en el festival de los jóvenes ha llegado ya a su XIV edición.
La variedad de las facciones y de los colores del cabello dejan intuir las distintas procedencias: están representados 40 países de los cinco continentes, entre los cuales por primera vez se encuentran jóvenes chinos de Hong Kong y palestinos de Israel. El número es elevadísimo, unas 20.000 personas (a las que se añaden para el programa vespertino otras 10.000).
Todo se traduce simultáneamente en 17 lenguas y se puede escuchar por las radios que se convierten casi en un ornamento &endash; además de un accesorio indispensable &endash; junto a gorras, abanicos y botellas de agua para combatir el calor.
Pero las distintas lenguas muy pronto se mezclan en una única lengua comprensible para todos: la del amor. De hecho, lo que ha atraído a los jóvenes aquí a Medj. es el profundo deseo de amor, un amor gratuito, limpio, incondicionado y desinteresado, totalmente distinto del que generalmente les ofrece el mundo. Un amor exclusivo, que nace del corazón inmaculado y enamorado de María.
Los jóvenes tienen ganas de estar juntos, de hacer fiesta, de escuchar y de aprender, para saber cómo hacer para ser mejores y ser más felices, realizados, parecidos a aquel Dios que se ha hecho hombre entre los hombres y que les recuerda que no están hechos sólo de carne, sino también y sobre todo, de espíritu.
Por este Dios al que ven como padre, hermano y amigo, los jóvenes están dispuestos a soportar cualquier fatiga: viajes en condiciones precarias, organizándose como pueden, y un sol fortísimo que calienta implacablemente el aire y sus cuerpos. Nada puede amenazar la alegría y el entusiasmo que mueve su juventud. Nada puede impedir que su corazón se abra y acoja todos los dones que María ha preparado para sus hijos.
Se sienten como en casa, se sienten libres, sobre todo de ser ellos mismos. Libres también para manifestar públicamente su fe, para mostrarse enamorados de Dios sin esos falsos pudores con los que el mundo descristianizado les oprime. Lo hacen de muchas maneras, pero es la corona del Rosario, entre las manos o colgada del cuello, la que dice de modo silencioso pero elocuente que ellos pertenecen a la Gospa y que han comprendido su invitación: "Queridos hijos, que la corona del Rosario esté siempre en vuestras manos, como signo para Satanás de que me pertenecéis" (mens. 25.2.1988).
En sintonía con esta invitación, las expresiones del Santo Padre contenidas en el mensaje para la jornada mundial de la juventud, que se celebrará en el 2005: "Os entrego hoy idealmente, queridos jóvenes, la corona del Rosario. A través de la oración y la meditación de los misterios, María os guía con seguridad hacia su Hijo. No os avergoncéis de rezar el Rosario solos, cuando vais al colegio, a la universidad o al trabajo, por la calle o en los medios de transporte público; acostumbraos a recitarlo juntos, en vuestros grupos, movimientos y asociaciones; no vaciléis en proponer su rezo en casa, a vuestros padres y a vuestros hermanos, pues ello reaviva y consolida los vínculos entre los miembros de la familia".

También el tema del festival &endash; "A través del Rosario abridme vuestro corazón"- está en línea con todo lo que la Iglesia está viviendo en el año dedicado a esta maravillosa oración mariana. Un tema presente en las palabras de quien está llamado a testimoniar públicamente el propio camino de fe y que ha encontrado en el Rosario apoyo, fuerza y alimento.
Pero más que hablar del Rosario, se reza, se medita, se escucha… Y así uno se da cuenta de que cada uno, en su singularidad, representa un "grano vivo" de una gran corona que se entrega en las manos de María para que la abrace y la eleve a Dios como su oración más bella: la vida de miles de jóvenes que piden ser santos.
Alternan momentos de meditación profunda y de oración con alegres danzas animadas por músicos y cantantes. Momentos en los que se escuchan las palabras de los seis videntes y de los conferenciantes, y momentos de silencio total ante el pan eucarístico, que cuando se expone atrae a sí todas las miradas, todos los pensamientos y todos los corazones.
Es precisamente en estos momentos vespertinos de adoración cuando uno puede darse cuenta de la grandeza del gran misterio: Dios vivo se hace presente a los suyos, ellos lo reconocen y escogen permanecer con Él. Sin alternativas, sin vacilaciones.
Y resulta siempre un milagro ver miles de jóvenes de este tiempo recogidos tan seriamente en adoración, atentos a escrutar en lo Invisible el sentido de la propia vida. Quien sabe a cuantos de ellos, en lo íntimo de su corazón, Dios está ofreciendo trabajo en su viña… El Festival se encamina también este año a la conclusión. Muchos se citan para el año próximo mientras suben, en la noche del 6 de agosto, por la pendiente del Krizevac, para coger un sitio desde donde asistir a la Misa conclusiva, que se celebrará al amanecer. Se respira la Gracia junto al aire fresco de la aurora. Se gusta la paz, se goza la amistad. Y no se puede más que estar agradecidos, porque una vez más María no permite que nos vayamos con las manos vacías.
Stefania Consoli

 

