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¡Queridos hijos! Los llamo de nuevo a consagrarse a mi corazón y al corazón de mi Hijo Jesús. Deseo, hijitos, llevarlos a todos por el camino de la conversión y de la santidad. Unicamente así, a través de ustedes, podemos llevar muchísimas almas por el camino de la salvación. No tarden, hijitos, sino digan con todo su corazón: deseo ayudar a Jesús y a María para que muchísimos hermanos y hermanas conozcan el camino de la santidad. Así se sentirán complacidos de ser amigos de Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

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25 de septiembre de 2003 [O] (Mensual)
25 de noviembre de 2003 [O] (Mensual)
 
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