En Medj. se encendió en mi una chispa…

Mi vocación, como la de cualquier hombre y cualquier mujer, tiene unos orígenes muy remotos. Desde la eternidad Dios ya había preparado un plan para mí que tenía que realizarse en el tiempo: se trataba de descubrirlo. "Cuando Dios ponía sobre mí su mirada y me predestinaba, el gozo que tenía por mí era perfecto; en aquella alegría no había ningún temor de que su plan pudiese no cumplirse." (San Agustín)
Mientras mi madre me esperaba, participó en unos ejercicios espirituales con papá. Si es verdad que los niños "absorben" la atmosfera que se respira fuera antes del nacimiento, ¡puedo decir entonces que aquellos fueron mis primeros ejercicios! Recibí los sacramentos de la iniciación cristiana en mi parroquia, y entre tanto el Señor trabajaba…
A los 15 años, en un curso de verano fuera de casa, me llevé conmigo un Evangelio de bolsillo y comencé a familiarizarme con la Palabra de Dios. El domingo se nos desmiga la Palabra, pero allí el "pan" estaba entero y tenía un nuevo sabor. Recuerdo que me atrajo especialmente la frase "hay eunucos que se han hecho tales por el reino de los cielos, quien pueda entender, que entienda" (Mt 19, 12). El año siguiente (era 1984), también durante las vacaciones, participé en una peregrinación a Medjugorje y en mi corazón se encendió una chispa. Era la primera vez que veía a tanta gente de rodillas durante horas. Volví a casa con un gran deseo de oración en el corazón. Volví otras veces a aquel lugar de fe y encontraba siempre un nuevo impulso para hacer algo más… por Dios: ¡Él había muerto en la Cruz por mí!
Pensaba: "Quizás me hago monja", pero era un pensamiento todavía vago, hasta que un día una persona me hizo esta pregunta: "¿No has pensado nunca en consagrarte?" ¡Le respondí que sí! En aquel instante saltó el resorte que, paso a paso, me iba a llevar al convento. Ya había hecho un tramo del camino, pero ahora… ¿adónde ir? No conocía ninguna congregación de religiosas. Un sacerdote me aconsejó que hiciera alguna experiencia: en la vida activa y en la contemplativa. Escogí la segunda porque me atraía más ese estilo de vida: ¡era lo que buscaba! Siempre había tenido el deseo de hacer algo por los demás y comprendí que, con una vida dedicada a la oración, podía unirme a todos los dramas del mundo. "Parte &endash; escribe M. Delbrêl &endash; al descubrimiento de Dios sin guía, sabiendo que él está a lo largo del camino y no al final. No intentar encontrarlo con recetas originales, sino dejarse encontrar por él, en la pobreza de una vida banal".
A los 20 años traspasé el umbral del monasterio de las agustinas de Locarno (Suiza italiana) para descubrir a Dios en el silencio y en la oración, junto a las hermanas de mi comunidad. Ésta es mi historia, pero sé que el "puzzle" aún no se ha completado, hay aún mucho camino por recorrer. Cada uno tiene su don de Dios, es decir, su vocación específica, pero lo más importante es "la respuesta que nosotros damos, la dedicación total con la que abrazamos esta vocación, con la que le somos fieles. La santidad no es la vocación, sino la constancia con la que la hemos vivido." (M.D.).
En nuestra "aldea global", en la que comprometerse para siempre suscita una cierta aprensión, los cristianos tienen que hacer visible en su existencia la fidelidad de Dios a su proyecto de amor. Hoy, tras 15 años del feliz día de mi entrada entre las monjas agustinas de Locarno (sitio web, http://go.to/santacaterina), doy gracias al Señor y a la Virgen por el gran don de la vocación y pido a María que otros jóvenes puedan tener la valentía de entregar toda su vida por el servicio del Reino y la gloria de Dios
Sor Sandra Künzli

 

 

"VOLVED AL FERVOR PRIMITIVO"

Cómo nos habla María del Rosario

En todas las grandes apariciones del final de este milenio la Virgen no ha cesado de invitar a sus hijos a "abrirse a la gracia que Cristo nos ha obtenido con sus misterios de vida, muerte y resurrección" (cfr. Rosarium Virginis Mariae, n.13), mediante la oración del Rosario. También el Papa invita con fuerza a la Iglesia universal a renovar la oración del Rosario, entendida como íntima contemplación del misterio de Cristo a través de la mirada y el Corazón Inmaculado de la Madre. En el mismo documento el Pontífice actual atribuye explícitamente a la oración del Rosario una especial potencia de gracia, capaz de reconducir el corazón y la mente del pueblo de Dios al núcleo esencial salvífico de la fe, única fuente de la vida divina en el mundo; a aquel misterio pascual de Cristo muerto y resucitado, que representa desde siempre y hasta el final de los tiempos la única fuerza capaz de rasgar las densas espirales de tinieblas que, ahora como nunca antes, parecen atrapar en una red mortal la ciudad de los hombres.
El Papa hace también referencia explícita a las numerosas y apremiantes llamadas que en este tiempo la Madre de Dios dirige a sus hijos: "Numerosos signos demuestran cuánto desea la Virgen Santa ejercitar a través de esta oración la premura materna a la que el Redentor confió, en la persona del discípulo predilecto, todos los hijos de la Iglesia: "¡Mujer, he ahí a tu hijo!" (Jn 19, 26).
En efecto, la Virgen, hoy de modo especial en Medj., como ya ocurrió en el pasado en Lourdes y Fátima, no se cansa de llamar de nuevo al mundo para que contemple los misterios de la vida de Jesús, en íntima y profunda comunión con la llama de amor de su Corazón Inmaculado, para acoger en plenitud las gracias extraordinarias que el Padre ha dispuesto en este tiempo especial: "Queridos hijos, hoy os invito a comenzar a rezar el rosario con fe viva, así yo podré ayudaros… Queridos hijos, os invito a rezar el rosario; que el rosario sea para vosotros un compromiso que cumplís con alegría, así comprenderéis porqué estoy desde hace tanto tiempo con vosotros. Deseo enseñaros a orar…"(Mens. 12.06.86). "… que la gente rece cada día al menos el Rosario, los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos" (Mens. extraordin. al vidente Ivan el 14.08.84)
Las llamadas apremiantes de María a la oración del Rosario en este tiempo no pueden reducirse a niveles meramente devocionales, sino que se inscriben completamente en el eterno plan divino de marcar con su sello el triunfo del Corazón Inmaculado de la Madre en los tiempos del cumplimiento de la obra de la salvación del Hijo y de la recapitulación en Él de todas las cosas. "Deseo también que todos vosotros estéis activos en este tiempo que, a través de mí, está unido al cielo de modo especial…" (Mens. 25.05.96); "Este tiempo es mi tiempo y por esto, hijitos, os invito de nuevo a orar" (Mens. 25..01.97).
El Rosario es, de hecho, el arma espiritual que hoy se ofrece a los hijos de la Iglesia para implicarse victoriosamente en el decisivo combate espiritual, anunciado proféticamente en la Sagrada Escritura, en acto contra las fuerzas de las tinieblas, que parecen juntarse para disgregar los fundamentos de la vida humana y de la comunión entre los hombres: "Queridos hijos, hoy como nunca antes os invito a la oración. Que vuestra oración sea oración por la paz. Satanás es fuerte y desea destruir no sólo la vida humana, sino también la naturaleza y el planeta en el que vivís. Por esto, queridos hijos, orad para quedar protegidos a través de la oración con la bendición de la paz de Dios. Dios me ha mandado entre vosotros para ayudaros. Si queréis coged el Rosario; ya solamente el Rosario puede hacer milagros en el mundo y en vuestra vida…" (Mens. 25.01.91); "Queridos hijos, os invito a renovar la oración del rosario en vuestras familias. Rezadlo más a menudo y ofrecedlo por la paz" (Mens. 14.08.92).
Giuseppe Ferraro

 

Festejamos la Cruz

¿Cómo festejamos la Cruz? El Evangelio nos dice que la abracemos, el sentido común nos invita a aceptarla… pero festejarla… ¡seguramente nos parece demasiado!
Se podría formular así el pensamiento de quien, aun frecuentando la Iglesia, no ha comprendido todavía el significado profundo de aquel madero sobre el que Dios aceptó morir y que nos es confiado simbólicamente en las pruebas de nuestra vida y todo lo que nos resulta difícil.
Pensar así es humano, y natural. Pero Jesús vino a subvertir los pensamientos de los corazones y a convertir en sobrenatural todo lo que es natural y por ello limitado, finito e imperfecto. A la luz de esto, también el pensamiento sobre la Cruz, en Cristo, cambia de perspectiva y el hombre, en lugar de rechazarla como le sugiere su naturaleza, es invitado a acogerla e incluso a festejarla, a celebrar lo que es "escándalo para los judíos, estupidez para los paganos" (cfr. 1Cor 1, 23).
La Virgen nos ha hablado de ello muchas veces, sobre todo ante la proximidad de la FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ que en Medjugorje se celebra especialmente desde que en 1933 se erigió la gran cruz de piedra blanca en la cima del Krizevac en recuerdo de los 2000 años de la muerte de Jesús: "Queridos hijos, en estos días, mientras festejáis la Cruz, deseo que también para vosotros la cruz se convierta en gozo. En particular, queridos hijos, orad para poder aceptar la enfermedad y los sufrimientos con amor, tal como los aceptó Jesús. Sólo así podré, con gozo, daros las gracias y sanaciones que Jesús me permite" (mens. 11.9.86).
A este respecto es bello recordar el pensamiento del p. Slavko que precisamente en el monte Krizevac el 24 de noviembre de 2000 cumplió el tiempo de su vida terrena y entró en la eterna. "El sufrimiento es un misterio -escribe el p. Slavko en su libro En la escuela del amor &endash; incluso cuando meditamos ante la cruz del Señor. Aunque celebremos la cruz con alegría y le entonemos cánticos de gloria, ésta sigue siendo un misterio, un interrogante perpetuo. En todo su misterio, la cruz es un símbolo de victoria para los cristianos, una vergüenza y un escándalo para los demás. La enfermedad y el sufrimiento son una cruz que cierra fácilmente el corazón del hombre ante Dios y en ese momento se aleja de Él y se pregunta: ¿por qué, oh Dios? Pero es experiencia común que los sufrimientos individuales y los familiares generan frutos de fe, de amor y de esperanza. Ni siquiera el mismo Jesús estaba exento de estos interrogantes, y no recibió una respuesta en el Huerto de Getsemaní, pero el ángel lo animó cuando aceptó la voluntad del Padre. Además de la pregunta: Dios, ¿dónde estás? hay otra pregunta que podemos hacernos a nosotros mismos y a los demás: ¿dónde estamos nosotros? Muchos sufrimientos derivan del hecho de que no nos convertimos, no amamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. De aquí derivan las guerras, las destrucciones bélicas y muchos otros sufrimientos.
Existen los sufrimientos y las tribulaciones de los inocentes, las que se pasan por los demás y en nombre de los demás, las que derivan del hecho de que no amamos, pero también las que derivan del hecho de amar. María tiene la valentía de invitarnos a aceptar la cruz con amor. Como ejemplo toma a su Hijo. María no nos ha dicho: "soportad", porque sabe que somos débiles. Ella en cambio, lo que nos dice es: "Orad para que podáis aceptar las enfermedades y los sufrimientos con amor". Nosotros a menudo oramos al Señor para que nos quite los sufrimientos y la cruz, y es comprensible, pero debemos aceptar también el hecho de que es indispensable orar para poder acoger las tribulaciones y las cruces con amor. A la luz de la cruz de Cristo, el sufrimiento adquiere un lugar importante. Ya no como maldición o escándalo, sino como camino hacia la vida".
Estas palabras nos iluminan el camino para andar ligeros y confiados incluso cuando hay espinas y obstáculos. Cada viernes, el p. Slavko llevaba a los feligreses a lo largo de aquel via Crucis que en el otoño de hace 3 años acogió su cuerpo ahora sin vida. La gente lo escuchaba, se fiaba, porque se daba cuenta que decía lo que vivía. Todos llevamos en el corazón su recuerdo, porque el p. Slavko nos enseñó mucho y continúa haciéndolo a través de los escritos que nos dejó, y que nos recuerdan que la cruz no es más que una puerta a través de la cual se accede a una nueva dimensión, redimida, transfigurada del sacrificio de Jesús y de los nuestros, unidos al suyo.
Stefania Consoli

 

Uganda: ¡orden de matar a los misioneros!

El líder rebelde, un loco visionario pagado por el gobierno de Sudán, que desde hace al menos dos decenios combate contra el pueblo del Norte de Uganda, raptando a sus niños para hacerlos combatir contra su mismo pueblo, ha dado recientemente la orden a los suyos de "destruir las misiones católicas, matar a los sacerdotes y a los misioneros a sangre fría, y golpear hasta la muerte a las hermanas". Según fuentes bien informadas, el 90% de los rebeldes parece haber sido raptado; y durante los últimos veinte años doce combonianos (entre los cuales hay una hermana) han sido asesinados en varias circunstancias en Uganda. Los misioneros, preocupados, invocan la solidaridad de la nación entera, y también de la comunidad internacional.
(agencia Misna)

 

 

3ª entrega

EL GRUPO DE ORACIÓN:

LUGAR DE NACIMIENTO DE LA VIDA TRINITARIA

He aquí los elementos fundamentales del camino del grupo, indicados por la Virgen:

1. Entrar en la oración

A través de Jelena, la Virgen explicó al grupo de oración que "muchos oran, pero poquísimos entran en la oración". Para entrar en la oración hacen falta dos pasos:

1) entregar los propios pecados y los de los demás que nos afectan. Esto quiere decir renunciar a los pecados, arrancarlos del alma y entregarlos a Jesús para que los elimine. Debe implicarse la persona por entero y ser activa al expresar a Dios en el silencio lo que afecta a la propia intimidad, y en público lo que afecta a la comunión fraterna o el pecado del mundo;

2) entregar a Dios todos los problemas para florecer tanto interiormente como en la relación con los demás con una actitud de serenidad, de confianza y de amor (Mt 6, 14-34). Aquí el animador del grupo tiene mucho que hacer: poco a poco debe liberar a los miembros del grupo de cerrazones, miedos, pasividad, falsas espontaneidades, fanatismo, prepotencia, evasión afectiva que hace sangrientas las heridas y lleva al patetismo. Es importante que el animador estimule a cada uno de los miembros, no permita que los individuos cubran la pasividad de otros, y que él mismo no sustituya nunca a los demás. El sacerdote realiza el mismo recorrido y de este modo comprende los movimientos de un alma, en la confesión o en la charla personal. Lo lleva todo a la oración y de modo especial a la santa Misa. La entrada en la oración no acaba aquí, sino que cada etapa del camino se desarrolla y se perfecciona, se abre a la infinidad de la acción de Dios y a la originalidad de cada individuo y del grupo.

2. Estar abiertos y activos en el Espíritu Santo

Éste es un paso importante, delicado y muy sencillo. No se trata del nivel de los carismas o de las cosas "extraordinarias", no es ni siquiera la comprensión de teorías o la expresión de emociones religiosas. Se trata sencillamente de abrir el corazón y escuchar en el alma los impulsos del Espíritu Santo, acogerlos y vivirlos. Hace falta honestidad, sinceridad, humildad, sencillez, elevarse por encima de cualquier interés para la gloria de Dios. Hay que ser fieles a la vida de Dios en el alma. María, Esposa por excelencia del Espíritu Santo, nos introduce en esta relación si estamos disponibles y si nos entregamos a Ella. Tras su sí y nuestro sí pronunciado junto a Ella, baja el Espíritu Santo (Lc 1, 34-35). La Virgen, como Madre del Cuerpo Místico de Cristo, nos ayuda a vivir efectivamente las gracias bautismales. San Pablo, de distintas maneras y en varios puntos de sus cartas, nos explica la relación con el Espíritu Santo, y particularmente en la carta a los Romanos. He aquí algunos fragmentos: "Vosotros, en cambio, no estáis bajo el dominio de la carne sino del Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece" (Rm 8, 9). Y también: "El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios"(Rm 8, 16), da testimonio de nuestra identidad en Dios y toda la dinámica de la gracia. "Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios". (Rm 8, 26-27). Al final del capítulo 8 de la carta a los Romanos, San Pablo nos introduce en el triunfo de la vida del Espíritu Santo por medio del amor de Cristo.
Que el animador no se preocupe por la falta eventual de "instrumentos privilegiados" en el grupo, sino que se comprometa a conducir a las personas a la libertad y a la actividad en el Espíritu Santo.
En agosto de 1984, fui transferido a Vitina. Antes de irme de Medjugorje recé así: "María, ayúdame a comprender cómo puedo ayudarte en el futuro, cuando esté lejos de Medjugorje". La vidente Jelena oyó la voz de la Virgen que decía: "¡Ama! Yo he salido del amor de Dios, actúo en el amor de Dios. Ahora estoy aquí, en cada familia, en todo el mundo. Ama y haz como yo". Este discurso es difícil de aceptar por el hombre acostumbrado a medir con su propia medida y demasiado amenazado por satanás. Y sin embargo éste es el sostén de nuestra actividad.
En el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo se unen todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y se comunican entre ellos. Aquí están presentes María Santísima, los ángeles, los santos. El grupo está abierto a otros grupos, a las gracias que se reciben a través de ellos. El Espíritu Santo se expresará en los frutos: "El fruto del Espíritu en cambio es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley" (Gál 5, 22-23). De aquí nacerán los dones de Dios y sus instrumentos.
¡Qué importante es abrirse al Espíritu, acoger las gracias y permanecer con Él, fieles a la relación esponsal a todos los niveles! Aquí se expresa la auténtica madurez cristiana del animador. El sacerdote encuentra su lugar como "médico de las almas", que ora con sencillez y ayuda a comprender y a acoger los impulsos del Espíritu Santo.

3. El compartir

El compartir entre los miembros del grupo comprende toda la dinámica de la vida de Dios en las almas y entre las almas. Esta dinámica se explica a través de los elementos ya mencionados y que actúan en este ámbito: entrar en la oración, abiertos al Espíritu Santo y activos en Él. ¿Qué es lo que se comparte? La Palabra de Dios y todas las inspiraciones que proceden de Él. Todo encuentra su culminación, se verifica y se perfecciona en el Verbo de Dios, en su enseñanza y en su Persona. Es la persona de Jesucristo la que da valor a su enseñanza, de otro modo, la palabra se quedaría en una teoría, una ideología, estaría vacía sin la Persona de Jesús que en el Espíritu Santo nos guía al Padre. Compartiendo unos con otros las experiencias interiores, se camina con Jesús, se afronta todo lo que aún no está redimido en las personas, se camina en la dirección de la muerte-resurrección, abiertos al Pentecostés, es decir, a las gracias especiales del Espíritu Santo que perfecciona incesantemente la vida en las almas.
Incluso estando aún en camino hacia la redención completa, podemos tener la fe, la esperanza y la caridad que actúan libremente en nosotros. La oración del Espíritu Santo se hace viva y se expresa a través de las personas y ellas florecen (Rm 8, 26-27).
El animador sabrá escoger son sencillez modos y medios de comunicación entre los miembros. Estará atento a que todos los elementos de que hemos hablado funcionen, y que haya apertura a la comunión con el Cuerpo Místico de Cristo. Dejará espacio, en el silencio, a las iniciativas positivas de cada uno, y llevará al grupo a adquirir compromisos, intenciones y camino comunitario. Tendrá también cuidado de que el compartir no derive al nivel humano de un desahogo, perdiéndose de este modo la acción de la gracia.
Por su parte, el sacerdote se hará cada vez más silencioso como Jesús cuando entra en el misterio. Conducirá a las personas en la profundidad del camino. Con su apertura al Espíritu, sabrá indicar el camino para alcanzar la comunión profunda con Dios. Orará silenciosamente, escuchando lo que se dice e interviniendo con discreción. Todo lo que se mueve interiormente en el grupo constituye la sustancia de su oración y expresada en la santa Misa, que él elevará a Dios.

4. La oración

Debería ser sencilla, espontánea y brotar del Espíritu que implica a las personas en su totalidad e integridad, respetando la gradualidad del camino. Que se involucre el grupo entero, para que no quede ningún peso en las almas, ninguna piedra sin remover. El animador debe estar atento a los límites y a las necesidades de cada uno y eventualmente tratarlas individualmente. Su disponibilidad sincera hacia María Santísima abrirá el camino a las personas. La oración no está unida y concentrada en el sujeto exclusivamente, sino que está abierta a todas las necesidades del grupo, de la Iglesia de Cristo y del mundo.
En la oración las personas parten, en el Espíritu Santo, para una misión en el universo. Con Jesús se va hacia el Padre. La oración se condensa y tiene su finalidad en recapitular todo en Cristo: en nombre de Jesús, en el Espíritu Santo, el grupo eleva su oración al Padre, fuente y culmen de la vida. Si en el grupo está el sacerdote, será él quien lleve el encuentro a su culmen, porque la acción de Dios en su alma tiende a recapitular todo en el Espíritu Santo y a orar en nombre de Jesús. El sacerdote recapitula en Cristo y sumerge en la vida del Padre todas las cosas: las mociones interiores de las almas, la comunión en el grupo, las necesidades de todos los hombres y de las criaturas.
Aunque esté ausente, el sacerdote une a todos los grupos que le son confiados y los presenta en la santa Misa. El animador, en ausencia del sacerdote, actuará en su nombre en unión con el sacerdote.
Se ora y se canta el Padre Nuestro. En la liturgia esta oración se reza de pie. Los seis videntes de Medjugorje dicen que la Virgen, cuando reza el Padre Nuestro, alarga los brazos y los levanta en alto dirigiendo el rostro y toda su persona a Dios. También es bueno que nosotros lo recemos así durante el encuentro de oración del grupo.

5. La bendición

Bendecir significa "decir bien", "dar bien". En la bendición se envía el mensaje de la salvación, se transmite la vida de Dios que fluye por las almas.
Es el Espíritu Santo el que comunica la bendición y la hace operativa, con la sonrisa del alma y del rostro, en la alegría y en la paz expresadas a través de los deseos y los pensamientos. Todo el ser, en su dinamismo, expresa la acción de Dios Trino y Uno y la transmite a todos y al universo.
Aquí el sacerdote da la bendición y la vida de Dios y del Cuerpo Místico de Cristo que está en Dios. Habla y tiende a reunir a todos, en particular al grupo con sus intenciones y sus programas, para que sean fecundos para la gloria de Dios, y manda al grupo tal como Jesús mandaba a los apóstoles.

6. La despedida

No consiste en decir: "Hasta la próxima". Si sólo fuese esto, el grupo quedaría inerte, la semilla no produciría fruto. Con el tiempo, en el grupo se advertiría la pasividad, la pesadez, las personas no acogerían los impulsos del Espíritu Santo, quedarían constreñidas en su propio yo. Es en este punto que sale la respuesta y la responsabilidad frente a la gracia de parte de cada uno de los miembros del grupo entero.
Las personas vuelven a la vida cotidiana y oran, utilizando las gracias recibidas y haciéndolas fructificar. Afrontan las dificultades e implican en el camino a las personas de buena voluntad, adquieren experiencia que luego llevan al grupo para dar juntos un paso adelante. Así el camino continúa, se expresa en el vórtice de la vida trinitaria. Las personas acogen las gracias del Espíritu Santo, caminan en la vida cotidiana junto a Jesús hacia el Padre. Unidas en la dinámica de la vida trinitaria, reciben nuevas gracias para ir por el mundo y hacerlas fructificar en nombre de Dios y para su gloria. "Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con los signos que la acompañaban" (Mc 16, 20)..

p. Tomislav Vlasic

 

 

Más que charlar, nos hemos encontrado, nos hemos escuchado mutuamente… De aquí ha nacido una reflexión sobre esa actitud interior que nos predispone a comprender a Dios y sus proyectos. La Virgen, en sus mensajes al grupo de oración, repetía continuamente la importancia: "Queridos hijos, orad y descubriréis los planes de Dios para vuestra vida".

 

El don de la escucha

Entrevista a Jelena Vasilj

Jelena, el don que el Señor te ha confiado para guiar el grupo de oración en Medj. está ligado a la escucha interior. De algún modo a ti se te pedía "poner el oído del corazón" para luego ser "transmisora" para los demás de las palabras que venían del cielo.
La escucha en ti nació de modo natural, pero tú ¿qué has hecho para hacerlo crecer, para hacerlo madurar?
Me esfuerzo siempre por madurar, aunque no puedo negar el camino ya recorrido… Sin embargo, pienso que la escucha es la actitud fundamental que debe tener nuestra alma hacia Dios, porque si no hay escucha, tampoco hay transformación. Me vienen a la mente, a este respecto, las palabras de un salmo: "Que resplandezca sobre nosotros Señor la luz de tu rostro". Cuando comenzamos a enamorarnos de Dios comenzamos también a parecernos a Él, porque es su luz la que empieza a habitarnos. La escucha, pues, es la capacidad de acoger al otro, de estar protegidos del otro, no según nuestras expectativas sino según lo que es el otro. Para esto hace falta mucha madurez.

Seguramente también con respeto del "otro", porque a menudo se tiende a identificarse con el otro y a desear que sus palabras correspondan a nuestros criterios.

Ciertamente. No debemos buscarnos a nosotros mismos en lo que es el otro, sino que debemos dejarnos de algún modo sorprendernos por él. Ahora que tengo un hijo, me doy cuenta de que es una sorpresa continua: cuando creo haberlo comprendido, al día siguiente descubro que debo recomenzar de nuevo… Cada hombre es un misterio, y Dios…¡cuánto más! No se llega nunca a comprenderlo del todo, ¡y por esto nunca nos aburrimos!

En el grupo de oración tu don era muy importante, porque de tu capacidad de escucha dependía también la acción de los demás. ¿Cómo vivías esta responsabilidad, este servicio, esta misión?

He experimentado que se debe pasar siempre a través del sufrimiento y renunciar a uno mismo, porque si no se es capaz de renunciar a todo, incluso a los propios deseos, no se puede acoger al otro. Quizás es que buscamos en Dios sólo nuestra felicidad &endash; que también es lícito- pero no por esto debemos buscar nuestra satisfacción. Debemos más bien buscar el encuentro con el Otro. Ante todo debemos buscar al Dador, luego el don viene como consecuencia. Si nos concentramos demasiado en los dones corremos el riesgo de perder de vista al que nos los ha dado, como cuando nos entusiasmamos por un regalo recibido y olvidamos todo el significado de afecto y de atención que ha motivado este regalo.

Dios nos repite continuamente: "escucha Israel…". ¿Significa esta insistencia que somos un poco reacios?

En el rito del Bautismo hay un momento bellísimo, cuando el sacerdote bendice los oídos para que se abran a escuchar la Palabra de Dios, una palabra que luego se hace vida y da alegría. Pero sepamos que nuestros sentidos son muy delicados y hay que protegerlos, porque pueden percibir también lo negativo.

¿Cómo se discierne dentro de nosotros la voz de Dios?

Seguramente al principio de todo está la Gracia y nosotros podemos abrirnos a ella sólo poniéndonos a la escucha. Los hebreos por ejemplo leen la Sagrada Escritura en voz alta, en la práctica se la "autoproclaman". También nuestra oración debería ser un autoproclamarnos la Palabra de Dios. Alguna vez me ha ocurrido que he encontrado respuestas en cosas que había escrito yo misma, sólo después de releerlas. ¿Qué quiero decir con esto? Que no hay que permitir que la Palabra quede en la superficie sino que hay que conseguir que penetre en nuestra alma.

Para saber escuchar a Dios hay que aprender primero a escuchar a los demás. Has mencionado antes a tu hijo. ¿Cómo vives con él la dimensión de la escucha?

La experiencia de la maternidad ante todo me enseña a abrir bien los oídos, porque si una madre no escucha, el niño llora, y si llora siempre es por algún motivo. Es tan fácil sacar conclusiones… En cambio, si nos esforzamos por escuchar con atención, todo se hace sencillo y real. Me ha ocurrido alguna vez que lo dejase con alguien que estaba viendo la televisión. El pequeño se daba cuenta enseguida y comenzaba a llorar. Con esto no quiero decir que el niño deba ser adorado o deba controlar de modo absoluto el ambiente, pero es también cierto que él necesita nuestra atención para tranquilizarse.

¿Y en la relación de pareja?

Lo mismo ocurre en la relación de pareja, en el matrimonio. Hay que entrar en contacto. Es una lucha, pero cuando conseguimos crear el contacto y decirnos lo que llevamos en el corazón enseguida llega la paz. En ese punto cada uno se siente libre de hacer sus cosas y de vivir la propia independencia. Pero sin este contacto, incluso la independencia se convierte en una especie de acción contra el otro; es como si dijésemos: ¡me molestas, sal de mi espacio! En cambio, cuando la comunicación está viva, cada cosa que hacemos favorece la comunión.

¿Tú te sientes escuchada?

Sí. No es algo automático, porque cada uno tiene sus propios egoísmos. Sin embargo, debo reconocer que existe la voluntad de escucharse. Y cuando está este deseo entonces ya se puede hablar de unión, que no puede darse por descontado. Me he dado cuenta que cada vez que mi marido y yo estamos lejos uno del otro durante todo el día, por la tarde nos puede costar comunicarnos. En estos casos hace falta tiempo para encontrar de nuevo la "frecuencia". Pero después de varios intentos, conseguimos "sintonizarnos" nuevamente. Las parejas deben luchar para proteger la sintonía, deben volver cada día a lo esencial para restablecer el contacto, para escucharse mutuamente. Y luego desde allí, partir de nuevo para afrontar todo lo demás. De hecho existe el riesgo de que no se construya juntos.

¿Vale esto también para Dios?

Yo pienso que sí, porque debemos cumplir su voluntad, y para esto hay que abandonar la propia. Esto es cruz, es sacrificio, pero luego te das cuenta de todas las cosas que Dios te reserva cuando tienes la valentía de obrar según Él. Hace falta calma y paciencia, porque la prisa no es de Dios. Es lo que hizo María durante toda su vida, ella que es la mujer de la escucha por excelencia. Sí, María es el modelo. Ni en Caná comprendía aún del todo el misterio de Dios que vivía a su lado, y sin embargo dijo con seguridad: "haced todo lo que Él os diga" porque se fiaba de Jesús. Por lo tanto la escucha es expresión de nuestra confianza hacia el otro.

En tu corazón oías la voz de María y de Jesús. ¿Cómo distinguías sus distintas voces?

Por la autoridad, porque la palabra de Jesús de algún modo se impone, como una especie de peso. No quiero decir que sea una orden, pero deja entender que es algo que conviene hacer. Es más fuerte que tu opinión y pide que sea íntegramente preservada.

¿Qué es lo que en cambio distingue a María?

María se presenta siempre como la sierva, como la esclava. Aquí en Medjugorje ha dicho: "Yo me inclino ante vuestra libertad". Es conmovedor, porque Ella nos atrae de una manera muy distinta a como lo hace Jesús.

Tú has oído también con claridad la voz de Satanás. ¿Cómo la defines?

Dios es libertad y te da siempre la posibilidad de escoger. En cambio satanás te encadena, no te ofrece nunca la posibilidad de decidir. Te engaña. Allí donde crees que hay libertad, quizás estás escogiendo libremente no ser libre… Como un pez que salta libremente fuera del agua y luego muere.

¿Era una voz amenazadora o persuasiva?

Más que nada lo que advertía era una especie de prisa, casi como si te empujase a que llevases a cabo su acción antes de que cambiases de opinión. Estoy convencida de que ésta es la impresión más corriente que las personas tienen del pecado: quien se encuentra en el pecado sin quererlo no sabe ni siquiera cómo ha llegado a él… Satanás sabe muy bien que si tuviésemos más tiempo seguramente conseguiríamos resistirle. Esto explica también el motivo por el que a las personas les cuesta decidirse a hacer el bien. De hecho, parece que siempre haya tiempo para hacerlo, sólo porque Dios nos da espacios de libertad…

¿Cómo se inserta la oración en esta reflexión sobre la escucha?

Ante todo veo la importancia de la Palabra de Dios, que de algún modo tiene que hacer eco a nuestra oración. Es inútil estar en silencio, meditar, si luego la palabra que escuchamos dentro de nosotros no es la adecuada. El único modo para estar seguros de que es Dios quien nos habla es nutrirnos cotidianamente de la Palabra de Dios. Hay que trabajar mucho sobre las palabras interiores. Si no son las adecuadas, tampoco lo que aflora al exterior se corresponderá con lo que hay en el alma. He leído en algún lado que el Espíritu Santo es como una música. Nosotros somos el instrumento y la Palabra de Dios es el modo con el que se afina el instrumento. El Espíritu Santo toca con nuestras cuerdas y expresa su melodía. Si el instrumento no está afinado con la Palabra de Dios, lo que sale hacia fuera es algo terrible. Por ejemplo, cuando tenemos escrúpulos: ésta no es Palabra de Dios. O cuando nos dominan los miedos: ¡no es Palabra de Dios! La Palabra de Dios es paz, es gozo, es confianza. ¡Cuántas veces vivimos como si Dios no existiese! Desesperados, tristes, preocupados…

¿Qué importancia tiene el ayuno para favorecer la escucha interior?

El ayuno tiene sentido sólo si se hace por amor. Hoy experimento la importancia del ayuno también a través de mi hijo, que no siempre reacciona bien a lo que como. ¿Por qué hago referencia a él? Para decir que para ayunar hace falta que del otro lado haya siempre una persona. Las renuncias no tienen sentido sin amor. Esto no significa que no tengamos que ayunar. Quiere decir sólo que debemos amar. El ayuno nos ayuda a crear el espacio interior para predisponernos a la escucha. La entrada en el paraíso es una puerta estrecha, y si llevamos demasiado equipaje no podemos entrar. Si en cambio sabemos simplificar nuestra vida dejando muchas cosas de lado, podemos entrar sin problemas. Es entonces cuando comenzaremos a escucharnos verdaderamente.

(entrevistada por Stefania Consoli)

 

 

"Los lectores escriben…"

Gay Russell de Malawi, África &endash; Os agradezco por el maravilloso e incansable trabajo con el que continuáis la publicación del Eco comenzada por el querido don Angelo.

Christine Jones de Vic, Australia &endash; Mi hermana y yo leemos con mucho gusto el "Eco de María" y nos alegramos mucho cuando llega. Me gustaría que el donativo que os hago fuese mayor pero estoy sin trabajo… y os estaría muy agradecida si podéis continuar enviándomelo

Don Mario de Assam, India &endash; Mil gracias por el Eco de María que me llega regularmente. Me alegra siempre mucho recibirlo y leer las maravillas que la Virgen sigue derramando en el mundo, aunque nosotros no seamos siempre hijos buenos y obedientes…

Carlo Dimaggio de Nueva York, USA &endash; Escribo para agradecer a todos vosotros el periódico que nos hacéis llegar y por vuestra misión. Que la Virgen os sostenga y guíe siempre.

Amelia Romanelli de Leumann (TO), Italia &endash; Queridísimos todos, os doy las gracias: he recibido el volumen con los cien primeros números del Eco de María que os pedí. Recibo por correo el periódico, siempre tan esperado y muy edificante. Es espiritualmente muy rico, me alegro cada vez que llega, es una bocanada de oxígeno para nuestra vida, hace bien al corazón, a la mente y al alma. Os agradezco mucho por todo el bien que hacéis. Que la Reina de la Paz os bendiga y os proteja siempre.

Don Vicenzo de Acella (BA), Italia &endash; Leo con interés y con entusiasmo el periódico que creo es verdaderamente "un eco de María" para mi santificación y un testimonio saludable para quien quiere recorrer el camino preparado por Jesús y perfumado por el Espíritu Santo. Que el Señor os lo pague con creces. Gracias.

Sergio Leon de La Habana, Cuba &endash; Queridos hermanos del Eco, deseo que sepáis que llevamos siempre el Eco de María a las comunidades del interior del país en nuestras misiones de caridad y evangelización. Los mensajes de la Virgen, las noticias y los testimonios de vuestra revista nos llegan oportunamente y con un espíritu de caridad muy cristiano. Aunque no tengamos dinero para ayudaros, consideramos que un buen modo de hacerlo es colaborar en la difusión de los mensajes de nuestra Madre que son actuales, eclesiales y dan mucha paz. Trabajamos en distintos lugares de nuestra muy amada Cuba y especialmente en Mantua, ciudad fundada por inmigrantes italianos, cuya patrona es "Nuestra Señora de las Nieves". Os deseo grandes gozos espirituales y frutos en la fe, y que vuestra revista, tan necesaria para todos, se continúe publicando hasta llegar a los confines del mundo.

Esther M. de Babin de Buenos Aires, Argentina &endash; El Eco es la cosa más divina que la Virgen está haciendo en el mundo, recibirlo es gozo del corazón… Me llena tanto esta publicación Suya, sencilla, breve, pero llena de tanta riqueza celeste. Y también de esperanza, vida, ánimo y consuelo en este mundo tan lleno de odio. Si no fuese por Ella que nos habla, sería para nosotros una muerte interior. Con amor al Señor y a la Virgen, invoco para todos vosotros que colaboráis en el periódico, protecciones y bendiciones, para que podáis manteneros siempre cerca de Ella, en su amor, como si estuviésemos ya en el más allá con los que nos han precedido.

Stania Cech-Spirek de Eslovaquia &endash; Escribo para transmitiros mi saludo y toda mi gratitud por el ejemplar del "Eco de María" que me mandáis.

Fr. Aidan Carroll de Irlanda &endash; Gracias por el bellísimo Eco. La lectura es sublime y nos eleva hacia lo alto. El Eco es una bellísima rosa para Jesús y para María.

Sor Marija Crucis de Irlanda &endash; Que Dios os recompense. Que el Espíritu Santo infunda sobre vosotros sus dones. Que María os proteja bajo su manto. Gracias por el Eco; para sostenerlo tengo sólo mis oraciones.

Roser Balsells de Canada &endash; Muchísimas gracias por todo lo que hacéis por divulgar los mensajes de María. ¡Que Dios os bendiga uno a uno!

 

 

El equipo del Eco de retiro en Medjugorje

También este año los colaboradores y los traductores del Eco de María han pasado algunos días en Medjugorje (del 27 al 31 de agosto), para profundizar en la oración y en la escucha el mensaje que la Reina de la Paz desea transmitir a todos sus hijos, también a través de las páginas de nuestro periódico. La plenitud de Gracia y de bendición entregada por el cielo ha encontrado su lugar en el alma de cada uno, gracias también a la apertura interior y a la disponibilidad para responder con mayor radicalidad a los impulsos del Espíritu Santo. El deseo de comprender el pensamiento de Dios y de sintonizarse en un solo Espíritu, ha motivado a una cincuentena de participantes procedentes de 15 países distintos a comprometerse a seguir el denso programa, en el que se incluían algunas conferencias del p. Tomislav Vlasic, momentos de oración, de adoración, de silencio, de meditación y de compartir fraterno en la Casa "Kraljica Mira".

Se comprendió con claridad que para ser canales límpidos de la Gracia presente en Medj., puestos al servicio del Eco, ante todo hay que vaciarse de uno mismo y ofrecerse a Dios, para que Él pueda usarnos libremente según sus proyectos. De este modo los corazones y las intenciones se purifican y se evita el riesgo de utilizar el Eco para otros fines o para intereses personales. En segundo lugar, se debería estar en comunión con Dios y entre nosotros para comprendernos en el lenguaje del amor, más allá de las diferencias culturales y geográficas. Además, deberemos dar pasos comunes en el camino para obrar de modo armónico y bien concertado. De este modo también los lectores que reciben el Eco en todas las partes del mundo, podrán advertir también este Espíritu de comunión y de entendimiento, y al tiempo la publicación ganará en profundidad y en calidad.

Un clima sereno y alegre, pero también consciente de la seriedad del compromiso, es lo que ha caracterizado las jornadas que la Virgen había preparado para nosotros. A sus propuestas de amor han tenido lugar otras tantas respuestas de amor en el ofrecimiento individual y comunitario, que han dejado en el corazón de todos gratitud por los pasos dados y el deseo de espiritualizar cada vez más nuestro servicio al Eco de María.

La Redacción

8 de septiembre de 2003

 


 

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